Después de la gran destrucción que fue registrada en 3 Nefi, la voz del Señor se escuchó entre el pueblo, declarando que había “hecho que esa gran ciudad de Moroni se hunda en las profundidades del mar, y que se ahoguen sus habitantes” (3 Nefi 9:4). Las ciudades de Oníah, Mocum y Jerusalén sufrieron destinos similares. Con respecto a estas, el Señor declaró que había “hecho que las aguas ocupen sus lugares” (v. 7).
Algunos podrían preguntarse, basándose en estos pasajes, si hay alguna evidencia de que ciudades estuvieran inundadas de esta manera en la antigua América. En la década de 1990, Roberto Samayoa notó ruinas en una meseta submarina mientras buceaba en el lago Atitlán, localizado en las tierras altas de Guatemala. Este lugar fue nombrado Samabaj, que se deriva en parte del propio apellido de Roberto y con el tiempo arqueólogos entrenados comenzaron a estudiar seriamente el área.1 Un estudio geofísico que utilizó un escaneo de sonar reveló aún más estructuras hechas por el hombre y otras locaciones bajo el agua a lo largo de la costa sur del lago Atitlán.2
Con respecto a Samabaj, el antropólogo John Sorenson señaló que “los edificios parecen haber estado intactos antes de la inmersión, implicando un aumento repentino del agua”.3 El periodista Roger Atwood lo llamó una “cápsula del tiempo submarina no molestada por saqueadores y no tocada por la urbanización”.4
Los investigadores han encontrado “cerca de 30 casas antiguas, una plaza, escaleras e incluso saunas, entre las ruinas sumergidas de Samabaj”.5 También presenta “no menos de 16 estructuras religiosas”, incluyendo “por lo menos siete estelas, monolitos o piedras alargadas que a menudo representaban poder y autoridad en la antigüedad”.6 Sonya Medrano, una arqueóloga involucrada con la excavación y mapeo subacuático del sitio, lo ha descrito como un “lugar de rituales públicos y peregrinaje”.7
El repentino aumento de agua, que dejó sumergida entre 12 a 30 metros a la isla de 30 acres, se debió probablemente a la actividad volcánica local.8 Basado en restos de cerámica, Sorenson cree que las ruinas eran del “período posterior clásico, probablemente alrededor del tiempo de Cristo”,9 y Medrano fechó “el momento de la destrucción de la isla a más tardar el año 300 d. C”.10
Samabaj ofrece un ejemplo perfecto del tipo de destrucción que experimentaron las ciudades de Oníah, Mocum y Jerusalén según lo explicó la voz del Señor. En lugar de hundirse en el mar o de tener una inundación repentina que viniera sobre ellos desde arriba, el Señor declaró: “[H]e hecho que las aguas ocupen sus lugares” (3 Nefi 9:7; énfasis añadido). Esto es exactamente lo que sucedió en Samabaj—el nivel del agua de su lago circundante se elevó rápidamente y los sumergió. Este asentamiento submarino, que hasta tiempos recientes no se había detectado en el fondo de un popular lago turístico, demuestra que el tipo de inundación mencionada en 3 Nefi no es nada descabellado.
Curiosamente, mucho antes del descubrimiento de Samabaj, varios eruditos Santos de los Últimos Días identificaron a la región del lago Atitlán con las aguas de Mormón y colocaron a Jerusalén, una de las ciudades sumergidas, cerca de sus costas.11 Sin embargo, permanece incierto si Samabaj y su inundación repentina tuvieron algo que ver con los pueblos del Libro de Mormón o la destrucción reportada en 3 Nefi.
Después de discutir el significado simbólico y religioso que la destrucción de Samabaj pudo haber tenido para sus habitantes, Atwood preguntó; “¿Los antiguos mayas sabían por qué la isla estaba desapareciendo?”12 Puede ser igualmente relevante preguntar si los pueblos del Libro de Mormón sabían por qué sus ciudades fueron cubiertas con agua. Desde el cielo, la voz del Señor se escuchó entre las personas, explicando que esto fue hecho “para ocultar sus maldades y abominaciones de ante mi faz, a fin de que la sangre de los profetas y de los santos no suba más hasta mí en contra de ellos” (3 Nefi 9:7).
Este razonamiento en realidad es muy similar a la justificación del Señor de enviar un diluvio en el tiempo de Noé. En Moisés 6:28 el Señor explica a Enoc que Él enviaría el diluvio porque “en sus propias abominaciones [del pueblo] han ideado el asesinato, y no han guardado los mandamientos”. Estas “abominaciones” fueron introducidas primero por Caín, quien mató a su hermano Abel (Moisés 5:25). En respuesta al asesinato de Caín, el Señor declaró: “La voz de la sangre de tu hermano clama a mí desde la tierra” (v. 35).
