Alrededor del año 75 a. C., la guerra entre los nefitas y los lamanitas comenzó a evolucionar. Recientemente en la historia nefita documentada, el comandante del ejército estaba separado del funcionario político más alto. Ese comandante era un joven llamado Moroni, que empleaba estrategias innovadoras de defensa para protegerse de la invasión de los ejércitos invasores lamanitas.1 Una de esas innovaciones fue una extensa fortificación en toda la tierra de Zarahemla (Alma 50:1-6).
Aunque se mencione fortificaciones alunas veces anteriormente,2 la naturaleza de los fuertes de Moroni parece ser diferente de los de épocas anteriores. Los lamanitas reaccionaron a ellas con “mayor asombro” porque “nunca se había[n] conocido entre los hijos de Lehi” (Alma 49:8). Las descripciones de estas fortificaciones indican las siguientes características:
Fortificaciones de naturaleza similar son conocidas entre muchas culturas antiguas, incluyendo algunas en la América precolombina.4 Según Ross Hassig, “durante el Formativo Tardío”, también llamado el período del Preclásico Tardío, “la sofisticación general de la guerra en Mesoamérica aumentó”.5 Esto naturalmente “impulsó el desarrollo de la arquitectura defensiva” durante este período de tiempo.6
Un par de arqueólogos mesoamericanos estuvieron de acuerdo en que “rasgos defensivos” en sitios arqueológicos “parecen haber sido más prominentes, aunque lejos de ser prevalentes, durante el Preclásico Tardío (300 a. C. a 250 d. C.)”, señalando, “transformaciones significativas en las conductas de guerra que al parecer tuvieron lugar durante el período Preclásico”.7 John L. Sorenson documentó un mínimo de 56 fortificaciones del Preclásico Tardío, en comparación con sólo cinco de los períodos de tiempo anteriores.8
Sin embargo, más que documentar el aumento de las fortificaciones, Sorenson tomó nota de sus características en cada período. Las características documentadas en las fortificaciones del Preclásico Tardío incluyen: (1) barreras de tierra e incluso ocasionalmente muros de piedra; (2) una zanja o foso; (3) empalizada de madera; (4) puestos aislados para guardias, y torres desde las que podían lanzarse piedras y otros proyectiles contra invasores.9
Por ejemplo, los terraplenes defensivos en Becán (ca. 100 d. C.) tenían una zanja con un ancho promedio de 16 metros y un terraplén de tierra de aproximadamente 11 metros de altura en promedio, desde el fondo de la zanja. Los arqueólogos sospechan que una empalizada de madera fue construida encima del terraplén, de la cual las piedras y quizás otros proyectiles fueron lanzados contra los atacantes enemigos.10
Las pocas fortificaciones que preceden al período Preclásico Tardío no tienen todas estas características, mientras que las fortificaciones de períodos posteriores tienen una variedad de características adicionales.11 Así, en Mesoamérica, las fortificaciones más consistentes con las de Moroni a mediados del siglo I a. C. son aquellas que datan de ese período de tiempo en general. Fortificaciones similares también se conocen en la América del Norte precolombina, aunque actualmente no se conoce ninguna en esa región que date a los tiempos del Libro de Mormón.12
A medida que aumentaba la frecuencia y la complejidad de la guerra, había una mayor necesidad de que los nefitas se fortificaran contra los ataques lamanitas. Bajo estas circunstancias, Moroni no se conformó con las fortificaciones simples o básicas. John Bytheway, como autor y educador SUD, señaló que “no eran solo montones y maderas, sino montones, maderas, estacadas y torres que creaban plazas fuertes”.13 La comparación con las características defensivas en la Mesoamérica contemporánea sugiere que Moroni empleó todos los métodos disponibles en esa época para proteger y fortificar a su gente.
Hoy, las tentaciones del adversario se hacen más sutiles y sofisticadas. Siguiendo el ejemplo de Moroni, los lectores de hoy pueden y deben usar todos los medios disponibles para protegerse de “las tentaciones [y] los ardientes dardos del adversario” (1 Nefi 15:24).
