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KnoWhy #232

¿Cómo reaccionó Mormón al ver a su pueblo caído?

octubre 23, 2017
KnoWhy #232
Mormon Bids Farewell to a Once Great Nation (Mormón se despide de la que fue una vez una Gran Nación) por Arnold Friberg
¡Oh bello pueblo, cómo pudisteis apartaros de las vías del Señor!
Mormón 6:17

El Conocimiento

“¡Oh bello pueblo!”, se lamentó Mormón al reflexionar sobre la destrucción de su pueblo. “¡[C]ómo pudisteis apartaros de las vías del Señor!… Cómo pudisteis rechazar a ese Jesús que esperaba con los brazos abiertos para recibiros! He aquí “, se lamentó, “si no hubieseis hecho esto, no habríais caído. Mas he aquí, habéis caído, y lloro vuestra pérdida”. (Mormón 6: 17-18).

El “alma de Mormón se desgarró con angustia” al presenciar a “los de [su] pueblo que habían muerto” (Mormón 6:16). Esa angustia se derrama en la página cuando uno lee su triste lamento.

¡Oh bellos

hijos e hijas,

vosotros, padres y madres,

vosotros, esposos y esposas,

pueblo bello,

cómo pudisteis haber caído!

Mas he aquí, habéis desaparecido,

y mi dolor no puede haceros volver. (Mormón 6: 19-20)

Tal vez porque el lamento de la pérdida de un ser querido está entre los aspectos más universales de la experiencia humana, los lamentos se encuentran entre las formas más antiguas de la literatura en el mundo, que se remontan al menos al tercer milenio antes de Cristo.1 “Desde la antigua Sumeria”, escribió Nancy C. Lee, profesora de estudios religiosos, “los lamentos de poetas y cantantes aún resuenan con la agonía de quienes hoy sufren de guerra y privaciones”.2

Lo mismo podría decirse de los lamentos de Jeremías sobre la caída de Jerusalén y su pueblo ante los babilonios en 586 a. C. (Lamentaciones). O siglos más tarde, cuando el Salvador también se lamentaría por la falta de voluntad de la ciudad para seguir al Señor (Mateo 23:37; Lucas 13:34)3

En el antiguo Cercano Oriente, los lamentos fúnebres “típicamente se caracterizan por frases [exclamatorias] cortas del tipo ‘¡Oh, mi hijo!’”,4 no muy diferente del doloroso lamento de Mormón: ¡Oh bellos! En antiguos lamentos fúnebres, esta exclamación es seguida por “pasajes narrativos que contrastan el pasado gloriosamente representado del difunto con el presente lúgubre”,5 tal como lo hizo Mormón:

¡[C]ómo pudisteis apartaros de las vías del Señor!… ¡cómo pudisteis rechazar a ese Jesús que esperaba con los brazos abiertos para recibiros! … Mas he aquí, habéis caído, y lloro vuestra pérdida. (Mormón 6:17-18)

Al escribir estas palabras, Mormón probablemente estaba imaginando la época gloriosa de paz y prosperidad iniciada por la visita personal del Señor resucitado, de la que había leído en el registro nefita. Sin duda, este contraste absoluto se sumó al trágico aguijón de la muerte que lo rodeaba.

Los antiguos poetas también aplicaron las formas de lamentos fúnebres a ciudades enteras, “como si la ciudad fuera una persona fallecida” en los lamentos de la ciudad.6 Jeremías hizo esto mientras se lamentaba por la destrucción de Jerusalén de la cual Lehi había huido (Lamentaciones). Siglos más tarde, el Salvador también se lamentaría: “¡Jerusalén, Jerusalén!” (Mateo 23:37; Lucas 13:34)

Mormón también aplicó el lamento no sólo a la destrucción de una ciudad entera, sino al genocidio de su pueblo. Al igual que los lamentos de Jesús, Jeremías y otros poetas y profetas antiguos, el lamento de Mormón evoca poderosamente la agonía y el sufrimiento que los lectores de hoy pueden sentir y relacionarse fácilmente.

“Cuando es relevante,” los lamentos fúnebres a menudo incluyen maldiciones “dirigidas a los responsables de la muerte del difunto”.7 Mormón, sin embargo, sabía que eran los nefitas los culpables de su propia destrucción. Y así, concluyó con esta inquietante advertencia:

Y pronto viene el día en que vuestra parte mortal se revestirá de inmortalidad,

y estos cuerpos que hoy se descomponen en corrupción, pronto se transformarán en incorruptibles;

y entonces tendréis que presentaros ante el tribunal de Cristo,

y si tal fuere que sois justos,

entonces benditos sois con vuestros padres que os han precedido.

¡Oh, si os hubieseis arrepentido antes que cayera sobre vosotros esta grande destrucción!

