Dos años después del primer intento de Abinadí de llamar al pueblo de Noé a arrepentirse, volvió a la ciudad de Nefi. Usando un disfraz hasta que estuvo en medio del pueblo, una vez más trató de advertirles de las calamidades inminentes si no se arrepentían (Mosíah 12:1).1 Abinadí predijo que el Señor “enviar[á] granizo” y también los herirá con “el viento oriental” y que ” los insectos también abrumarán sus tierras y devorarán su grano” (Mosíah 12:6). El hambre y la pestilencia también estarían entre las “penosas aflicciones” que sufrirían (Mosíah 12:4). Esta parece ser la misma profecía a la que Limhi se refirió cuando le contó a Ammón sobre un profeta que había venido entre el pueblo de Limhi y advirtió que si “siembra inmundicia segará el viento oriental, el cual trae destrucción inmediata” (Mosíah 7:31)2.
En un contexto bíblico antiguo, el “viento oriental” a veces se llamaba “viento de Jehová” (véase Oseas 13:15) porque se “veía como un instrumento del juicio de Dios”3. En Israel, el viento oriental (o del sureste) se origina en el desierto de Arabia y es insufriblemente caliente y seco, trayendo a menudo arena que puede oscurecer los cielos e irritar la piel y los ojos. Según Dennis M. Swanson, hoy en día esos vientos se llaman típicamente jamsin o siroco, y son “capaces de reducir los cultivos verdes a cáscaras secas y marrones en un solo día” y también pueden “generar incendios forestales”4. Por lo tanto, el Libro de Enoc dice que del viento del oriente “sale la destrucción, la sequía, el calor y la desolación” (1 Enoc 76:6)5.
Aunque estas condiciones climáticas eran específicas de la región de Israel, los escritores bíblicos utilizaron el “viento del oriente” como una señal del juicio divino al hablar también de otras regiones del antiguo Cercano Oriente. Por lo tanto, Dios envía “un recio viento solano” con el sol para que lleve calor a Jonás cuando esté fuera de Nínive (Jonás 4:8), pero en realidad, el viento del oriente típicamente traería lluvias refrescantes en Asiria.6
De la misma manera, en el sueño del Faraón que fue interpretado por José, es un “viento solano” que vino y secó las cosechas, trayendo siete años de hambruna (Génesis 41:6, 23, 27), y la plaga de langostas es traída por un “viento oriental” (Éxodo 10:13). Sin embargo, en Egipto, son los vientos del sur (o del sureste) los que traen tanto el calor seco y marchito que mata las cosechas como las infestaciones de langostas.7 Por lo tanto, “viento oriental” podría utilizarse para describir cualquier viento caliente, seco y devastador, independientemente de la dirección de la que provenga.8
En la antigua Mesoamérica, los vientos de todas las direcciones eran vistos como “la fuerza del mal por excelencia”9, y podría ser “enviado como castigo de los dioses por no hacer las ofrendas apropiadas o por tener un comportamiento impío”10. Sin embargo, el viento oriental, podría ser particularmente destructivo. Kerry M. Hull explicó que “para varios grupos indígenas de Mesoamérica, un viento oriental puede tener numerosas asociaciones negativas: como un viento caliente o seco en algunas zonas; como un viento ligado a fuerzas y espíritus malévolos; y como un viento altamente destructivo que trae inundaciones (es decir, huracanes)”11. Por ejemplo, algunos mayas de Yucatán consideraban que el “viento oriental” era caliente, y entre los mayas de itzá el “viento oriental del verano” era especialmente temido por causar que los incendios se descontrolaran.12 Tanto en Belice como en Chiapas, México, “un viento oriental puede ser un viento abrasador y seco”13.
