La Expiación de Jesucristo es la doctrina central de la Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días. Los Santos de los Últimos Días creemos que toda la humanidad puede ser salvada a través de la Expiación de Jesucristo, y que Él puede empatizar con todos los sufrimientos, enfermedades y dolor que son inherentes a la mortalidad. A través de la historia de la iglesia restaurada de Cristo, sus líderes y miembros han puesto sagrado énfasis en Getsemaní como el lugar donde Cristo sufrió por los pecados y aflicciones de la humanidad.1 Por lo tanto, para muchos Santos de los Últimos Días, Getsemaní se ha convertido en un foco central de la Expiación de Cristo.2
Sin embargo, tanto los profetas antiguos como los modernos nos han animado a mirar también la Crucifixión de Jesucristo como la fuente de salvación.
La muerte sacrificial de Jesucristo es parte integral de Su Expiación. Los Santos de los Últimos Días pueden acercarse a Dios y lograr un mayor aprecio por la Expiación a medida que estudian y reflexionan sobre la importancia de la Crucifixión en sus vidas. El Libro de Mormón, Doctrina y Convenios así como las enseñanzas de los profetas modernos brindan a los Santos de los Últimos Días razones importantes para prestar mayor atención a este vital tema.
Jesus Christ Visits the Americas (Jesucristo visita las Américas) por John Scott. Imagen vía Gospel Media Library.
El Libro de Mormón puede dar a los Santos de los Últimos Días un profundo aprecio por la muerte sacrificial de Cristo. De varias maneras, el libro enriquece nuestra comprensión de los sufrimientos del Salvador en Getsemaní (Mosíah 3:7; Alma 7:11) y también enfatiza constantemente la muerte de Cristo como una parte clave de Su Expiación. Si bien solo un puñado de pasajes del Libro de Mormón aluden potencialmente a los sufrimientos de Cristo en Getsemaní, más de 40 de ellos enseñan sobre la importancia de Su Crucifixión.3
Por ejemplo, la idea de que Cristo fue “levantado” en la cruz es un tema recurrente en el Libro de Mormón. Jesucristo enseñó mejor este concepto cuando visitó a los nefitas en América:
Y mi Padre me envió para que fuese levantado sobre la cruz; y que después de ser levantado sobre la cruz, pudiese atraer a mí mismo a todos los hombres, para que así como he sido levantado por los hombres, así también los hombres sean levantados por el Padre, para comparecer ante mí, para ser juzgados por sus obras, ya fueren buenas o malas—
Por esta razón he sido levantado; por consiguiente, de acuerdo con el poder del Padre, atraeré a mí mismo a todos los hombres, para que sean juzgados según sus obras.4
En estas escrituras, cuando Jesucristo define Su Evangelio y Expiación, Él lo hace en términos de la cruz.5 El hermoso propósito de la Crucifixión de Cristo, tal como lo define Él mismo, es exaltar a toda la humanidad si aceptan Su Expiación (Moisés 1:39).
Después de soportar el dolor y el sufrimiento infinitos de la Expiación, Jesús resucitó de entre los muertos en un cuerpo resucitado, glorificado y perfeccionado. Sin embargo, Su cuerpo “perfecto” todavía contenía las marcas de la crucifixión, a saber, las marcas de los clavos en sus manos y pies, así como la incisión en Su costado.
Al menos una de las razones por las que Cristo mantuvo estas señales fue para ayudar a identificarlo como el Hijo de Dios y el Salvador del mundo.6 Para los discípulos en el Nuevo Testamento, las marcas de los clavos en las manos y pies de Cristo indicaban que era el mismo hombre que había muerto en la cruz, pero que ahora estaba vivo. (Juan 20:27; Lucas 24:39).
Los nefitas en las Américas nunca habían visto a Jesucristo, sin embargo, la marca en Su costado puede haber ayudado a identificarlo como alguien que había sido sacrificado ritualmente. El erudito mesoamericano Mark Wright explicó, “Para una persona inmersa en la cultura mesoamericana, la señal de que una persona había sido sacrificada ritualmente hubiera sido una incisión en su costado, lo que sugiere que le habían quitado el corazón.”7
Los discípulos en el viejo mundo sabían que Jesús había muerto; las marcas en Su cuerpo eran testigos de que había resucitado de entre los muertos. Los discípulos en el Nuevo Mundo claramente vieron a Jesús vivo; las marcas en Su cuerpo les dieron testimonio de que Cristo había muerto sacrificialmente.8
También es posible que Jesús mantuviera las marcas de las heridas en Su cuerpo para que sirvieran como recordatorio del gran sufrimiento y costo personal de Su Expiación. el élder Jeffrey R. Holland ha expuesto,
Como recuerdo de esos días, Jesús, aun con un cuerpo resucitado y perfecto salvo por las marcas, ha decidido retenerlas para el beneficio de Sus discípulos. Esas heridas en Sus manos, en Sus pies y en Su costado son señales de que el dolor puede atacar aun al puro y al perfecto; señales de que los dolores de este mundo no son evidencia de que Dios no nos ama; señales de que los problemas se solucionan y la felicidad puede ser nuestra… el Cristo herido es el Capitán de nuestra alma, el que lleva todavía las cicatrices de nuestro perdón, las lesiones de Su amor y de Su humildad, la carne desgarrada de la obediencia y el sacrificio. Esas marcas son la forma principal en que lo reconoceremos cuando venga.9
Uno de los mensajes poderosos del Libro de Mormón es que Jesucristo realizó la Expiación por amor a nosotros. En la visión de Nefi del Árbol de la Vida, un ángel lo ayudó a entender que el Árbol de la Vida es un símbolo de “el amor de Dios que se derrama ampliamente en el corazón de los hijos de los hombres” (1 Nefi 11:22).
