El discurso de Jacob en el templo en Jacob 2–3 es famoso por su firme condenación de la inmoralidad sexual y el abuso de las mujeres y los niños.1 Al mismo tiempo, Jacob advirtió a su pueblo en contra del orgullo y el poner sus corazones en las riquezas y la opulencia.
Y ahora bien, he aquí, hermanos míos, esta es la palabra que os declaro, que muchos de vosotros habéis empezado a buscar oro, plata y toda clase de minerales preciosos que tan copiosamente abundan en esta tierra, que para vosotros y vuestra posteridad es una tierra de promisión. Y tan benignamente os ha favorecido la mano de la providencia, que habéis obtenido muchas riquezas; y porque algunos de vosotros habéis adquirido más abundantemente que vuestros hermanos, os envanecéis con el orgullo de vuestros corazones, y andáis con el cuello erguido y la cabeza en alto por causa de vuestras ropas costosas, y perseguís a vuestros hermanos porque suponéis que sois mejores que ellos. Y ahora bien, hermanos míos, ¿suponéis que Dios os justifica en esto? He aquí, os digo que no; antes bien, os condena; y si persistís en estas cosas, sus juicios os sobrevendrán aceleradamente. (Jacob 2:12–14)
Brant Gardner ha identificado un posible contexto social de la enseñanza de Jacob en la América precolombina.2 Como en casi todas las economías antiguas, Mesoamérica utilizó una economía de trueque donde “varios productos sirvieron como moneda para ‘igualar’ una transacción de trueque”. Estos productos incluían piedras preciosas y minerales, joyas talladas, ropa, sal e incluso granos de cacao.3 En este contexto, es interesante que Jacob no solo mencionara el oro y la plata, sino la acumulación de “toda clase de minerales preciosos” y ropas costosas como si fueran una señal de riquezas para los primeros nefitas.
En otra parte del Libro de Mormón se habla de los nefitas llegando a ser ricos “en oro, y en plata y en cosas preciosas” (Jarom 1:8), y “una abundancia de rebaños… y también una abundancia de grano… y abundancia de seda y de lino de fino tejido, y de toda clase de buenas telas sencillas” (Alma 1:29).4 Cuando los nefitas, durante el gobierno de los jueces no tenían un sistema de pesas para contar las medidas de grano (Alma 11),5 este y otros pasajes parecen confirmar que las personas ordinarias llegaban a ser ricos principalmente por el intercambio de bienes materiales, no por intercambiar dinero.6
El tipo de riqueza que buscaban los hombres en el pequeño poblado de Jacob probablemente no era solo mineral de oro y plata, sino también jade y piedras semipreciosas, las plumas de aves exóticas y otros bienes materiales que podrían utilizarse para justificar su segregación social. En la antigua América, “uno mostraba su riqueza al llevarla puesta—precisamente la observación de Jacob acerca de algunos de su pueblo”, señala Gardner. “Esta representación visual de riqueza resaltaba las diferencias entre las personas que tenían acceso a intercambios de bienes exóticos y llevó a la desigualdad social que estaba detrás de lo que Jacob condenó”.7
Cualquiera que haya sido el origen de esta desigualdad económica, las personas de la primera comunidad nefita aparentemente se estaban alejando de sus hogares y familias de manera emocional y tal vez físicamente en su búsqueda de acumular riqueza.8 También fueron llevados a la inmoralidad sexual (incluyendo la poligamia no autorizada o el concubinato [Jacob 2:27–30]) y el abuso y negligencia de sus familias (v. 35) [usualmente fueron] problemas correlacionados.
“La poligamia [era] costosa, por lo tanto, la riqueza a menudo era necesaria para atender a varias esposas… El aumento de la riqueza de los nefitas caus[ó] problemas tanto en la estratificación social que viene del orgullo, pero también en algunos otros ‘adornos’ de la riqueza—el hogar de muchas esposas”.9 Es probable, por lo tanto, que parte de la condenación de Jacob relacionada con su pueblo se relacione con las vidas humanas como si se trataran de otro objeto para comprar o intercambiar con la riqueza material. Nada de esta inmoralidad o injusticia sexual o material es consistente con la doctrina, la ética o la moralidad.
Tal como el Libro de Mormón y la Biblia lo aclaran, no es intrínsecamente inmoral tener o poseer riqueza material. De hecho, el justo Lehi era un hombre rico (1 Nefi 3:16), y él y otros nefitas y profetas bíblicos declararon la voz del Señor al repetir la promesa: “Y según guardéis mis mandamientos, prosperaréis y seréis conducidos a una tierra de promisión” (1 Nefi 2:20; 2 Nefi 1:20; 2 Nefi 4:4; Mosíah 1:7; 2:28).10 Tal como el mismo Jacob lo dejó especialmente claro, el pecado puede estar tanto en cómo acumulamos esa riqueza (honesta y justamente, o por medio de engaños y la explotación de la vida humana) y lo que hacemos con eso.