En el altiplano del sur de Guatemala, donde algunos eruditos creen que se encontraba la tierra de Nefi,14 los vientos del noreste eran calientes y secos y podían destruir las cosechas y provocar hambrunas, al igual que el “viento oriental” en Israel.15 Cuando este viento seco del noreste chocaba con los húmedos vientos del sur, podía causar granizadas en el altiplano guatemalteco.16 Los vientos secos del noreste también podrían llevar a las langostas, que suelen pulular por el valle del río Motagua, más al sur en regiones no acostumbradas a esta plaga.17
De esta manera, bajo las condiciones climáticas adecuadas, el granizo, el viento oriental y las langostas, tres cosas vinculadas en la profecía de Abinadí (Mosíah 12:6), podrían formar una combinación mortal en el sur de Guatemala, devastando las cosechas y causando una hambruna.18 Dada la fuerza destructiva de tal combinación, no es de extrañar que los mayas tzeltales, de Chiapas, México, oren específicamente para “que no venga el granizo; que no venga el viento; que no vengan las langostas”19.
Abinadí se mantuvo firme dentro de la tradición profética del Antiguo Testamento, a la que probablemente accedieron los lehitas a través de las planchas de bronce, cuando advirtió que el juicio del Señor vendría como el “viento oriental” (Mosíah 7:31; 12:6). Esta amenaza fue significativa y real. Tanto en el Viejo como en el Nuevo Mundo, el “viento oriental” (aunque no siempre de una dirección estrictamente “oriental”) se reconocía como una fuerza destructiva que podía devastar las cosechas y traer hambruna, pestilencia y destrucción. Bajo ciertas condiciones climáticas, podría causar tormentas de granizo y traer enjambres de insectos (langostas), una combinación mortal que causaba un gran daño en los cultivos. Por, consiguiente, la advertencia de Abinadí sobre el granizo, viento oriental, insectos, hambruna y “destrucción inmediata” no era una amenaza vana del Señor.
La profecía de Abinadí de un destructivo viento oriental, junto con el granizo y los insectos que diezmarían su grano, era aún más amenazadora en vista del probable momento de su mensaje. De manera persuasiva, John W. Welch ha argumentado que el juicio de Abinadí ocurrió cerca de la época de Pentecostés.20 Pentecostés ocurrió cincuenta días después de la Pascua, concluyendo la celebración de la liberación de Israel de la esclavitud egipcia y la recepción de los Diez Mandamientos. También coincidió con la cosecha de primavera, y por lo tanto fue un momento para celebrar la abundancia de la primavera.21
En ese contexto, el mensaje de Abinadí de un “viento oriental”, con granizo e insectos, que vienen a destruir sus cosechas y provocar hambruna, redactado en un lenguaje que recuerda las plagas egipcias (cf. Éxodo 10:13) habría sido especialmente oportuno para tocar fibras sensibles dentro del pueblo. Uno puede imaginar que, en este momento, lugar y entorno cultural, no se podría haber dado una advertencia más seria que la amenaza de un inminente “viento oriental”.
Además, la amenazante maldición de Abinadí recibió más fuerza del simbolismo de la dirección oriental. Cuando buscaban presagios o señales celestiales, los antiguos sacerdotes generalmente se orientaban hacia el sur.22 Al mirar hacia el sur más cálido, el que observaba el cielo tenía el este en su desfavorable lado izquierdo y el propicio oeste a su derecha. Metafóricamente, se pensaba que el hecho de encontrarse en la mano izquierda indicaba un problema (véase Mosíah 5:10, 12). Una vez más, la advertencia de Abinadí habría tenido un impacto, no solo en la preocupación por el mal tiempo, sino en mayor medida el temor a Dios en los corazones de las personas que lo escucharon.
De acuerdo con Limhi, la terrible predicción de Abinadí se cumplió y el pueblo fue en verdad “herid[o] y afligid[o]” (Mosíah 7:32). Sin embargo, la esperanza no se perdió. Mark A. Wright señaló que entre los mayas, los sacerdotes o especialistas en rituales “pueden curar a los individuos azotados por los vientos malignos”. De una manera aún más poderosa, “aquellos azotados por los vientos que castigan de los que hablaba Abinadí solo podían ser liberados volviéndose al supremo Sumo Sacerdote, Jesucristo”23. Al poco tiempo, el pueblo de Limhi se dio cuenta de que solo podía ser liberado “si [se tornaba] al Señor con íntegro propósito de corazón” (Mosíah 7:33). Pronto fueron realmente liberados, ya que deseaban entrar en el convenio del bautismo y escaparon a la tierra de Zarahemla, donde fueron bautizados (Mosíah 21:32-35; 22:13; 25:18).
