En su larga epístola a Moroni, Helamán informó que los ejércitos nefitas al frente de la guerra habían alcanzado esencialmente un estancamiento con los lamanitas (Alma 58:1-2). Helamán escribió que después de enviar “una embajada al gobernador de nuestra tierra para darle a conocer las circunstancias de nuestro pueblo”, Helamán y sus compañeros esperaron “para recibir provisiones y fuerzas de la tierra de Zarahemla” (v. 4).
Sin embargo, mientras los lamanitas “estaban recibiendo muchas fuerzas de día en día, y también muchas provisiones” (Alma 58:5), los nefitas “espera[ron] en estas difíciles circunstancias por el espacio de muchos meses, hasta que [estaban] a punto de perecer por falta de alimentos” (v. 7). Finalmente, recibieron comida custodiada por un “ejército de dos mil hombres”, pero Helamán lamentó que “fue toda la ayuda que recibimos… para contender contra un enemigo que era innumerable” (v. 8).
Antes de este tiempo, los jóvenes guerreros de Helamán habían recibido muchas provisiones de sus padres (véase Alma 56:27), quienes estaban obligados a proveer “una parte de sus bienes” para ayudar a los nefitas a mantener a sus ejércitos (Alma 27:25) aunque aquellos hombres ammonitas no podían pelear por si mismos debido a su pacto de “nunca más [volver] a usar armas para derramar sangre humana” (Alma 24:18).1 Curiosamente, lo que se conoce de suministrar ejércitos en la antigua América ofrece un impresionante parecido con esta narración. John L. Sorenson explicó:
La logística de mantener un ejército en el campo en Mesoamérica, ya sea defensivamente o en el ataque, era un serio desafío bajo condiciones antiguas. … Normalmente un suministro de alimentos era llevado por soldados a sus espaldas desde sus comunidades de origen. … Los suministros continuamente eran traídos desde la base de origen por una línea de transporte donde eran requeridos o deseados.2
Similar a un antiguo ambiente mesoamericano, el Libro de Mormón nunca menciona el uso de animales para la batalla3 ni de que hayan cargado suministros para la guerra.4 Esto probablemente indica que los mismos soldados tenían que llevar cargas pesadas en largas distancias.5 Si los padres de los jóvenes guerreros entregaron personalmente estos suministros, o si simplemente fueron enviados por guerreros nefitas con capacidad de combate es ambiguo en el texto.6 Lo que está claro es que, por alguna razón, el transporte de estas provisiones esenciales a los soldados nefitas y ammonitas había sido detenido o de otra manera disuadido.7
A causa de su creciente falta de alimentos y provisiones, Helamán escribió: “[N]os afligimos y también nos llenamos de temor, no fuese que de algún modo los juicios de Dios descendieran sobre nuestra tierra para nuestra caída y entera destrucción” (Alma 58:9). En lugar de dejar que estos temores los hundieran en la más absoluta desesperación, el sumo sacerdote Helamán ayudó a sus jóvenes guerreros a mantener su fe a través de la oración: “Por lo tanto, derramamos nuestras almas a Dios en oración, pidiéndole que nos fortaleciera y nos librara” (v. 10). La respuesta del Señor les aportó un profundo alivio y paz:
Sí, y sucedió que el Señor nuestro Dios nos consoló con la seguridad de que nos libraría; sí, de tal modo que habló paz a nuestras almas, y nos concedió una gran fe, e hizo que en él pusiéramos la esperanza de nuestra liberación. (Alma 58:11)
En un momento en que fueron cortados temporalmente de los alimentos necesarios y suministros militares, Helamán y sus soldados en contrapeso equilibrado recibieron la seguridad divina de que no estaban bloqueados de las milagrosas bendiciones y liberación del Señor. En respuesta a su petición, recibieron los dones espirituales de fe, esperanza y el conocimiento reconfortante. Tal historia puede proporcionar solaz y esperanza a cualquiera que se encuentre temporalmente desamparado o en peligro espiritual.