El élder M. Russell Ballard enseñó: “[N]o hay una cosa grande y grandiosa que podamos hacer para armarnos espiritualmente”. En su lugar, el élder Ballard explicó: “El verdadero poder espiritual reside en numerosos actos más pequeños tejidos juntos en una estructura de fortalecimiento espiritual que protege y defiende de todo mal”.14 Éstos incluyen la oración, el estudio de las Escrituras y el seguir a los profetas vivientes, que son los “atalayas” actuales situados encima de las torres.15
Cada característica de nuestra defensa espiritual está diseñada para atraer a individuos y comunidades sobre la roca de Cristo, la única verdadera defensa y refugio del mal, el sufrimiento y la tentación en este mundo caído (cf. Helamán 5:12).
David E. Spencer, Captain Moroni’s Command: Dynamics of Warfare in the Book of Mormon (Springville, UT: Cedar Fort, 2015), 20–32.
John Bytheway, Righteous Warriors: Lesson from the War Chapters in the Book of Mormon (Salt Lake City, UT: Deseret Book, 2004), 59–67.
John L. Sorenson, “Fortifications in the Book of Mormon Account Compared with Mesoamerican Fortifications,” in Warfare in the Book of Mormon, ed. Stephen D. Ricks and William J. Hamblin (Salt Lake City and Provo, UT: Deseret Book and FARMS, 1990), 425–444.
John L. Sorenson, “Digging in the Book of Mormon: Our Changing Understanding Ancient America and Its Scripture,” Ensign, September 1984, en línea en lds.org
1. Véase Book of Mormon Central en Español, “¿Por qué fue ventaja la edad joven de Moroni? (Alma 43:17),” KnoWhy 151 (03 de julio, 2017).
2. Véase Jacob 7:25; Jarom 1:7; Mosíah 7:10; 9:8; 21:19; y 22:6.
3. Véase John L. Sorenson, “Fortifications in the Book of Mormon Account Compared with Mesoamerican Fortifications,” in Warfare in the Book of Mormon, ed. Stephen D. Ricks and William J. Hamblin (Salt Lake City and Provo, UT: Deseret Book and FARMS, 1990), 438–443 para todas las referencias a fortificaciones en el Libro de Mormón.
4. David E. Spencer, Captain Moroni’s Command: Dynamics of Warfare in the Book of Mormon (Springville, UT: Cedar Fort, 2015), 25–32 muestra imágenes de fortalezas precolombinas de América del Norte y Mesoamérica, que son similares a la descripción del Libro de Mormón.
5. Ross Hassig, War and Society in Ancient Mesoamerica (Berkeley and Los Angeles, CA: University of California Press, 1992), 44. Curiosamente, de acuerdo con Hassig, el “incremento de profesionalismo militar” comenzó ca. 400 a. C. con la difusión de “armas especializadas” (p. 30). Además de algunas espadas hechas por Nefi temprano, fue en la vida de Jarom (ca. 397 a. C.—359 a. C., véase Jarom 1:5, 13) que los primeros nefitas comenzaron a desarrollar “armas de guerra” (Jarom 1:8).
6. Hassig, War and Society, 32.
7. Takeshi Inomata and Daniela Triadan, “Culture and Practice of War in Maya Society,” in Warfare in Cultural Context: Practice, Agency, and the Archaeology of Violence, ed. Axel E. Nielson and William H. Walker (Tucson, AZ: University of Arizona Press, 2009), 66.
8. Sorenson, “Fortifications in the Book of Mormon,” 429, tabla 2. Como a veces lo hacen los eruditos mesoamericanos, Sorenson divide el Preclásico Tardío en dos períodos: el Preclásico Tardío (400–50 a. C.) y el Protoclásico (50 a. C.–d. C. 200). Documentó 30 para el Preclásico Tardío y 26 para el Protoclásico. Para evitar la confusión, ya que todos los otros que se han citado no siguen el período Preclásico/Protoclásico Tardío, se han combinado los números de Sorenson para los dos períodos y simplemente se ha llamado Preclásico Tardío. Dado que estos números son de 1990, es probable que ahora haya más de todos los períodos de la historia de Mesoamérica.
