A raíz de la conversión de los anti-nefi-lehitas al evangelio y la nueva afiliación política con los nefitas (Alma 23),1 los amulonitas y los amlicitas,2 sus antiguos aliados políticos, hicieron los preparativos para la guerra (Alma 24:1–2).3 Los anti-nefi-lehitas, sin embargo, se negaron a tomar las armas, incluso en defensa propia (v. 6). En su lugar, enterraron sus armas en la profundidad de la tierra como “un testimonio a Dios, y también a los hombres, de que nunca más volverían a usar armas para derramar sangre humana” (vv. 17-18).
Dado el escenario del pueblo reunido haciendo un convenio con Dios, Corbin Volluz concluyó que “este texto debe entenderse en un contexto ceremonial”.4 Las ceremonias de dedicación y terminación, que representan el final de un viejo o el comienzo de un nuevo modo de vida, son conocidas en muchas culturas, y en la Mesoámerica preclásica estas datan desde 1500 a. C. A menudo incluían entierros de herramientas u otros objetos como una metáfora del sacrificio. Este tipo de ocasión sería apropiado para el convenio y las acciones hechas por los anti-nefi-lehitas.5
Como parte de su nueva vida, el pueblo comenzó a vivir la ley de Moisés (Alma 25:15-16). Parte de esta ley identificaba a quienes mataban con instrumentos o armas de hierro, piedra y madera como “asesinos” (Números 35:16-18). Así, al deshacerse de “todas las armas que se usaban para derramar sangre humana” (Alma 24:17), los anti-nefi-lehitas se prometieron a sí mismos y a Dios que nunca volverían a cometer un asesinato ilegal e intencional.
En esta ocasión, el rey anti-nefi-lehita pronunció un discurso en el que repitió varias formas del término mancha y también las palabras nuestras espadas siete veces cada una.6 Además, la palabra sangre se repite siete veces en la narrativa sobre el convenio.7 Estos términos repetidos están estrechamente unidos entre sí: Es la sangre que mancha las espadas, que luego se vuelven “lustrosas” de nuevo a través del poder limpiador de la expiación (Alma 24:12-13, 15). Si las espadas eran el macuahuitl mesoamericano, esta descripción podría ser aún más poderosa, ya que la sangre, literalmente, mancha y decolora los ejes de madera.8
Es posible que el simbolismo del número siete se haya mantenido a lo largo de los años en las tradiciones lamanitas, o podría haber entrado en esta ceremonia de convenio de las enseñanzas de Ammón basado en el uso frecuente del número siete en las planchas de bronce. De cualquier manera, habría comunicado al Dios de Israel el símbolo del número siete y el compromiso completo de estos amonitas de no volver a manchar sus espadas con sangre.
Los rituales de acción de la ley mosaica a menudo empleaban siete repeticiones, como en el Día de la Expiación con el ritual de rociar sangre siete veces sobre el altar y el propiciatorio en el templo (Levítico 16:14–19, 27). Volluz razonó:
La repetición de siete veces de estas palabras en estos cinco versos [en Alma] invoca la memoria de los siete sacrificios de sangre, inmersiones y aspersiones que acompañaron a rituales purificadores y limpiadores y convenios bajo la ley de Moisés, que estos ammonitas tuvieron especialmente cuidado de guardar mientras esperaban la venida de Cristo (Alma 25:15).9
En la narrativa de los anti-nefi-lehitas, la sangre se describe como algo que puede ser derramado (Alma 24:17-18), algo que mancha (vv. 12-13, 15), y se limpia por medio de la expiación (v. 13). Este lenguaje y la repetición y la interacción retórica de manchas, espadas y la sangre proporciona conmovedoras representaciones de la expiación. La palabra manchas ocurre tres veces en un contexto donde el lector espera leer pecados. Ellos se “arrepinti[eron] lo suficiente ante Dios para que él quitara [sus] mancha[s]” (v. 11, compare con vv. 12, 15).10 Dios quitó sus “manchas”, haciendo que sus “espadas … [fueran] lustrosas” (v. 12) y que la mancha de sus espadas fueran “limpiadas por medio de la sangre del Hijo de nuestro gran Dios” (v. 13).
Así como el ritual de sangre que se rociaba el Día de la Expiación simbolizaba la sangre expiatoria de Cristo,11 las espadas manchadas de sangre de los anti-nefi-lehitas se convirtieron en símbolo de sus almas manchadas de pecado. Así como sus espadas fueron descritas como limpias y brillantes, también sus pecados fueron limpiados por la expiación infinita de Jesucristo, y sus vidas fueron iluminadas por la perpetua luz del evangelio eterno.