También hay una lección que se puede encontrar en la respuesta de Helamán y sus hombres a la liberación prometida del Señor. En vez de esperar ociosamente a Dios para satisfacer sus necesidades, el ejército de Helamán mantuvo su fe mientras tomaban la iniciativa y ejecutaron exitosamente una estrategia militar para apoderarse de un fuerte lamanita. Helamán registró: “Y así avanzamos con toda nuestra fuerza contra los lamanitas que estaban en la ciudad de Manti” (Alma 58:13). El élder D. Todd Christofferson ha enseñado: “Asimismo, cuando suplicamos a Dios por el pan nuestro de cada día, por la ayuda que en el momento no podemos proveernos, aún debemos ser diligentes en hacer y proveer lo que sí esté a nuestro alcance”.8
Más tarde, los lectores aprenden que fue a causa de la corrupción de los funcionarios del gobierno en el mismo centro del territorio nefita que habían estancado provisiones para hacerlas llegar a los hombres de Helamán (Alma 61:3-4).9 De manera similar, las líneas de suministro esenciales de la fe, las bendiciones espirituales y los dones—a menudo facilitados por líderes inspirados y familiares amorosos—pueden verse impedidos cuando el corazón del receptor se endurece o se corrompe. El élder L. Whitney Clayton ha enseñado:
Las promesas del Evangelio son edificantes y ennoblecedoras, e incluso exaltadoras. Recibimos esas promesas mediante convenios con la condición de que llevemos vidas puras y morales. Cuando vivimos rectamente y procuramos purificar nuestro corazón, nos acercamos más a Dios y al Espíritu. La condición de nuestro corazón determina cuánta evidencia de lo divino vemos en el mundo ahora y nos habilita para el cumplimiento final de la promesa de que los puros “verán a Dios”. Nosotros aspiramos por la pureza.10
Brant A. Gardner, Traditions of the Fathers: The Book of Mormon as History (Salt Lake City, UT: Greg Kofford Books, 2015), 311–320.
John L. Sorenson, Mormon’s Codex (Salt Lake City and Provo, UT: Deseret Book and Neal A. Maxwell Institute for Religious Scholarship, 2013), 381–425.
1. Véase Book of Mormon Central en Español, “¿Cuál es el simbolismo de las espadas manchadas de los anti-nefi-lehitas? (Alma 24:12)”, KnoWhy 132 (10 de junio, 2017). Bajo la ley judía, aquellos que estaban exentos de servir en las líneas en el frente de batalla estaban todavía obligados a servir “en la retaguardia: ‘Deben suministrar agua y comida y reparar las carreteras’”; véase John W. Welch, “Exemption from Military Duty,” in Reexploring the Book of Mormon: A Decade of New Research, ed. John W. Welch (Salt Lake City and Provo, UT: Deseret Book and FARMS, 1992), 191.
2. John L. Sorenson, Mormon’s Codex (Salt Lake City and Provo, UT: Deseret Book and Neal A. Maxwell Institute for Religious Scholarship, 2013), 419. Para un estudio más completo de la logística en la guerra nefita, véase John E. Kammeyer, The Nephite Art of War (Far West Publications at Smashword, 2012, Revised Edition 2014)” 72–80.
3. Véase Brant A. Gardner, Traditions of the Fathers: The Book of Mormon as History (Salt Lake City, UT: Greg Kofford Books, 2015), 294; Véase también, Book of Mormon Central en Español, “¿Cuál es la naturaleza y el uso de los carros en el Libro de Mormón? (Alma 18:9)”, KnoWhy 126 (3 de junio, 2017). De acuerdo con Kitty F. Emery: “Un examen zooarqueológico para la depresión de los recursos dietéticos al final del período clásico en Petexbatún, Guatemala”, Human Ecology 36, no. 5 (2008): 620, “el único animal doméstico maya durante el período clásico fue el perro”. John L. Sorensen presenta una imagen mucho más compleja y potencialmente expansiva de la domesticación animal en la antigua Mesoamérica, pero en cualquier caso parece que no hay evidencia de que los animales domesticados se utilizaran en un contexto militar. Véase Sorenson, Mormon’s Codex, 309–321. Véase también Kammeyer, Nephite Art of War, 74–75.
4. Véase Ashley E. Sharpe and Kitty F. Emery, “Differential Animal Use within Three Late Classic Maya States: Implications for Politics and Trade,” Journal of Anthropological Archaeology 40 (2015): 287. Stanley Serafin, Carlos Peraza Lope, and Eunice Uc González, “Bioarchaeological Investigation of Ancient Maya Violence and Warfare in Inland Northwest Yucatan, Mexico,” American Journal of Physical Anthropology 154, no. (2014): 143; Gardner, Traditions of Fathers, 294; Kammeyer, Nephite Art of War, 72–74.
