En los escritos de Pablo, la fe es un elemento esencial de la vida recta que a menudo se destaca. La importancia de la fe en Jesucristo también ha sido mencionada repetidamente por los profetas modernos, incluyendo a José Smith, quien declaró que era uno de los primeros principios básicos del Evangelio (véase Artículos de Fe 1:4). Sin fe, no podríamos acceder plenamente a la gracia salvadora de Jesucristo ni cosechar todas las recompensas de la vida eterna que Él nos ofrece1.
Fiel a su estilo, las antiguas discusiones de Pablo sobre la fe tienen significados más ricos y profundos que los que se pueden traducir fácilmente al español. La palabra fe, tal como aparece en la versión Reina Valera del Nuevo Testamento, es una traducción de la palabra griega pistis, que se entiende mejor en términos de la relación patrón-cliente del mundo antiguo, como lo es la gracia. Brent J. Schmidt ha observado que, en todo el mundo grecorromano, pistis “significaba conocer y comprender al patrón de uno y desarrollar una relación basada en la fidelidad [a ese patrón] que idealmente desembocaba en una relación de por vida”2. Como tal, muchos casos de pistis en el Nuevo Testamento pueden traducirse más exactamente como “lealtad” o “fidelidad”, reflejando mejor este entendimiento en la relación.
Este punto de vista también se reflejaba en muchas actitudes grecorromanas hacia las relaciones de los humanos con sus dioses, que veían a los dioses como patrones que forjaban relaciones con los mortales, a menudo para su mejora. Para Pablo y otros apóstoles y autores del Nuevo Testamento, la fe también se refería a nuestra relación con el Padre Celestial, el único Dios verdadero. Según Schmidt, “el discípulo cliente comprende que Dios es el patrón, muestra fidelidad hacia él y desarrolla una relación con él”3. Esta relación es mutuamente beneficiosa, ya que Dios desea una relación más estrecha con nosotros y es continuamente fiel en cuanto a sus promesas en la medida en que nosotros somos fieles y leales a Él.
Esta relación se forma cuando hacemos convenios bilaterales con Dios, que en última instancia son para nuestro beneficio, ya que “[f]iel es Dios, por el que fuisteis llamados a la hermandad de su Hijo Jesucristo, nuestro Señor” (1 Corintios 1:9; cf. 1 Tesalonicenses 5:24). Del mismo modo que Dios es fiel a los acuerdos del convenio, espera que todos los que acudan a Él compartan esa fidelidad hacia Él, sin aceptar “lealtades divididas”. Los discípulos deben ser fieles solo a Dios Padre y a nadie más”4.
Este mandamiento de ser fiel solo a Dios fue expresado en términos inequívocos tanto por Pablo como por el propio Jesús: “Ninguno puede servir a dos señores, porque o aborrecerá al uno y amará al otro, o se apegará al uno y menospreciará al otro; no podéis servir a Dios y a las riquezas” (Mateo 6:24; cf. 1 Timoteo 6:9-10). Todas las preocupaciones de este mundo, incluyendo el dinero y las riquezas, no deben interponerse entre nosotros y el Señor si esperamos mantener adecuadamente una relación fiel con Él y recibir las bendiciones que nos ha prometido.
Puesto que la lealtad es necesaria para un buen discipulado, la fe nunca puede reducirse a una creencia pasiva en el Señor; requiere una acción constante para demostrar nuestra lealtad y amistad con Dios. Así, Pablo dijo a los filipenses que debían estar “firmes en un mismo espíritu, combatiendo unánimes por la fe del evangelio” (Filipenses 1:27). Pablo enseñó de forma similar en Romanos 9:30 que “los gentiles que no iban tras la justicia” en tiempos pasados, ahora habían “alcanzado la justicia, es decir, la justicia que es por la fe”, o fidelidad a sus convenios hechos inicialmente en el bautismo.Esta lealtad se discute y demuestra en profundidad en Hebreos 11. Después de declarar que “la fe [es] la certeza de lo que se espera, la convicción de lo que no se ve”, el autor de Hebreos enumera a muchas personas que han demostrado su lealtad al Señor al hacer y cumplir convenios con él (Hebreos 11:1). En esta lista se incluyen individuos justos como Abel, Enoc, Noé, Abraham, Sara, Isaac, Jacob y Moisés, así como innumerables otros que estimaron “el vituperio de Cristo” más que cualquier recompensa terrenal (Hebreos 11:26). Debido a esta lealtad, podían estar seguros de que el Señor los entregaría a “una [patria] mejor, a saber, la celestial; por lo cual Dios no se avergüenza de llamarse Dios de ellos, porque les había preparado una ciudad” (Hebreos 11:16).