9. Sorenson, “Fortifications in the Book of Mormon,” 430, table 3.
10. Véase Hassig, War and Society, 37; David L. Webster, Defensive Earthworks at Becan, Camepeche, Mexico (New Orleans, LA: Middle American Research Institute, Tulane University, 1976), 14–15, 88–91, 94–97. Véase también John L. Sorenson, “Digging in the Book of Mormon: Our Changing Understanding Ancient America and Its Scripture,” Ensign, septiembre de 1984, en línea en lds.org; John L. Sorenson, An Ancient American Setting for the Book of Mormon (Salt Lake City, UT: Deseret Book, 1985), 261–262; John L. Sorenson, Images of Ancient America: Visualizing the Book of Mormon (Provo, UT: FARMS, 1998), 132–133; Daniel Johnson, Jared Cooper, and Derek Gasser, An LDS Guide to Mesoamerica (Springville, UT: Cedar Fort, 2008), 101–103 (sidebar); Joseph L. Allen and Bake L. Allen, Exploring the Lands of the Book of Mormon, revised edition (American Fork, UT: Covenant Communications, 2011), 598–602; John L. Sorenson, Mormon’s Codex: An Ancient American Book (Salt Lake City and Provo, UT: Deseret Book and Neal A. Maxwell Instituto de Estudios Religiosos, 2013), 405-410.
11. De nuevo, esto se puede ver en Sorenson, “Fortifications in the Book of Mormon,” 430, table 3.
12. Para un tratamiento bastante detallado de las fortificaciones en la región central, véase David E. Jones, Native North American Armor, Shields, and Fortifications (Austin, TX: University of Texas Press, 2004), 50–57, 125–135. Jones documentó fuertes de nativos americanos en el noreste y sureste con paredes de tierra, palisades y torres de bastión. Referencias diseminadas a los fuertes de Mississippian se pueden ver en Charles R. Cobb and Bretton Giles, “War Is Shell: The Ideology Embodiment of Mississippian Conflict,” in Warfare in Cultural Context: Practice, Agency, and the Archaeology of Violence, ed. Axel E. Nielsen and William H. Walker (Tucson, AZ: University of Arizona Press, 2009), 88–91,mencionando palisades y zanjas. Palisades, zanjas y bastiones se mencionan en Thomas E. Emerson, “Cahokia Interaction and Ethnogenesis in the Northern Midcontinent,” in The Oxford Handbook of North American Archaeology, ed. Timothy R. Pauketat (New York, NY: Oxford University Press, 2012), 402; Gregory D. Wilson, “Living with War: The Impact of Chronic Violence in the Mississippian-Period Central Illinois River Valley,” in The Oxford Handbook of North American Archaeology, 527–528; John E. Blitz, “Moundville in the Mississippian World,” in The Oxford Handbook of North American Archaeology, 539. Muchos terraplenes en la región, con zanjas y montículos como paredes, han sido confundidos con fortificaciones, pero en realidad no son sitios defensivos. Véase Meghan C. L. Howey, “Regional Organization in the Northern Great Lakes, AD 1200–1600,” in The Oxford Handbook of North American Archaeology, 292–295; George R. Milner, “Mound-Building Societies of the Southern Midwest and Southeast,” en The Oxford Handbook of North American Archaeology, 438–440. Actualmente, la evidencia más temprana para las fortificaciones en esta región data de 600-1000 d. C. (Jones, Native North American Armor, 125), mientras que la mayoría de la evidencia es posterior a AD 1000. De acuerdo con Milner, “Mound-Building Societies,” 445, “La disminución en hostilidades del período silvícola probablemente real—esto no es el resultado de un pobre muestreo—porque muchos esqueletos han sido examinados”. Mientras que la definición del período silvícola puede variar entre los eruditos, Milner lo define ca. 200 a. C.– d. D. 400 (p. 437).
13. John Bytheway, Righteous Warriors: Lesson from the War Chapters in the Book of Mormon (Salt Lake City, UT: Deseret Book, 2004), 60.
14. M. Russell Ballard, “Be Strong in the Lord, and in the Power of His Might,” charla fogonera dada en inglés en BYU en marzo 3, 2002, en línea en speaches.byu.edu.
15. Véase Ballard, “Be Strong in the Lord”; and Bytheway, Righteous Warriors, 59–67.
Traducido por Central del Libro de Mormón
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