Los meses y las semanas alrededor de la finalización y dedicación del templo de Kirtland fueron testigos de un torrente de manifestaciones celestiales similares al día de Pentecostés. De acuerdo con Milton V. Backman Jr., “durante un período de quince semanas, desde el 21 de enero al 1 de mayo de 1836, probablemente muchos más santos de los últimos días contemplaron visiones y presenciaron otras manifestaciones espirituales inusuales que durante cualquier otra época en la historia de la iglesia”1. Karl Ricks Anderson ha documentado ocho ocasiones diferentes en las que el Salvador apareció en el templo durante este período2.
Afortunadamente, la gloriosa efusión de manifestaciones divinas está bien documentada por varias fuentes de testigos oculares contemporáneos. El historiador Steven C. Harper destaca seis registros que se escribieron durante el período pentecostal que documenta algunas de las manifestaciones celestiales que estuvieron ocurriendo durante ese tiempo3.
Benjamin Brown, un converso a la iglesia de 1835, comenzó a escribir una carta a su esposa poco tiempo antes de la asamblea solemne del 27 de marzo de 1836, durante la cual se dedicó el templo. En su carta, Brown hizo una crónica de “las muchas cosas maravillosas” que habían sucedido en los últimos días y semanas. Dijo: “Muchas visiones se han presentado … de noche y de día. Algunos han visto los cielos abiertos y han visto al Salvador, otros han visto ángeles en las cuatro esquinas de la casa del Señor”. Y otros vieron visiones increíbles de varios profetas de la Biblia (Adán, Elías, Pedro, Santiago y Juan) y de lenguas repartidas, como las que se vieron en el día de Pentecostés en Hechos 2:34.
Oliver Cowdery estuvo íntimamente involucrado en la administración de las ordenanzas sagradas y las manifestaciones divinas que condujeron a la dedicación del templo de Kirtland. Escribió anotaciones breves, en forma de diario, sobre estos eventos en un cuaderno de dibujo de enero a marzo de 1836. Oliver hizo notas breves de varias ocasiones en las que “los cielos se abrieron para muchos” y la gente vio visiones, profetizó y habló en lenguas. Al igual que Brown, Oliver registró haber visto que las lenguas fueron repartidas el día que el templo fue dedicado5. Oliver también proporcionó un informe detallado de los hechos en el Messenger and Advocate, donde menciona que un “Santo Ángel”, identificado en otras fuentes como el Salvador, fue visto en dichos actos sentado entre Frederick G. Williams y José Smith, padre6.
Como obispo en Kirtland, Edward Partridge participó directamente en muchas de las reuniones en las que se produjeron manifestaciones celestiales. Partridge llevó un diario detallado durante este período y mencionó múltiples ocasiones en las que la gente vio visiones y habló en lenguas durante la administración de las ordenanzas sagradas. Confirmó que Williams “vio a un ángel o más bien al Salvador” durante la dedicación del templo7.
En la primer semana de abril de 1836, W. W. Phelps escribió una carta a su esposa, Sally, documentando varios de los eventos sagrados de las semanas anteriores. Phelps confirmó la aparición de un ángel (o del Salvador) durante la reunión de dedicación del domingo 27 de marzo, y mencionó varias ocasiones en las que las personas profetizaron o hablaron en lenguas. También informó de los acontecimientos del domingo siguiente, 3 de abril, cuando se celebró una segunda sesión dedicatoria, en la que “las cortinas se cayeron. … Y hubo una manifestación del Señor a los hnos. José y Oliver, [¿por?] la cual ellos [¿aprendieron?] que el gran y terrible día del Señor, mencionado por Malaquías, estaba cerca, incluso a las puertas”8.
Menos conocido es el registro que dejó Stephen Post, un converso de 1835 que había sido llamado al Segundo Cuórum de los Setenta. Escribió un diario detallado durante gran parte de su vida y registró muchos detalles sobre la dedicación del Templo de Kirtland y otros eventos circundantes. Con respecto a la asamblea solemne del 27 de marzo, Post señaló que Frederick G. Williams vio a un ángel entrar en el templo y permanecer durante los hechos. Aquella noche fue una “continuación de nuestro Pentecostés”: se vieron ángeles y lenguas repartidas, y muchas personas hablaron en lenguas y profetizaron. Post registró manifestaciones similares en los días siguientes9.
El relato más detallado es el del propio José Smith en su diario de 1835-1836. José (o uno de sus escribas) relató acerca de varias reuniones, de las ordenanzas sagradas y de las manifestaciones celestiales recibidas durante este período, incluyendo el relato de las visitas de Jehová, Moisés, Elías y Elías el profeta el 3 de abril de 1836, canonizado más tarde como Doctrina y Convenios 110. Esta fue la aparición final y culminante del Salvador durante ese extraordinario período de tiempo10.