Kerry M. Hull, “An ‘East Wind’: Old and New World Perspectives”, en Abinadi: He Came Among them in Disguise, ed. Shon D. Hopkin (Salt Lake City y Provo, UT: Deseret Book y BYU Religious Studies Center, 2018), 169–208.
John L. Sorenson, Mormon’s Codex: An Ancient American Book (Salt Lake City y Provo, UT: Deseret Book y Neal A. Maxwell Institute, 2013), 489, 557–558.
John L. Sorenson, An Ancient American Setting for the Book of Mormon (Salt Lake City y Provo, UT: Deseret Book y FARMS, 1985), 182–184.
1. Acerca del uso de un disfraz por parte de Abinadí, veáse Book of Mormon Central, “¿Por qué Abinadí usó un disfraz para predicar?(Mosíah 12:1)”, KnoWhy 310 (12 de febrero de 2018). Véase también Alan Goff, “Abinadi’s Disguise and the Fate of King Noah”, Insights 20, no. 12 (2000): 2.
2. Para el análisis de las relaciones entre las declaraciones de Limhi y las palabras de Abinadí, véase John Gee, “Limhi in the Library”, Journal of Book of Mormon Studies 1, no. 1 (1992): 61–64.
3. Dennis M. Swanson, “East Wind”, en Eerdmans Dictionary of the Bible, ed. David Noel Freedman (Grand Rapids, MI: Wm. B. Eerdmans, 2000), 362. Véase también Kerry M. Hull, “An ‘East Wind’: Old and New World Perspectives”, en Abinadi: He Came Among them in Disguise, ed. Shon D. Hopkin (Salt Lake City y Provo, UT: Deseret Book y BYU Religious Studies Center, 2018), 170–171.
4. Swanson, “East Wind”, 362; Hull, “East Wind”, 172–175.
5. Véase E. Isaac, “1 (Ethiopic Apocalypse of) Enoch”, en The Old Testament Pseudepigrapha, 2 vols., ed. James H. Charlesworth (Peabody, MA: Hendricks Publishers, 1983), 55. Una nota al pie de página indica que algunos manuscritos dicen “muerte” o “calor” en lugar de “pestilencia”. Cf. la traducción citada por Hull, “East Wind”, 173–174, que dice “fuera de este [el portal del viento del oriente] viene la destrucción, la sequedad y el calor y la muerte”.
6. Hull, “East Wind”, 177–178, 180–181.
7. Hull, “East Wind”, 178–180. Cabe señalar que los términos modernos utilizados para referirse al “viento oriental” en Israel (jamsin y siroco) se utilizan para referirse al viento del sur o del sureste en Egipto, porque tiene los mismos efectos que el “viento oriental” palestino. Véase Hull, “East Wind”, 172, 192.
8. Véase Hull, “East Wind”, 192–193.
9. Hull, “East Wind”, 185.
10. Mark A. Wright, “Nephite Daykeepers: Ritual Specialists in Mesoamerica and the Book of Mormon”, en Ancient Temple Worship: Proceedings of the Expound Symposium, 14 May 2011, ed. Matthew B. Brown, Jeffrey M. Bradshaw, Stephen D. Ricks y John S. Thompson (Salt Lake City y Orem, UT: Eborn Books y the Interpreter Foundation, 2014), 248.
11. Hull, “East Wind”, 193–194. Hull señaló que el viento oriental también tenía connotaciones positivas entre algunos grupos indígenas (véase p. 190). Cf. Wright, “Nephite Daykeepers”, 256 n. 14.
