/ KnoWhys

KnoWhy #385

¿Cómo fue Sally Conrad un testigo del Libro de Mormón?

junio 27, 2018
KnoWhy #385
Imagen a través de lds.org
Imagen a través de lds.org
“Y dijo el Señor: Prepararé para mi siervo Gazelem una piedra que brillará en las tinieblas hasta dar luz”.
Alma 37:23

El conocimiento

De manera general, cuando pensamos en los testigos del Libro de Mormón, pensamos en los tres o los ocho testigos. Sin embargo, hubo muchos otros testigos indirectos del Libro de Mormón. Estos testigos incidentales pudieron haber visto parte de las planchas, como Josiah Stowell lo hizo.1 Otros pudieron haber sostenido las planchas, como Emma Smith lo hizo.2 Uno de los testigos se convirtió a la iglesia al simplemente presenciar el efecto que tuvo el proceso de traducción sobre José Smith y Oliver Cowdery. Su nombre era Sally Heller Conrad.3

En junio de 1829, Mary Whitmer trabajaba muy duro para atender a su propia familia, pero también enfrentaba la carga adicional de atender a José y Oliver, quienes estaban traduciendo el Libro de Mormón en su casa.4 Cansada y con mucho trabajo, Mary contrató a Sally para que le ayudara en la casa. Sally, de dieciocho años, probablemente pensó que sería un trabajo como cualquier otro, pero pronto notó algo inusual. Más tarde le dijo a un amigo que vio a José y a Oliver “bajar varias veces del cuarto de traducción cuando se miraban extremadamente blancos y extraños” que le preguntó a Mary Whitmer qué era lo que estaba pasando.5

Imagen a través de lds.org
Imagen a través de lds.org

Debido a la naturaleza sagrada del trabajo y el miedo a la persecución, los Whitmer no le dijeron a Sally qué era lo que estaba pasando.6 Pero finalmente, después de ver que esto pasaba en varias ocasiones, Sally dijo que ella se iría si Mary no le decía qué era lo que estaba pasando.7 Mary finalmente le explicó que José y Oliver estaba traduciendo un registro sagrado de unas planchas de oro, “y que el poder de Dios era tan grande en el cuarto que apenas podían soportarlo: en ocasiones estaban ángeles en su gloria, que casi los consumía”.8

La explicación de Mary dejó tranquila a Sally, que no solamente se quedó para ayudar a los Whitmer, sino que finalmente se unió a la iglesia por causa de sus experiencias.9 Ella se casaría más adelante en la iglesia, fue al oeste con los santos y murió en Provo, Utah a la edad de 92 años.10

El porqué

Hasta donde sabemos, Sally Conrad nunca vio las planchas o ni siquiera las sostuvo.11 Lo que hizo la diferencia en su vida fue el efecto que el Libro de Mormón tuvo sobre aquellos a su alrededor. Sally no tuvo una grandiosa o gloriosa visión de un ángel con las planchas. Ella nunca escuchó una voz del cielo. Ella simplemente vio el impacto que el Libro de Mormón tuvo sobre José Smith y Oliver Cowdery. Lo mismo puede ser cierto para nosotros ahora en día. Puede que nuestros rostros no tengan un resplandor celestial cuando leemos en Libro de Mormón, pero las personas aún podrían ver en nuestros rostros que leemos el Libro de Mormón y vivimos lo que enseña.12 Y pueden incluso preguntarse, como lo hizo Sally, qué es lo que nos hace diferentes de otras personas que conocen.

James E. Faust una vez dijo de un comentario que alguien había hecho acerca de la “luz” en los ojos de los santos de los últimos días. Él dijo:

¿Qué era esa luz de sus ojos tan obvia para nuestro amigo? El Señor mismo brinda la respuesta: ‘Y la luz que brilla, que os alumbra, viene por medio de aquel que ilumina vuestros ojos, y es la misma luz que vivifica vuestro entendimiento’. ¿De dónde provino esa luz? De nuevo el Señor da la respuesta: ‘…yo soy la luz verdadera que ilumina a todo hombre que viene al mundo’. El Señor es la luz verdadera y el Espíritu ‘ilumina a todo hombre en el mundo que escucha la voz del Espíritu’. Esa luz se refleja tanto en nuestro semblante como en nuestros ojos.13

Witnessing the Plates (Presenciando las planchas) por Anthony Sweat
Witnessing the Plates (Presenciando las planchas) por Anthony Sweat

Cuando leamos fielmente el Libro de Mormón, el Espíritu fluirá en nuestras vidas, y el impacto del Espíritu será obvio para aquellos con quienes interactuamos. La mayoría de las personas no llegará a convertirse cuando vea la influencia del Espíritu en nuestras vidas, como Sally lo hizo, pero nuestro incremento espiritual tocará a todos los que conozcamos.14 Ellos no necesitarán ver las planchas de oro y mensajeros divinos para conocer lo que es bueno y verdadero acerca del Libro de Mormón. Lo verán en nuestros rostros, y finalmente, de sus propias experiencias leyendo el Libro de Mormón.

