Mientras los sacerdotes del apóstata rey Noé lo interrogaban, el profeta Abinadí exhortó: “Quisiera que entendieseis que Dios mismo descenderá entre los hijos de los hombres, y redimirá a su pueblo”. Y porque “él mora en la carne”, Abinadí aclaró, “será llamado el Hijo de Dios, y habiendo sujetado la carne a la voluntad del Padre, siendo el Padre y el Hijo”. Por lo tanto, se le puede llamar “el Padre porque fue concebido por el poder de Dios; y el Hijo, por causa de la carne; por lo que llega a ser el Padre e Hijo”. Y Abinadí concluyó: “[Y] son un Dios, sí, el verdadero Padre Eterno del cielo y de la tierra” (Mosíah 15:1-4).
Esta enseñanza un tanto desconcertante ha recibido mucha atención por comentaristas SUD de doctrina y de las escrituras.1 Aunque los puntos de vista sobre este pasaje de alguna manera son variados, el punto que más derivan los intérpretes es que este pasaje es sobre la variedad de títulos y funciones de Cristo, no que Él sea “un Dios” con el Padre como en la Trinidad del cristianismo tradicional.
La Primera Presidencia y el Cuórum de los Doce Apóstoles aclararon en un tratado doctrinal que Cristo es el “padre” en que Él es el creador de la tierra, el “padre” de aquellos que aceptan el evangelio, y que tiene la autoridad de Dios el Padre por investidura divina.2 Esto se afirma en el Libro de Mormón por los profetas como Benjamín, quien declaró: “Y se llamará Jesucristo, el Hijo de Dios, el Padre del cielo y de la tierra, el Creador de todas las cosas desde el principio” (Mosíah 3:8; cf. Helamán 14:12).3 Tomado aisladamente, sería fácil leer Mosíah 15 como si de alguna manera enseñara la doctrina de la Trinidad tal como la enseña el mundo cristiano. Sin embargo, esa interpretación rápidamente colapsa cuando el pasaje es visto más ampliamente dentro del contexto de la teología general del Libro de Mormón acerca de Dios el Padre y su Hijo (cf. 3 Nefi 1:14; 9:15; 20:31; Mormón 9:12; Éter 3:14).4
También es significativo cómo este pasaje se aclara cuando se interpreta en el contexto de la antigua Mesoamérica. Mark Alan Wright y Brant Gardner han comentado sobre el llamado “complejos de dioses” de la antigua mesoamérica o el fenómeno en el que “un solo dios podría ser representado con una variedad de características o manifestaciones. Sus nombres, atributos y dominios de influencia eran fluidos, pero conservaban su identidad individual. Cada una de las elaboraciones que un lector moderno podría ver como una deidad diferente en verdad fue considerado ser meramente una elaboración de la compleja esencia de una deidad en particular“.5 En otras palabras, la antigua religión Maya permitía que una sola deidad tomara un número de títulos y atributos intercambiados, pero que permanece como una sola y única deidad.
Con esto en mente, Wright y Gardner argumentaron que “la explicación de Abinadí en Mosíah 15 sobre la manera en que Cristo es tanto el Padre como el Hijo también se puede entender como un ejemplo de múltiples manifestaciones de una sola deidad”, y por lo tanto puede ser fácilmente entendido como una antigua versión nefita de los complejos de dioses de los mayas. Lo que cambia no es la naturaleza inherente de Cristo o su relación con Dios el Padre (ellos de repente no se convierten en “un Dios” en un sentido trinitario), sino más bien las funciones, atributos y títulos que Cristo lleva de acuerdo con el contexto y la manera en que Él está siendo representado o descrito.
Wright y Gardner enfatizaron que los nefitas vivieron en un mundo que “podría” fácilmente revisionar el Dios nefita (con muchos nombres) como una deidad compleja, siendo compuesta por manifestaciones distintivas en diferentes circunstancias. Como tal “el Libro de Mormón puede leerse enseñando que cada deidad [por ejemplo Dios el Padre y Jesucristo] tenía su propia identidad y en ocasiones se describió en términos de diferentes manifestaciones”. 6
Los profetas del Libro de Mormón enseñaron que Jesús cumplió un número de funciones y por lo tanto podría llevar muchos títulos. Por lo tanto, se le llama, por ejemplo, Hijo Unigénito de Dios (Jacob 4:5), el Juez Eterno (Moroni 10:34), el Santo Mesías (2 Nefi 2:6), el rey de los cielos (2 Nefi 10:14), el Mediador (2 Nefi 2:28), el Mesías (1 Nefi 1:19) y el Redentor de Israel (1 Nefi 21:7). De hecho, Susan Easton Black ha documentado bien más de 100 nombres o títulos diferentes para Jesús en el Libro de Mormón, cada uno “signific[ando] un atributo o característica de Cristo y revela[ndo] algo único, esencial y profundamente inspirador acerca de Él”.7
Poder comprender esta práctica muy extendida permite a los lectores modernos relacionarse con la fuerte inclinación de muchas culturas antiguas de dotar a sus deidades con un número de títulos y apelativos. De acuerdo con Wright y Gardner: “Las deidades complejas mayas similarmente extendieron las cualidades de las deidades subyacentes, todavía con una elaboración más completa que solo un nombre”.8
El comprender esta plenitud de nombres usados para Jesucristo en el Libro de Mormón ayuda a los lectores a apreciar Sus muchas funciones, atributos, poderes, posiciones y cualidades personales. Poder contemplar esta variedad también llama la atención a la relación personal que cada escritor principal en el Libro de Mormón individualmente tenía con su Santo Mesías, su poderoso Salvador y el Hijo del Dios eterno.9
Al ver al Libro de Mormón en este contexto, los lectores pueden apreciar más la variedad de fórmulas usadas en el texto para explicar la relación entre el Padre y el Hijo. Esto por supuesto, incluye el discurso de Abinadí el cual se enfoca en la función de Cristo como el Dios de Israel y el padre de la creación condescendiendo a la tierra para llevar a cabo la expiación a favor de Su pueblo (cf. 1 Nefi 11).