Por lo tanto, en ambos relatos, las inundaciones fueron enviadas por causa de las “abominaciones” las cuales están vinculadas en las Escrituras con el derramamiento de sangre inocente—sangre que simbólicamente llama desde la tierra por justicia divina.13 Jehová quería que su pueblo comprendiera que Él estaba obligado por Su propia ley a exigir justicia por el derramamiento de sangre inocente. El aumento de agua escondió simbólicamente las maldades y abominaciones del pueblo ante la presencia del Señor,14 mientras que al mismo tiempo limpiaba la tierra del pecado.15
Paul Y. Hoskisson y Stephen O. Smoot, “Was Noah’s Flood the Baptism of the Earth?” en Let Us Reason Together: Essays in Honor of the Life’s Work of Robert L. Millet, ed. Spencer Fluhman y Brent L. Top (Salt Lake City y Provo, UT: Deseret Book, Neal A. Maxwell Institute of Religious Scholarship y Religious Studies Center, Brigham Young University, 2016).
John L. Sorenson, Mormon’s Codex: An Ancient American Book (Salt Lake City y Provo, UT: Deseret Book y FARMS, 2013), 133–135, 647–648, 664.
John L. Sorenson, “The Submergence of the City of Jerusalem in the Land of Nephi”, Insights 22, no. 155 (2002): 2–3.
1. Roger Atwood, “Lost Island of the Maya”, Archeology 68, no. 4 (2015): 42.
2. Basado en un estudio geofísico inédito examinado por el equipo de Book of Mormon Central.
3. John L. Sorenson, Mormon’s Codex: An Ancient American Book (Salt Lake City y Provo, UT: Deseret Book y FARMS, 2013), 647.
4. Atwood, “Lost Island of the Maya”, 42.
5. Atwood, “Lost Island of the Maya”, 43.
6. Atwood, “Lost Island of the Maya”, 42–43.
7. Atwood, “Lost Island of the Maya”, 43.
8. Basado en un estudio geofísico inédito. Véase también, Atwood, “Lost Island of the Maya”, 42. Para conocer más acerca de los desastres naturales en 3 Nefi y su posible conexión a la actividad volcánica y geológica, véase Book of Mormon Central en Español, “¿Qué causó la oscuridad y destrucción en el año 34? (3 Nefi 8:20)“, KnoWhy 197, (4 de septiembre de 2017).
9. Sorenson, Mormon’s Codex, 647. De acuerdo con Sorenson, su propuesta geográfica del Libro de Mormón “coloca plausiblemente a la ciudad de Jerusalén en la costa sur del lago Atitlán. La concordancia cercana entre el tiempo de la inundación descrita en la ciudad del Libro de Mormón y el aumento de las aguas sobre el lago Samabaj, así como también su aparente aumento abrupto, es sorprendente”. Aunque el tiempo de la inundación de Samabaj puede ser demasiado tarde, la correlación geográfica de Sorenson aún es intrigante y merece atención y exploración adicional.
10. Atwood, “Lost Island of the Maya”, 42.
11. John L. Sorenson, An Ancient American Setting for the Book of Mormon (Salt Lake City y Provo, UT: Deseret Book y FARMS, 1985), 175–176, 223–225; Bruce W. Warren y Thomas Stuart Ferguson, The Messiah in Ancient America (Provo, UT: Book of Mormon Research Foundation, 1987), 44; Joseph L. Allen y Blake J. Allen, Exploring the Lands of the Book of Mormon, rev. ed. (American Fork, UT: Covenant, 2011), 637–646, 737–740.
12. Atwood, “Lost Island of the Maya”, 45.
13. De manera notable, fue inmediatamente después de la inundación en Génesis que Dios explicó la importancia simbólica de la sangre de Noé: “Todo lo que se mueve y vive os será para alimento… Pero carne con su vida, que es su sangre, no comeréis. Porque ciertamente demandaré la sangre de vuestras vidas; de manos de todo animal la demandaré y de manos del hombre; de manos del prójimo de todo hombre demandaré la vida” (Génesis 9:3-5).
14. El simbolismo de esconderse o cubrir sus pecados ante la presencia del Señor se remonta desde la historia de Adán y Eva, quienes, después de participar del fruto del árbol del conocimiento, “se escondieron el hombre y su mujer de la presencia de Jehová” (Génesis 3:8). Véase también 2 Nefi 9:14, Mormón 9:5; Lamentaciones 1:8; Isaías 47:3; Apocalipsis 3:18.
15. Véase Paul Y. Hoskisson y Stephen O. Smoot, “Was Noah’s Flood the Baptism of the Earth?” en Let Us Reason Together: Essays in Honor of the Life’s Work of Robert L. Millet, ed. Spencer Fluhman y Brent L. Top (Salt Lake City y Provo, UT: Deseret Book, Neal A. Maxwell Institute of Religious Scholarship y Religious Studies Center, Brigham Young University, 2016) 163–188.
Traducido por Central del Libro de Mormón
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