Mas he aquí, habéis desaparecido,

y el Padre, sí, el Padre Eterno del cielo, conoce vuestro estado;

y él obra con vosotros de acuerdo con su justicia y misericordia. (Mormón 6: 21-22).

En lugar de maldecir a los lamanitas, a quienes podía culpar por la muerte de su pueblo, Mormón los invitó a arrepentirse y recibir el evangelio (Mormón 7), a “abandonar [sus] armas de guerra; y no [deleitarse] más en el derramamiento de sangre” y “creer en Jesucristo, que él es el Hijo de Dios” (vv. 4-5).8

El Porqué

La cuidadosa variación de Mormón con las formas tradicionales de lamento es importante.9 No maldijo a los lamanitas, ni siquiera los culpó por la destrucción de su pueblo, aunque eso hubiera sido fácil de hacer. En lugar de ello, él reconoció que su pueblo se tenían que culpar a ellos mismos y sus propias iniquidades. Entonces advirtió que pronto se pondrían ante Dios en juicio, y esperaban lo mejor, confiando en que Dios juzgaría “de acuerdo con su justicia y misericordia” (Mormón 6:22). En cuanto a los descendientes de aquellos que eran sus enemigos (los lamanitas), los invitó a venir a Cristo.

Mormón se vio profundamente afectado por la tragedia de la caída y destrucción de su pueblo. La carnicería que presenció es difícil de comprender. El lamento de Mormón no fue meramente por la pérdida de un ser querido, como el de un lamento fúnebre, sino más bien por la pérdida de un pueblo, su pueblo: los nefitas, el “bello pueblo”.10

A pesar de presenciar lo que sin duda fue emocional y psicológicamente traumático, Mormón, en sus palabras finales, estableció un ejemplo digno de seguir. Su pueblo era inicuo, pero él los amaba profundamente y lamentaba mucho su pérdida. Él no buscó culpar a los demás, a pesar de su dolor, y amó a sus enemigos, invitándolos a venir a Cristo y poner fin al derramamiento de sangre innecesario.

Los lectores de hoy pueden aprender a amar de manera similar a aquellos que se equivocan, aceptan la responsabilidad personal por sus propias decisiones y aceptan las consecuencias de los juicios divinos. En lugar de culpar a los demás, incluso los que lloran pueden encontrar consuelo en amar a sus enemigos, orando por aquellos que los han usado con pesar, e invitándolos a venir a Cristo.

Otras lecturas

Matthew L. Bowen, “‘O Ye Fair Ones’—Revisited,” Interpreter: A Journal of Mormon Scripture 20 (2016): 315–344.

Matthew L. Bowen, “‘O Ye Fair Ones’: An Additional Note on the Meaning of the Name Nephi,” Insights: A Window on the Ancient World 23, no. 6 (2003): 2.

Thomas W. Mackay, “Mormon and the Destruction of Nephite Civilization (Mormon 3–9),” en Book of Mormon, Part 2: Alma 30 to Moroni, Studies in Scripture, Volume 8, ed. Kent P. Jackson (Salt Lake City, UT: Deseret Book, 1988), 231–244.

 

1. Véase F. W. Dobbs-Allsopp, “Lament,” en Eerdmans Dictionary of the Bible, ed. David Noel Freedman (Grand Rapid, MI: Wm. B. Eerdmans, 2000), 784–785.
2. Nancy C. Lee, Lyrics of Lament: From Tragedy to Transformation (Minneapolis, MN: Fortress Press, 2010), 24.
3. Para más información sobre lamentos bíblicos, véase Lee, Lyrics of Lament, 73-179.
4. Dobbs-Allsopp, “Lament,” 784.
5. Dobbs-Allsopp, “Lament,” 785.
6. Dobbs-Allsopp, “Lament,” 785.
7. Dobbs-Allsopp, “Lament,” 785.
8. Para una revisión más completa de la forma que toma la literaria tradicional de lamentos, véase Lee, Lyrics of Lament, 49–70.
9. Según Dobbs-Allsopp, “Lament,” 785, “hay varias transformaciones literarias” del lamento fúnebre estándar en el Antiguo Testamento. Entonces, no es sorprendente o problemático que Mormón rompa la manera que se hace.
10. El nombre nefita puede significar literalmente bello pueblo. Véase Matthew L. Bowen, “‘O Ye Fair Ones’: An Additional Note on the Meaning of the Name Nephi,” Insights: A Window on the Ancient World 23, no. 6 (2003): 2; Matthew L. Bowen, “‘O Ye Fair Ones’—Revisited,” Interpreter: A Journal of Mormon Scripture 20 (2016): 315–344.

Traducido por Central del Libro de Mormón