Como Paul Y. Hoskisson ha escrito: “No puede haber duda que Abinadí conocía al Salvador, que él sabía acerca del Salvador y que entendía la función y la naturaleza única del Salvador muchos años antes que Cristo condescendiera a nacer entre los hijos de Adán”.10
Cada una de estas fórmulas apropiada y significativamente contienen mensajes únicos y por lo tanto en muchos sentidos, invitan a todo lector del Libro de Mormón a venir a Él, a pensar cuidadosamente acerca de la manera en que Cristo cumple para ellos Sus varias funciones bajo la dirección de Su Padre, y para lograr llegar a ser más como Él en palabra y hechos.
Mark Alan Wright and Brant A. Gardner, “The Cultural Context of Nephite Apostasy,” Interpreter: A Journal of Mormon Scripture 1 (2012): 25–55.
“The Father and the Son,” Ensign, April 2002.
Paul Y. Hoskisson, “The Fatherhood of Christ and the Atonement,” Religious Educator 1, no. 1 (2000): 71-80. “Enseñanzas de los Presidentes de la Iglesia: Joseph F. Smith”, La Iglesia de Jesuscristo de los Santos de los Últimos Días (2000).
1. Véase Rodney Turner, “Two Prophets: Abinadi and Alma (Mosiah 14–18),” in Studies in Scripture: Volume Seven, 1 Nephi to Alma 29, ed. Kent P. Jackson (Salt Lake City, UT: Deseret Book, 1987), 240–260; Joseph Fielding McConkie and Robert L. Millet, Doctrinal Commentary on the Book of Mormon: Volume II–––Jacob through Mosiah (Salt Lake City, UT: Bookcraft, 1988), 225–243; Robert L. Millet, “The Ministry of the Father and the Son,” in The Book of Mormon: The Keystone Scripture, ed. Paul R. Cheesman (Provo, UT: Religious Studies Center, Brigham Young University, 1988), 44–72; Monte S. Nyman, “Abinadi’s Commentary on Isaiah” in The Book of Mormon: Mosiah, Salvation Only Through Christ, eds. Monte S. Nyman and Charles D. Tate, Jr. (Provo: Religious Studies Center, Brigham Young University, 1991), 161–186; Jeffrey R. Holland, Christ and the New Covenant (Salt Lake City, UT: Deseret Book, 1997), 103–105; Paul Y. Hoskisson, “The Fatherhood of Christ and the Atonement,” Religious Educator 1, no. 1 (2000): 71–80; Brian K. Ray, “Adoption and Atonement: Becoming Sons and Daughters of Christ,” in Religious Educator 6, no. 3 (2005): 129–136; Jared T. Parker, “Abinadi on the Father and the Son: Interpretation and Application,” in Living the Book of Mormon: Abiding by Its Precepts, ed. Gaye Strathearn and Charles Swift (Provo, UT and Salt Lake City, UT: Religious Studies Center, Brigham Young University, and Deseret Book, 2007), 136–50; Brant Gardner, Second Witness: Analytical and Contextual Commentary on the Book of Mormon, six volumes (Salt Lake City, UT: Greg Kofford Books, 2007), 3:299–308; Ed J. Pinegar and Richard J. Allen, Commentaries and Insights on the Book of Mormon: 1 Nephi–Alma 29 (American Fork, UT: Covenant Communications, 2007), 392–400; Kathryn Jenkins Gordon, Scripture Study Made Simple: The Book of Mormon (American Fork, UT: Covenant Communications, 2015), 204–207.
2. “The Father and the Son,” Ensign, April 2000; Holland, Christ and the New Covenant, 179–193. “Enseñanzas de los Presidentes de la Iglesia: Joseph F. Smith”, capítulo 40 (https://www.lds.org/bc/content/shared/content/spanish/pdf/language-materials/35744_spa.pdf).
3. Benjamin asimismo enseñó que aquellos que hacen convenios con Dios serán “llamados progenie de Cristo, hijos e hijas de él” (Mosíah 5:7).
4. Véase Book of Mormon Central en Español, “¿Los profetas precristianos sabían acerca de Cristo? (1 Nefi 10:17),” KnoWhy 12 (14 de enero 2017).
5. Mark Alan Wright and Brant A. Gardner, “The Cultural Context of Nephite Apostasy,” Interpreter: A Journal of Mormon Scripture 1 (2012): 35–36.
6. Wright and Gardner, “The Cultural Context of Nephite Apostasy,” 37.
7. Susan Easton Black, “Jesus Christ, names of,” in Book of Mormon Reference Companion, ed. Dennis L. Largey (Salt Lake City, UT: Deseret Book, 2003), 457–458.
8. Wright and Gardner, “The Cultural Context of Nephite Apostasy,” 36.
9. Véase John W. Welch, “Ten Testimonies of Jesus Christ from the Book of Mormon,” in A Book of Mormon Treasury: Gospel Insights from General Authorities and Religious Educators (Provo: Religious Studies Center and Deseret Book, 2003), 316–342, and Charting the Book of Mormon (Provo: FARMS, 1999), charts 44–47.
10. Paul Y. Hoskisson, “The Fatherhood of Christ and the Atonement,” Religious Educator 1, no. 1 (2000): 76–77.
Traducido por Central del Libro de Mormón
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