Apreciaron tanto la pureza ganada a través de la expiación, que rechazaron tomar ningún riesgo de perderla de nuevo. Así, como observó el élder Richard G. Scott: “El pueblo, que ahora era fiel, prefirió morir por la espada que poner en peligro su vida espiritual tomando las armas para defenderse”.12 Todos los que se arrepienten y vienen a Cristo también pueden quitar las manchas del pecado y apreciar las bendiciones y la pureza de ser limpios por la sangre del Cordero.
Book of Mormon Central en Español, “¿Por qué el rey Benjamín se enfocó tanto en la sangre de Cristo? (Mosiah 4:2)”, KnoWhy 82 (Abril 13 2017).
Corbin Volluz, “A Study in Seven: Hebrew Numerology in the Book of Mormon,” BYU Studies Quarterly 53, no. 2 (2014): 57–83.
Elder Richard G. Scott, “Fortaleza personal por medio de la expiación de Jesucristo,” Liahona, Noviembre 2013, 82-84
1. Sobre las alianzas políticas que fueron formadas, véase Book of Mormon Central en Español, “¿Por qué los Lamanitas convertidos se llamaron anti-nefi-lehitas? (Alma 23:17)”, KnoWhy 131.
2. Para evidencia de que los manuscritos originales e impresos sugieren que los amalekitas eran los amlicitas, véase Book of Mormon Central en Español, “¿Por qué desaparecieron los amlicitas? (Alma 2:11)”, KnoWhy 109 (Mayo 15 2017). Véase también Royal Skousen, Analysis of Textual Variants of the Book of Mormon: Part Three, Mosiah 17–Alma 20 (Provo, UT: FARMS, 2006), 1605–1609; J. Christopher Conkling, “Alma’s Enemies: The Case of the Lamanites, Amlicites, and Mysterious Amalekites,” Journal of Book of Mormon Studies 14, no. 1 (2005): 108–117, 130–132.
3. Para ver estos versículos con el nombre “amlicitas” en lugar de “amalekitas”, véase Royal Skousen, ed., The Book of Mormon: The Earliest Text (New Haven, CT: Yale University Press, 2009), 365.
4. Corbin Volluz, “A Study in Seven: Hebrew Numerology in the Book of Mormon,” BYU Studies Quarterly 53, no. 2 (2014): 81.
5. Véase Brant A. Gardner, Traditions of the Fathers: The Book of Mormon as History (Salt Lake City, UT: Greg Kofford Books, 2015), 307–308. Véase también Jonathan B. Pagliaro, James F. Garber, and Travis W. Stanton, “Evaluating the Archaeological Signatures of Maya Ritual and Conflict, ” in Ancient Mesoamerican Warfare, ed. M. Kathryn Brown and Travis W. Stanton (Walnut Creek, CA: AltaMire Press, 2003), 75–89.
6. Para la palabra mancha: Alma 24:11,12 (2x), 13 (2x), 15 (2x). Para nuestras espadas: Alma 24:12 (2x), 13 (2x), 15 (2x), y 16
7. Alma 24:12,13 (2x), 15, 17, 18 (2x). Volluz, “A Study in Seven“, 81, señala la repetición de la palabra mancha y nuestras espadas, pero no la palabra sangre.
8. Véase William J. Hamblin and A. Brent Merrill, “Swords in the Book of Mormon,” in Warfare in the Book of Mormon, ed. Stephen D. Ricks and William J. Hamblin (Salt Lake City and Provo, UT: Deseret Book and FARMS, 1990), 342–343. Véase también Matthew Roper, “On Cynics and Swords,” FARMS Review of Books 9, no. 1 (1997): 151–152; Matthew Roper, “Swords and ‘Cimeters’ in the Book of Mormon,” Journal of Book of Mormon Studies 8, no. 1 (1999): 39.
9. Volluz, “A Study in Seven,” 81.
10. Skousen, The Earliest Text, 366.
11. Véase Book of Mormon Central en Español, “¿Por qué el rey Benjamín se enfocó tanto en la sangre de Cristo? (Mosíah 4:2)”, KnoWhy 82 (Abril 13 2017).
12. Élder Richard G. Scott, “Fortaleza personal por medio de la expiación de Jesucristo”, Liahona, Noviembre 2013, 82.
Traducido por Central del Libro de Mormón
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