Nefi aprendió lo que realmente implica el amor de Dios, ya que fue testigo de la vida, el ministerio y la muerte culminante de Jesucristo. “Y yo, Nefi, vi que fue levantado sobre la cruz y muerto por los pecados del mundo.” (1 Nefi 11:33). De alguna manera, el Árbol de la Vida puede simbolizar el árbol sobre el cual Jesucristo fue colgado cuando fue crucificado por los pecados del mundo (Deuteronomio 21:23).10
Ciertamente, la razón más importante por la cual los Santos de los Últimos Días deben estudiar, reflexionar y apreciar la Crucifixión de Jesucristo es porque forma parte de la Expiación. La caída de Adán causó que la mortalidad, el pecado y el sufrimiento entraran en el mundo. El hombre nunca podría volver a la presencia de Dios sin un sacrificio infinito y eterno (Alma 34:12).11 Para anticipar este sacrificio, los discípulos ofrecieron sacrificios de animales desde la época de Adán. (Moisés 5:6–8). Estos sacrificios sirvieron como una similitud de Jesucristo, el Cordero de Dios, cuyo sacrificio infinito y eterno se completó cuando murió por nuestros pecados en la cruz.12
El Libro de Mormón deja bastante claro que la muerte de Jesucristo está ligada a Su poder expiatorio. A los reunidos en el templo en Abundancia, Jesús les explicó que Él había sido “muerto por los pecados del mundo” (3 Nefi 11:14, énfasis añadido). Moroni también afirmó que “son redimidos todos los hombres, [por] la muerte de Cristo” (Mormón 9:13, énfasis añadido). Y durante su misión a los lamanitas, Aarón testificó que “no habría redención para la humanidad, salvo que fuese por la muerte y padecimientos de Cristo, y la expiación de su sangre.” (Alma 21:9, énfasis añadido).
El élder Bruce R. McConkie testificó,
And now, as pertaining to this perfect atonement, wrought by the shedding of the blood of God—I testify that it took place in Gethsemane and at Golgotha, and as pertaining to Jesus Christ, I testify that he is the Son of the Living God and was crucified for the sins of the world. He is our Lord, our God, and our King. This I know of myself independent of any other person.13
Los Santos de los Últimos Días obtendrán comprensión, inspiración y poder espiritual a medida que reconozcan mejor cómo la Crucifixión de Jesucristo es una parte importante de Su Expiación. La crucifixión de Cristo, junto con Su perfecta vida de servicio, Su infinito sufrimiento en Getsemaní y Su gloriosa resurrección, abre las puertas de la redención para toda la humanidad y prepara un camino para que cada uno de nosotros regrese a la presencia del Padre Celestial.
1. James E. Talmage fue uno de los primeros en poner especial énfasis en Getsemaní como el lugar donde Jesucristo sufrió por los pecados y las enfermedades de la humanidad. Véase James E. Talmage, Jesus the Christ: A Study of the Messiah and His Mission According to Holy Scriptures Both Ancient and Modern (Salt Lake City, UT: Deseret Book, 1915, 1983), 613. Para tratados selectos de la Expiación, Getsemaní y la Crucifixión antes de Talmage, véase Letter to the Church, circa March 1834, p. 143. The Joseph Smith Papers, accedido el 2 de junio de 2019; Revelation Book 1, Vision, 16 February 1832 (D&C 76:68–70), p. 136–137. The Joseph Smith Papers, accedido el 2 de junio de 2019; Letter from Oliver Cowdery, 6 November 1829, p. 7. The Joseph Smith Papers, accessed June 2, 2019; Journal of Discourses 8:115 (1861); Journal of Discourses 12:33 (1869); Journal of Discourses 13:59 (1871); Anthony H. Lund, Conference Report, April 1912, 11–12; Joseph E. Robinson, Conference Report, April 1918, 45–46 . El énfasis de los Santos de los Últimos Días en Getsemaní probablemente se deriva de una lectura específica de Lucas 22:44 el cual describe el sudor de Jesús “como grandes gotas de sangre”. A pesar de los problemas críticos de texto con el pasaje, los Santos de los Últimos Días extraen un significado especial de este pasaje basado en las enseñanzas de Mosíah 3:7 y DyC 19:18 que también describen sudor sangriento. De estas escrituras y el comentario adicional de los apóstoles y profetas modernos surge la creencia distintiva del Santo de los Últimos Días de que Jesucristo sufrió por los pecados y las enfermedades de la humanidad en Getsemaní, no exclusivamente durante la crucifixión.
