Como parte del capítulo entero de reflexiones sobre las debilidades del pecado e iniquidades, Mormón contrastó la obediencia ostensible de la naturaleza sobre la desobediencia pecaminosa de los hombres. Por ejemplo, en respuesta a la voz del Señor, el polvo se mueve de un lado a otro, las colinas y montañas son transformadas en valles y la tierra entera tiembla (véase Helamán 12:7-12). En su solemne comentario, Mormón continúa:
Sí, y si dice a la tierra: Muévete, se mueve. Sí, y si dice a la tierra: Vuélvete atrás, para que se alargue el día muchas horas, es hecho. Y así, según su palabra, la tierra se vuelve hacia atrás, y al hombre le parece que el sol se ha quedado estacionario; sí, y he aquí, así es, porque ciertamente la tierra es la que se mueve y no el sol. (Helamán 12:13–15)
Este pasaje ha desconcertado a muchos lectores ya que parece sugerir que Mormón y tal vez su cultura contemporánea, concibieron completamente un correcto entendimiento científico del cosmos. El modelo moderno del sol como centro de nuestro sistema solar, sin embargo, habría sido muy ajeno a las sociedades antiguas.
David Grandy ha explicado la visión cosmológica del Antiguo Testamento:
…no habría permitido que el sol o la tierra orbitaran completamente uno al otro. Esto es porque no se imaginaba a la tierra como un cuerpo redondo suspendido libremente en el espacio…. En su lugar, se pensaba que la tierra descansaba en aguas subterráneas, las cuales Dios separó en la creación de las aguas que ahora están situadas sobre el firmamento.1
Por otra parte, aunque muchas antiguas culturas eran observadoras y astutas de los fenómenos celestiales, “hasta donde sabemos, ninguna cultura precolombina americana adoptó una forma heliocéntrica de ver al mundo”.2
Lo mucho que pudo haber conocido Mormón acerca de lo que es la física y astronomía, por supuesto, no se conoce. Por supuesto que es posible, que él—ya sea a través de la revelación o alguna fuente antigua desconocida al mundo moderno—haya recibido más información científicamente precisa acerca del cosmos que sus contemporáneos del prerrenacimiento.3 Tal como Erich Paul ha sugerido:
Sin información adicional observable (descubierta concluyentemente en 1838-39), no es posible distinguir (definitivamente) si la tierra o el sol (o ambos) están en movimiento. Por lo tanto, en cierto sentido el registro de Helamán no contradice el geocentrismo del Antiguo Testamento porque simplemente pone estos puntos de cabeza, por así decirlo, en favor de la visión moderna de heliocentrismo al enfatizar la posición relativa del observador.4
Al descubrir que es poco probable que Mormón sostuviera un punto de vista científico moderno del cosmos, el análisis de Grandy continúa aclarando la manera en que la declaración de Mormón reflejó en diferentes maneras una visión sagrada del mundo israelita, en lugar de un entendimiento científico post newtoniano del movimiento físico. Como Grandy explicó:
Por vivir en el periodo posterior del surgimiento de la ciencia moderna, podríamos preguntarnos cómo las personas premodernas podrían atribuir el principio de sensibilidad o el principio de la vida—o por lo menos la capacidad de responder a las influencias no mecánicas—a las cosas que “conocemos” que son sin vida. ¿No sería obvio para cada persona pensante, sin importar sus antecedentes o tiempo, que las rocas son entidades inertes?.5
Pero la idea de que la naturaleza era inerte era exactamente lo que Mormón no asumía. Para él, las rocas, las colinas, las montañas, todo el sistema solar, e incluso cada pequeña partícula de polvo, obedecían los mandamientos de Dios (Helamán 12:7-10). Y ese era el punto de vista que prevalecía en la mayoría del mundo hasta que la declaración de “Johannes Kepler de que había decidido dejar de pensar en el cosmos como un organismo divino para que se pudiera empezar a pensar en él, como [un inerte] reloj mecánico.”6
Mormón lamentó la repetida falla de los humanos de no ser humildes a su Creador y Benefactor mientras que la tierra y el sol y todo lo demás estaban dispuestos a obedecer:
Mormón, queriendo despertar en los humanos terrestres la necesidad de ser obedientes, usando el movimiento de la tierra como un ejemplo de obediencia, mantiene el sol [obedientemente] estacionario y deja que la tierra realice todo el movimiento [como se le ha mandado]. De esta manera, él hace entender que es contrario a nuestra experiencia en la tierra, y a los testigos de la naturaleza terrestre, que los humanos se conformen con un orgullo egoísta y así mismo dejan de moverse, obedecer, arrepentirse y crecer.7
Cualquiera que sea la verdad sobre el entendimiento científico de Mormón sobre el cosmos, las ideas de Grandy acerca del movimiento natural en respuesta a las palabras de Dios son dignas de absorberse. Como Grandy explicó: “Cuando se toma en contexto, la manera que Mormón… menciona el movimiento de la tierra es completamente consistente con la actitud bíblica de que toda la naturaleza está consciente de Dios y pronto para moverse o actuar de manera que lo glorifiquen a él.8
Al igual que los antiguos israelitas, Mormón probablemente creía que todo, incluyendo la tierra y el sol, de alguna forma importante, se movía o permanecía inmóvil debido a alguna capacidad potencial que Dios puso en su lugar al organizar el cosmos o por causa de algunos mandamientos adicionales que avanzan el plan de Dios.