5. Véase Traci Ardren and Justin Lowry, “The Travels of Maya Merchants in the Ninth and Tenth Centuries AD: Investigations at Xuenkal and the Greater Cupul Province, Yucatan, Mexico,” World Archeology 43, no. 3 (2016): 429: “Tanto el transporte terrestre como el marítimo dependían de portadores humanos; no había animales domésticos en épocas clásicas y las representaciones de comerciantes antiguos que usaban cargas pesadas sobre la espalda llenas de artículos son conocidos por la cerámica de élite y los libros nativos.”
6. Un ejemplo bíblico de un miembro de la familia que llevaba personalmente provisiones a los soldados en el campo se puede ver en el joven David que lleva provisiones a sus hermanos que fueron a la guerra contra los filisteos (1 Samuel 17:23). Para un breve estudio de esta narrativa en el contexto de la guerra de bloqueo, véase Paul Bently Kern, Ancient Siege Warfare (Bloomington, IN: Indiana University Press, 1999), 36.
7. Para considerar las posibilidades generales para el suministro de armamentos nefitas, véase Kammeyer, Nephite Art of War, 75–80; William J. Hamblin and A. Brent Merrill, “Swords in the Book of Mormon,” in Warfare in the Book of Mormon, ed. Stephen D. Ricks and William J. Hamblin (Salt Lake City and Provo, UT: Deseret Book and FARMS, 1990), 329–351; Paul Y. Hoskisson, “Scimitars, Cimeters! We Have Scimitars! Do We Need Another Cimeter?,” in Warfare in the Book of Mormon, 352–359; William J. Hamblin and A. Brent Merrill, “Notes on the Cimeter (Scimitar) in the Book of Mormon,” in Warfare in the Book of Mormon, 360–364; William J. Hamblin, “The Bow and Arrow in the Book of Mormon,” in Warfare in the Book of Mormon, 365–399; William J. Hamblin, “Armor in the Book of Mormon,” in Warfare in the Book of Mormon, 400–424. Se ha sugerido por varios eruditos que las armas nefitas probablemente habrían utilizado obsidiana para las hojas y puntas de flecha. Sin embargo, parece ser que durante la batalla estas frágiles, aunque muy afiladas, espadas y puntas habrían estado expuestas a roturas y fracturas, por lo que necesitaban ser reabastecidas. Véase, por ejemplo, Marco Antonio Cervera Obregón, “The Macuahuitl: An Innovative Weapon of the Late Post-Classic in Mesoamerica,” Arms & Armour 3, no. 2 (2006): 145–146. Para un argumento que el macuahuitl (un antiguo garrote mesoamericano con insertos para las hojas de obsidiana) se usaba durante el tiempo del Libro de Mormón, véase Matthew Roper, “Swords and ‘Cimeters’ in the Book of Mormon,” Journal of Book of Mormon Studies 8, no. 1 (1999): 37–38. Para obtener información general acerca de la obsidiana como un artículo de comercio e industria en la antigua Mesoamérica, véase C. E. Ebert, M. Dennison, K. G. Hierth, S. B. McClure and D. J. Kennett, “Formative Period Obsidian Exchange Along the Pacific Coast of Mesoamerica,” Archaeometry 57, no. 1 (2015): 54–73; Barbara L. Stark, et al., “Economic growth in Mesoamerica: Obsidian consumption in the coastal lowlands,” Journal of Anthropological Archaeology, 41 (2016): 263-282.
8. D. Todd Christofferson, “Danos hoy el pan nuestro de cada día,” Charla fogonera del SEI para jóvenes adultos, Presentado en Brigham Young University, Enero 9, 2009, accedido en lds.org.
9. Véase Book of Mormon Central en Español, “¿Por qué era importante la correspondencia de Moroni con Pahorán? (Alma 59:3)”, KnoWhy 168.
10. L. Whitney Clayton, “Bienaventurados son todos los de corazón puro“, Liahona, octubre de 2007, págs. 52-53.
Traducido por Central del Libro de Mormón
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