2. Véase Marion G. Romney, Conference Report, October 1953, 35; Joseph Fielding Smith, Doctrines of Salvation, Volume 1, ed. Bruce R. McConkie (Salt Lake City, UT: Bookcraft, 1954–1956), 1:130; Spencer W. Kimball, Conference Report April 1961, 81; Marion G. Romney, Conference Report, April 1961, 119–120; Marion G. Romney, “The Resurrection of Jesus,” Ensign, May 1982, párrafos 7, 12; Ezra Taft Benson, “Valiant in the Testimony of Jesus,” Ensign, mayo de 1982, párrafo 7; Bruce R. McConkie, “The Seven Christs,” Ensign, noviembre de 1982, párrafos 36–38; Neal A. Maxwell, “Willing to Submit,” Ensign, mayo de1985, párrafos 43–49; Bruce R. McConkie, “The Purifying Power of Gethsemane,” Ensign, mayo de 1985.
3. 1 Nefi 10:11; 1 Nefi 11:33; 1 Nefi 19:10; 1 Nefi 19:13; 2 Nefi 2:8; 2 Nefi 6:9; 2 Nefi 9:5; 2 Nefi 10:3–5; 2 Nefi 25:13–14; 2 Nefi 26:3; Jacob 1:8; Mosíah 3:7–9; Mosíah 14:12; Mosíah 15:7; Mosíah 16:7–8; Mosíah 18:2; Alma 7:12; Alma 11:42; Alma 16:19; Alma 21:9; Alma 22:4; Alma 24:13; Alma 34:10–12; Helamán 8:14–15; Helamán 14:14–16; Helamán 14:20; 3 Nefi 6:20; 3 Nefi 9:22; 3 Nefi 11:2; 3 Nefi 11:14; 3 Nefi 18:11; 3 Nefi 27:14–15; 3 Nefi 28:6; Éter 4:1; Mormón 9:13; Moroni 5:2; Moroni 9:25; Moroni 10:33.
4. 3 Nefi 27:14–15; cf. 1 Nefi 11:33; 1 Nefi 19:10; Helamán 8:14–15; 3 Nefi 28:6.
5. Gaye Strathern, “Christ’s Crucifixion: Reclamation of the Cross” en With Healing in His Wings, ed. Camille Fronk Olson y Thomas A. Wayment (Salt Lake City and Provo, UT: Deseret Book and Religious Studies Center, Brigham Young University, 2013), 55–79.
6. Strathern, “Christ’s Crucifixion: Reclamation of the Cross,” 55–79.
7. Mark Alan Wright, “Axes Mundi: Ritual Complexes in Mesoamerica and the Book of Mormon,” Interpreter: A Journal of Mormon 12 (2014): 91.
8. Consulte Book of Mormon Central, “¿Por qué el Salvador enfatizó su cuerpo resucitado durante la administración de la Santa Cena entre los nefitas? (3 Nefi 18:7),” KnoWhy 211, (septiembre 22, 2016).
9. Jeffrey R. Holland, “Enseñando, predicando, sanando,” Liahona, enero de 2003.
10. Para una perspectiva mesoamericana sobre el árbol de la vida como símbolo de la muerte de un dios, véase Allen J. Christenson, “Maya Harvest Festivals and the Book of Mormon,” Review of Books on the Book of Mormon, 3, no. 1 (1991): 28–29.
11. See Book of Mormon Central, “¿Por qué debe haber un sacrificio infinito y eterno? (Alma 34:12),” KnoWhy 142, (junio 22, 2017).
12. En Getsemaní, Jesucristo oró al Padre para que quitara la copa amarga (Lucas 22:42–44). Sin embargo, cuando Jesucristo voluntariamente tomó sobre sí los pecados de todo el mundo, estaba listo para servir como Cordero sacrificial infinito y eterno, y morir por los pecados del mundo. Para discusiones donde los líderes de la iglesia sugieren que Getsemaní fue un momento en que Jesús anticipó el sufrimiento de la crucifixión, vea Lorenzo Snow, Conference Report, octubre 1893; Anthon H. Lund, Conference Report, abril 1912, 11–12; Anthon H. Lund, Conference Report, octubre 1914, 12; J. Golden Kimball, Conference Report, abril 1925, 121; Joseph L. Wirthlin, Conference Report, abril 1948, 143.
13. Bruce R. McConkie, “The Purifying Power of Gethsemane,” Ensign mayo de 1985, énfasis añadido.
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