12. Hull, “East Wind”, 188.
13. Hull, “East Wind”, 188.
14. Véase John L. Sorenson, An Ancient American Setting for the Book of Mormon (Salt Lake City y Provo, UT: Deseret Book y FARMS, 1985), 47, 141–148; John L. Sorenson, Mormon’s Codex: An Ancient American Book (Salt Lake City y Provo, UT: Deseret Book y Neal A. Maxwell Institute, 2013), 131–136, 545–578. Véase también V. Garth Norman, Book of Mormon–Mesoamerican Geography: History Study Map (American Fork, UT: ARCON and the Ancient American Foundation, 2008), 31, nos. 48, 60; Joseph L. Allen y Blake J. Allen, Exploring the Lands of Book of Mormon, rev. ed. (American Fork, UT: Covenant Communications, 2011), 719–743.
15. Véase Felix Webster McBryde, “Studies in Guatemalan Meteorology (I): The Climate of Southwest Guatemala”, Bulletin of American Meteorological Society 23, no. 6 (June 1942): 259–261; Felix Webster McBryde, “Studies in Guatemalan Meteorology (II): Two Weather Types in Southwest Guatemala”, Bulletin of American Meteorological Society 23, no. 10 (diciembre de 1942): 400, 402. McBryde documenta el viento seco, caliente y desecante como procedente del norte, pero más frecuentemente del noreste, y se refiere a él en español como el viento del norte. Como señaló Hull, “East Wind”, 182–185, los sistemas direccionales mayas difieren significativamente entre sí y de las direcciones cardinales tradicionales. El este y el oeste son las direcciones más consistentes e importantes, mientras que el norte y el sur son secundarias. La mayoría de los sistemas direccionales mesoamericanos dividen el mundo en cuadrantes basados en el eje del sol en los solsticios de verano e invierno, por lo que el cuadrante “este” abarcaría todas las direcciones que van del noreste al sureste. Véase Brant A. Gardner, “From East to West: The Problem of Directions in the Book of Mormon”, Interpreter: A Journal of Mormon Scripture 3 (2013): 119–153. Por lo tanto, un viento predominantemente del “noreste” sería un “viento oriental” para los mayas precolombinos. Además, como se ha señalado anteriormente, las referencias bíblicas a un “viento oriental” podrían utilizarse para referirse a cualquier viento caliente, seco y desecante, independientemente de su dirección. Si el uso que hace Abinadí del “viento oriental” se extrae de esta tradición bíblica (de las planchas de bronce), entonces los efectos del viento pueden ser más relevantes que su direccionalidad (cf. Wright, “Nephite Daykeepers”, 256 n. 14).
16. McBryde, “Studies in Guatemalan Meteorology (I)”, 261.
17. Véase Sorenson, Ancient American Setting, 183–184; Sorenson, Mormon’s Codex, 557–558.
18. Véase Sorenson, Ancient American Setting, 182–184; Sorenson, Mormon’s Codex, 557–558.
19. Alfonzo Villa Rojas, “The Tzeltal”, en Handbook of Middle American Indians, 11 vols., ed. Robert Wauchope (Austin, TX: University of Texas Press, 1964–1971), 7:202. Véase también Sorenson, Mormon’s Codex, 489.
20. Book of Mormon Central, “¿Profetizó Abinadí durante la fiesta de Pentecostés?(Mosíah 13: 5)”, KnoWhy 90(22 de abril de 2017). Véase también John W. Welch, Gordon C. Thomasson y Robert F. Smith, “Abinadi and Pentecost”, en Reexploring the Book of Mormon: A Decade of New Research, ed. John W. Welch (Salt Lake City y Provo, UT: Deseret Book y FARMS, 1992), 135–138; John W. Welch, The Legal Cases in the Book of Mormon (Provo, UT: BYU Press, 2008), 188–193.
21. Véase Welch, Legal Cases, 188.
22. Hugh Nibley, “The Meaning of the Temple”, en Temple and Cosmos (Provo: FARMS, 1992), 19–21.
23. Wright, “Nephite Daykeepers”, 248.
Traducido por Central del Libro de Mormón
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