Que todos, en nuestra propia manera, dejemos que la luz espiritual del Libro de Mormón irradie de nosotros para que podamos ser una influencia positiva en las vidas de aquellos que nos rodean.15

Otras lecturas

John W. Welch, “The Miraculous Timing of the Translation of the Book of Mormon,” en Opening the Heavens: Accounts of Divine Manifestations, 1820–1844, ed. John W. Welch, 2nd edition (Salt Lake City and Provo, UT: Deseret Book and BYU Press, 2017), 109, primary document no. 114. (disponible en la p. 185).

Glenn Rawson, “Sallie Heller Conrad” en Signs, Wonders, and Miracles: Extraordinary Stories from Early Latter-day Saints, ed. Glenn Rawson y Dennis Lyman (American Fork, UT: Covenant Communications, 2015), 199–200.

Mark L. McConkie, Remembering Joseph (Salt Lake City, UT: Deseret Book, 2003), 248–249.

 

1. Véase “Mormonism“, New England Christian Herald 4, no. 6 (Boston, MA; 7 de noviembre de 1832); reimpreso en Morning Star 8, no. 29 (Limerick, ME; 16 de noviembre de 1832); accedido el 1 de noviembre de 2017, en línea en sidneyrigdon.com.
2. Amy Easton-Flake y Rachel Cope, “A Multiplicity of Witnesses: Women and the Translation Process”, en The Coming Forth of the Book of Mormon: A Marvelous Work and a Wonder, ed. Dennis L. Largey, Andrew H. Hedges, John Hilton III y Kerry Hull (Salt Lake City y Provo, UT: Deseret Book y Religious Studies Center, Brigham Young University, 2015), 143.
3. Su nombre real era Sarah, pero ella lo cambio por Sally (algunas veces deletreado como Sallie). Véase John W. Welch, “The Miraculous Timing of the Translation of the Book of Mormon“, en Opening the Heavens: Accounts of Divine Manifestations, 1820–1844, ed. John W. Welch, 2nd edition (Salt Lake City y Provo, UT: Deseret Book y BYU Press, 2017), 109, documento principal núm. 114 (disponible en la p. 185). Véase también Glenn Rawson, “Sallie Heller Conrad” en Signs, Wonders, and Miracles: Extraordinary Stories from Early Latter-day Saints, ed. Glenn Rawson y Dennis Lyman (American Fork, UT: Covenant Communications, 2015), 199.
4. Aunque Emma probablemente estuvo ayudando durante mucho tiempo, en algunas cosas pudo haber estado muy ocupada. Véase Rawson, “Sallie Heller Conrad”, 199.
5. Para una copia de la entrevista original, véase Welch, Opening the Heavens, 185. Véase también Mark L. McConkie, Remembering Joseph (Salt Lake City, UT: Deseret Book, 2003), 248–249.
6. Véase Welch, Opening the Heavens, 185.
7. Véase Rawson, “Sallie Heller Conrad”, 199.
8. Véase Welch, Opening the Heavens, 185.
9. Rawson, “Sallie Heller Conrad”, 200.
10. Rawson, “Sallie Heller Conrad”, 200.
11. Uno podría pensar que ella lo habría mencionado en su entrevista si lo hubiera hecho. Véase Welch, Opening the Heavens, 185.
12. Véase Andrew C. Skinner, “Alma’s ‘Pure Testimony’ (Alma 5–8)”, en Book of Mormon, Part 1: 1 Nephi to Alma 29, Studies in Scripture, Volume 7, ed. Kent P. Jackson (Salt Lake City, UT: Deseret Book, 1987), 301.
13. James E. Faust, “La luz que ilumina sus ojos“, Liahona, Noviembre 2005, en línea en lds.org.
14. Joseph Fielding McConkie y Robert L. Millet, Doctrinal Commentary on the Book of Mormon, 4 vols. (Salt Lake City, UT: Deseret Book, 1987–1992), 3:30.
15. Véase, por ejemplo Alma 37:23.

Traducido por Central del Libro de Mormón