Considerad a vuestros hermanos [y hermanas] como a vosotros mismos; y sed afables con todos y liberales con vuestros bienes, para que ellos sean ricos como vosotros. Pero antes de buscar riquezas, buscad el reino de Dios. Y después de haber logrado una esperanza en Cristo obtendréis riquezas, si las buscáis; y las buscaréis con el fin de hacer bien: para vestir al desnudo, alimentar al hambriento, libertar al cautivo y suministrar auxilio al enfermo y al afligido. (Jacob 2:17–19)
Determinar si acumular riquezas es bueno o malo, depende del por qué están buscándola y cómo es que las están utilizando. El uso de la riqueza “para vestir al desnudo, alimentar al hambriento, libertar al cautivo y suministrar auxilio al enfermo y al afligido” es bueno y noble ante los ojos de Dios. En contraste, enaltecerse en la riqueza “con el orgullo de vuestros corazones”, vistiendo “con el cuello erguido y la cabeza en alto por causa de vuestras ropas costosas” y “persegu[iendo] a vuestros hermanos [y hermanas] porque suponéis que sois mejores que ellos” (Jacob 2:13; véase también Mosíah 4:26).
Las enseñanzas de Jacob y otros profetas en el Libro de Mormón están en armonía con muchas de las enseñanzas de Jesús sobre las riquezas registradas en el Nuevo Testamento.11 En varios pasajes de los evangelios, Jesús advirtió acerca del peligro de perseguir las riquezas (especialmente las riquezas mal ganadas) antes que servir a Dios en Su reino. En el Sermón del Monte, Jesús instruyó:
No os hagáis tesoros en la tierra, donde la polilla y el orín corrompen, y donde ladrones minan y hurtan; sino haceos tesoros en el cielo, donde ni la polilla ni el orín corrompen, y donde ladrones no minan ni hurtan. Porque donde esté vuestro tesoro, allí estará también vuestro corazón. (Mateo 6:19–21)
La piedra angular de esta enseñanza era que “[n]inguno puede servir a dos señores, porque o aborrecerá al uno y amará al otro, o se apegará al uno y menospreciará al otro; no podéis servir a Dios y a las riquezas” (Mateo 6:24; cf. Lucas 16:9, 11, 13). ¿Qué significa exactamente la palabra riquezas en este versículo? Como comenta John W. Welch:
La riqueza significa más que solamente dinero. La palabra fue utilizada en un contexto judío para describir el rescate, la propiedad tangible, las ganancias deshonestas o los sobornos; la riqueza personifica el mundo de poderes materiales e influencias y en algunos casos “la idea de lo impuro, lo deshonesto e indigno está intrínsecamente unido con la palabra” todas las cuales pueden derivar de la raíz que significa “en lo que uno confía”.12
En otro caso memorable, Jesús enseñó a sus discípulos con una hipérbole deliberada: “[E]s más fácil a un camello pasar por el ojo de una aguja que a un rico entrar en el reino de Dios” (Mateo 19:23-24). El contexto de este dicho es de un joven rico––identificado en el evangelio de Lucas como un “gobernante” (Lucas 18:18)–––que estaba arrepentido de vender sus riquezas y seguir a Jesús “porque tenía muchas posesiones” (Mateo 19:22). Este contexto sugiere que la hipérbole de Jesús fue en respuesta a la indisposición del joven rico de servir a Dios y aquellos en necesidad antes que sus propios deseos monetarios.13
Cuando todos estos pasajes de las escrituras se leen juntos, las enseñanzas del Libro de Mormón y la Biblia advierten consistentemente a los discípulos que, si no se mantienen dentro de los límites que el Señor ha establecido, la búsqueda de riquezas y la prosperidad pueden llegar a ser un cáncer para el alma. Cuando las personas codician la prosperidad de sus vecinos, hacen que la riqueza sea su maestro y basan el valor humano en la riqueza mundana, se distancian de Dios y arriesgan sus juicios. Estas poderosas advertencias están en plena vigencia el día de hoy tal como lo estaban en la antigüedad.
Este KnoWhy fue posible gracias a las generosas contribuciones del élder Lynn G. Robbins.
Warner P. Woodworth, “The Socioeconomics of Zion”, en Fourth Nephi, From Zion to Destruction, ed. Monte S. Nyman y Charles D. Tate Jr. (Provo, UT: Religious Studies Center, Brigham Young University, 1995), 337–52.
R. Thayne Robson, “Wealth, Attitudes Towards”, en Encyclopedia of Mormonism, ed. Daniel H. Ludlow (New York, NY: Macmillan, 1992), 4:1551–1553.
Chauncey C. Riddle, “Pride and Riches”, en Jacob through Words of Mormon, To Learn with Joy, Book of Mormon Symposium Series, Volume 4, ed. Monte S. Nyman y Charles D. Tate Jr., (Provo, UT: Religious Studies Center, Brigham Young University, 1990), 221–234.
Susan Easton Black, “‘Lest Ye Become As the Nephites of Old,’” en The Book of Mormon: The Keystone Scripture, ed. Paul R. Cheesman (Provo, UT: Religious Studies Center, Brigham Young University, 1988), 256–268.