Durante una reunión del día de reposo, después de la administración del sacramento, los velos alrededor del púlpito fueron retirados mientras que el velo sobre los ojos y las mentes de José Smith y Oliver Cowdery fue quitado (véase DyC 110:1). “Vimos al Señor sobre el barandal del púlpito”, declararon. “Sus ojos eran como llama de fuego; el cabello de su cabeza era blanco como la nieve pura; su semblante brillaba más que el resplandor del sol; y su voz era como el estruendo de muchas aguas, sí, la voz de Jehová” (DyC 110:2–3). El Señor aceptó el templo y les aseguró a José y a Oliver que su “nombre estará [allí]; y [se] manifestar[á] a [su] pueblo en misericordia en es[a] casa” (DyC 110:7).
Inmediatamente después de esta visión “se apareció Moisés ante nosotros y nos entregó las llaves del recogimiento de Israel” (DyC 110:11). Después de esto le siguió la aparición de Elías, quien “entregó la dispensación del evangelio de Abraham” (DyC 110:12). Por último, José y Oliver mencionan: “[S]e nos desplegó otra visión grande y gloriosa; porque Elías el Profeta, que fue llevado al cielo sin gustar la muerte, se apareció ante nosotros” (DyC 110:13). Por fin había “llegado plenamente el tiempo” de que se cumpliera la profecía hecha por Malaquías y repetida por Moroni de que Elías vendría y los corazones de los padres y los hijos se volverían los unos a los otros11.
Aquellos primeros meses de 1836 en Kirtland presenciaron una de las más grandes manifestaciones espirituales en la historia cuando el templo fue terminado y fueron administradas ciertas ordenanzas sagradas por primera vez en esta dispensación. La increíble serie de manifestaciones celestiales no sería tan creíble si no fuera por la documentación histórica excepcionalmente sólida que dejaron aquellos que estuvieron presentes. Como señaló Steven C. Harper, “gracias a sus extensos y detallados documentos contemporáneos, los lectores modernos tienen el beneficio de varios relatos privados de testigos oculares de estos eventos”12.
A pesar de la increíble naturaleza de estas experiencias, los relatos de los testigos oculares contemporáneos son realistas y, en todo caso, discretos, lo que aumenta su credibilidad. Hablando del relato proporcionado en el diario de José Smith, concretamente, Harper observó: “Las descripciones de José de las experiencias pentecostales en Kirtland son característicamente directas, carentes de exageraciones, afirmando con naturalidad que las bendiciones prometidas se obtuvieron”13. En otras palabras, se presenta de forma convincente como una reflexión personal sobre lo que realmente ocurrió y no como un intento de influir o impresionar a la audiencia.
Aun así, al darse cuenta de la naturaleza monumental de estos eventos, algunas veces José Smith no pudo evitar sentirse abrumado por el desbordamiento espiritual. En un momento de este glorioso período, José declaró: “[C]iertamente fue un Pentecostés y una investidura que se recordará por mucho tiempo, porque el sonido se extenderá a todo el mundo desde este lugar, y los acontecimientos de este día se transmitirán sobre las páginas de la historia sagrada a todas las generaciones”14.
Casi doscientos años después, esta afirmación ha demostrado ser profética, ya que estos acontecimientos siguen siendo recordados gracias al diligente registro de varias personas involucradas directamente. Entre los muchos increíbles milagros, visiones y manifestaciones divinas que están bien documentados en los primeros años de la restauración, nadie más goza de un registro histórico contemporáneo tan sólido como la temporada de manifestaciones divinas de 1836 que muchos experimentaron en Kirtland.
Karl Ricks Anderson, The Savior in Kirtland: Personal Accounts of Divine Manifestations (Salt Lake City, UT: Deseret Book, 2012).
Steven C. Harper, “‘A Pentecost and Endowment Indeed’: Six Eyewitness Accounts of the Kirtland Temple Experience“, en Opening the Heavens: Accounts of Divine Manifestations, 1820–1844, 2da. ed., ed. John W. Welch (Salt Lake City, UT: Deseret Book; Provo, UT: BYU Press, 2017), 351–393.
Frederick G. Williams III, “‘An Angel or Rather the Savior’ at the Kirtland Temple Dedication: The Vision of Frederick G. Williams“, BYU Studies Quarterly 56, no. 1 (2017): 119–134.
Stephen D. Ricks, “The Appearance of Elijah and Moses in the Kirtland Temple and the Jewish Passover“, BYU Studies 23, no. 4 (1983): 483–486.
Traducido por Central del Libro de Mormón
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