En contraste con la perfecta armonía a la voluntad divina, Mormón lamentó: “¡Oh cuán insensatos y cuán vanos, cuán malignos y diabólicos, y cuán prontos a cometer iniquidad y cuán lentos en hacer lo bueno son los hijos de los hombres!” (Helamán 12:4). Mormón acertadamente utilizó este contraste natural para ayudar a las personas a aprender a ser humildes voluntariamente ante Dios al reconocer que “son menos aún que el polvo de la tierra” (v. 7) cuando fallan en amar y seguir los designios y principios ordenados por Dios.
Sin importar lo que Mormón haya conocido, o no, acerca del universo físico, él no estaba hablando aquí desde un punto de vista científico, sino desde una perspectiva doctrinal y simbólica. Por lo que, probablemente intentaba enfocar a sus lectores principalmente en su lección moral, que los humanos son menos que el polvo de la tierra cuando desobedecen a Dios.
A pesar de nuestra condición caída e inclinaciones naturales de extraviarnos, es bueno que los hombres y las mujeres tengan el albedrío de aplazar las tentaciones disruptivas, para que a través de la expiación de Cristo y por la obediencia a las leyes y ordenanzas del evangelio, todo el género humano pueda salvarse y por último puedan llegar a ser seres divinamente exaltados. El presidente Dieter F. Uchtdorf enseñó:
Esta es la paradoja del hombre: Comparado con Dios, el hombre no es nada; no obstante, somos todo para Dios. Mientras que al compararnos con la creación infinita podríamos aparentar que no somos nada, tenemos una chispa de fuego eterno que arde dentro de nuestro pecho. A nuestro alcance tenemos la incomprensible promesa de la exaltación—de mundos sin fin. Y el gran deseo de Dios es ayudarnos a lograrla.9
David Grandy, “Why Things Move: A New Look at Helaman 12:15,” BYU Studies Quarterly 51, no. 2 (2012): 99–128.
John Gee, William J. Hamblin, and Daniel C. Peterson, “And I Saw the Stars—The Book of Abraham and Ancient Geocentric Astronomy,” in Astronomy, Papyrus, and Covenant, ed. John Gee and Brian M. Hauglid, Studies in the Book of Abraham 3 (Provo, UT: FARMS, 2005), 1–16.
Erich Robert Paul, Science, Religion, and Mormon Cosmology (Urbana and Chicago, IL: University of Illinois Press, 1992), 99–145.
Thomas W. MacKay, “Mormon’s Philosophy of History: Helaman 12 in the Perspective of Mormon’s Editing Procedure,” in The Book of Mormon: Helaman through 3 Nephi 8, ed. Monte S. Nyman and Charles D. Tate Jr. (Provo, UT: Religious Studies Center, Brigham Young University, 1992), 129–146.
1. David Grandy, “Why Things Move: A New Look at Helaman 12:15,” BYU Studies Quarterly 51, no. 2 (2012): 110. Para una explicación más completa de este punto de vista, véase pp. 110–112.
2. Grandy, “Why Things Move,” 101–102. Para varios tratados sobre la cosmología de la antigua América, véase también Prudence M. Rice, Maya Political Science: Time, Astronomy, and the Cosmos (Austin, TX: University of Texas Press, 2004), 22–84; Johanna Broda, “Astronomy and Landscape,” Archeoastronomy 15 (2000): 137–150; V. Garth Norman, Izapa Sacred Space: Sculpture, Calendar, Codex (American Fork, UT: Sunhew Press, 2012).
3. Moisés y Abraham, por ejemplo, recibieron conocimiento sagrado de las verdades cósmicas a través de la revelación. Véase Abraham 3 y Moisés 1:33-38. Véase también Jared W. Ludlow “Abraham’s Visions of the Heavens,” Astronomy, Papyrus, and Covenant, ed. John Gee and Brian M. Hauglid, Studies in the Book of Abraham 3 (Provo, UT: FARMS, 2005), 57–74; Hugh Nibley, One Eternal Round, in The Collected Works of Hugh Nibley, Volume 19 (Salt Lake City and Provo, UT: Deseret Book, FARMS, Neal A. Maxwell Institute for Religious Scholarship, and Brigham Young University, 2010), 364–366.
4. Erich Robert Paul, Science, Religion, and Mormon Cosmology (Urbana and Chicago, IL: University of Illinois Press, 1992), 101.
5. Grandy, “Why Things Move,” 107–108.
6. Grandy, “Why Things Move,” 108.
7. Grandy, “Why Things Move,” 121.
8. Grandy, “Why Things Move,” 124.
9. Dieter F. Uchtdorf, “Ustedes son importantes para Él,” Liahona, octubre 2011, 19, en línea en lds.org.
Traducido por Central del Libro de Mormón
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