1. Algunas personas del pueblo de Jacob habían utilizado equivocadamente los ejemplos de David y Salomón al tener muchas esposas y concubinas, pero el Señor no se lo había mandado ni Lehi se lo había permitido. Véase Book of Mormon Central en Español, “¿Qué es lo que dice el Libro de Mormón sobre la poligamia?” KnoWhy 64, (21 de marzo de 2017).
2. Brant A. Gardner, Second Witness: Analytical and Contextual Commentary on the Book of Mormon (Salt Lake City, UT: Greg Kofford Books, 2007), 2:487–494.
3. Gardner, Second Witness, 2:487–448.
4. Sobre la seda y el lino en el Libro de Mormón, véase John L. Sorenson, An Ancient American Setting for the Book of Mormon (Salt Lake City and Provo, Utah: Deseret Book y FARMS, 1985), 232; Mormon’s Codex: An Ancient American Book (Provo, UT: Neal A. Maxwell Institute for Religious Scholarship, 2013), 346–347; “Silk and Linen in the New World?” Book of Mormon Research, en línea en bookofmormonresearch.org.
5. Véase Book of Mormon Central en Español, “¿Cómo se relaciona una antigua ley de Mesopotamia con el Libro de Mormón?“, KnoWhy 322, (1 de marzo de 2018).
6. Véase también Sorenson, An Ancient American Setting for the Book of Mormon, 232–233; Gardner, Second Witness, 2:489–490.
7. Gardner, Second Witness, 2:490.
8. Los arqueólogos han documentado operaciones de extracción de minerales en la Mesoamérica antigua, aunque todavía hay brechas significativas en el registro arqueológico. Peter S. Dunham, “Minerals, Ores, and Mining”, en Archaeology of Ancient Mexico and Central America: An Encyclopedia, ed. Susan Toby Evans y David L. Webster (New York, NY: Garland Publishing, 2001), 470–472. Además del oro y la plata que se menciona en el texto, Jacob también habla de “toda clase de minerales preciosos” (Jacob 2:12) siendo buscados por los primeros nefitas. Basalto, cobre, jade, obsidiana, cinabrio, turquesa, piedra caliza, sal y conchas se encuentran entre otros minerales y piedras (“toda clase de minerales preciosos”) que probablemente habrían estado disponibles para el pueblo de Jacob a través de operaciones organizadas de minería/extracción y tratados comerciales. Andrew Sluyter y Maria Tereza Cavazos Perez, “Geography and Climate”, en Archaeology of Ancient Mexico and Central America, 292. Esto podría proporcionar un contexto para que Jacob condenara la “búsqueda” de los nefitas por oro y otros recursos preciosos. Tal vez estaban descuidando físicamente a sus familias para organizar sus esfuerzos en buscar y extraer estos recursos a través de la minería y otras técnicas.
9. Gardner, Second Witness, 2:492.
10. Véase Book of Mormon Central en Español, “¿Qué significa ‘prosperar en la tierra’?” KnoWhy 116, (23 de mayo de 2017); “¿Por qué consideró Mormón valiosas las planchas menores?” KnoWhy 383, (25 de junio de 2018). Este concepto es especialmente prominente en el libro de Deuteronomio.
11. Para conocer la interesante perspectiva de las enseñanzas de Jesús acerca de las riquezas y la ganancia material en el contexto del primer siglo d. C., véase Runar M. Thorsteinsson, Jesus as Philosopher: The Moral Sage in the Synoptic Gospels (New York, N.Y.: Oxford University Press, 2018), 46–51, 75–78, 134–143.
12. John W. Welch, The Sermon on the Mount in the Light of the Temple (London: Ashgate, 2009), 152.
13. Varias teorías se han presentado para explicar este pasaje, incluyendo teorías de que Jesús se estaba refiriendo a las puertas llamadas “ojo de la aguja”, de las cuales estaba hablando de una cuerda hecha de cabello de camello o que estaba usando en una hipérbole. Véase John A. Tvedtnes, “Can you give me some background on Matthew 19:24?” Ensign, March 1985, en línea en www.lds.org; Richard Neitzel Holzapfel, Eric D. Huntsman y Thomas A. Wayment, Jesus Christ and the World of the New Testament (Salt Lake City, UT: Deseret Book, 2006), 92. La teoría de que Jesús estaba hablando de una pequeña puerta carece de evidencia histórica o evidencia arqueológica. Mientras que la segunda teoría tiene mérito, la mayoría de los eruditos prefieren ver esto como un ejemplo de una hipérbole empleado por Jesús. Cualquiera que haya sido el caso, en las palabras de Tvedtnes, “la idea es clara, las riquezas pueden llegar a convertirse en un obstáculo serio para una persona que busca la vida eterna”. Para un comentario adicional, véase Julie Smith, The Gospel According to Mark, Brigham Young University New Testament Commentary (Provo, UT: BYU Studies, 2018) 564–576.
Traducido por Central del Libro de Mormón
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