Para Pablo, la fe en Cristo era algo más que una creencia pasiva. Reflejaba un profundo compromiso centrado en la acción. Según Schmidt, “la obediencia era la respuesta adecuada a la pistis relacional que caracterizaba las relaciones patrón-cliente centradas en Cristo, tal y como se explican en la epístola de Pablo a los romanos”5. Aunque teólogos posteriores declararían que la fe era una creencia abstracta, pasiva o mística que no requería ninguna acción por nuestra parte6, la comprensión relacional de la fe sería restaurada a través de José Smith en el Libro de Mormón y otras enseñanzas inspiradas y revelaciones dadas a través de profetas de los últimos días.
Al igual que en Hebreos 11, Moroni enseña en el Libro de Mormón que “los que creen en Dios pueden tener la firme esperanza de un mundo mejor, sí, aun un lugar a la diestra de Dios; y esta esperanza viene por la fe, proporciona un ancla a las almas de los hombres y los hace seguros y firmes, abundando siempre en buenas obras, siendo impulsados a glorificar a Dios” (Éter 12:4; cursiva agregada). La lealtad y fidelidad al convenio permitieron a las personas justas del Libro de Mormón encontrarse con el Salvador resucitado, liberarse de las ataduras, bautizarse con fuego y el Espíritu Santo, y ascender a la presencia de Dios7. La fe es “el principio de acción y de poder” que debe ejercerse en todo lo que hacemos8. Al final, se nos dice que “la salvación es el efecto de la fe, [y] que sin fe es imposible agradar a Dios”9. Al mismo tiempo, Dios ha declarado que “esta es mi obra y mi gloria: Llevar a cabo la inmortalidad y la vida eterna del hombre” (Moisés 1:39). Por lo tanto, mientras sigamos ejerciendo la fe en Jesucristo y en Su expiación, podemos estar seguros de que Dios siempre nos será fiel. Por medio de nuestra lealtad y amistad, podemos volver a entrar en Su presencia y disfrutar de relaciones eternas con Él y con todos los fieles (DyC 76:53).
Brent J. Schmidt, Relational Faith: The Transformation and Restoration of Pistis as Knowledge, Trust, Confidence, and Covenantal Faithfulness (Provo, UT: BYU Studies, 2022), 49–66.
1. Para una discusión sobre los puntos de vista de Pablo sobre la gracia de Cristo, véase Central del Libro de Mormón, “¿Qué significó la gracia para Pablo? (Romanos 3:23–24)”, KnoWhy 683 (15 de agosto de 2023).2. Brent J. Schmidt, Relational Faith: The Transformation and Restoration of Pistis as Knowledge, Trust, Confidence, and Covenantal Faithfulness (Provo, UT: BYU Studies, 2022), 49.
3. Schmidt, Relational Faith, 49, 52–53, 56.
4. Schmidt, Relational Faith, 63.
5. Schmidt, Relational Faith, 66.
6. Véase Schmidt, Relational Faith, 119–134, para conocer más sobre el tema.
7. Véase Éter 12:7–22. Para conocer una lista de los milagros realizados por medio de la fe, véase Joseph Smith Translation, Genesis 14:11, disponible en Kent P. Jackson, ed., Joseph Smith’s Translation of the Bible: The Joseph Smith Translation and the King James Translation in Parallel Columns (Provo, UT: Brigham Young University Press; Salt Lake City, UT: Deseret Book, 2022), 77.
8. Lectures on Faith 7:2.
Si bien Lectures on Faith se han relacionado tradicionalmente con José Smith y Sidney Rigdon, la autoría de estas conferencias sigue sin estar clara. Véase, por ejemplo, Larry E. Dahl, “Authorship and History of the Lectures on Faith”, en The Lectures on Faith in Historical Perspective, ed. Larry E. Dahl y Charles D. Tate Jr. (Provo, UT: Religious Studies Center, Brigham Young University, 1990), 1–21; Noel B. Reynolds, “The Case for Sidney Rigdon as Author of the Lectures on Faith”, Journal of Mormon History 31, no. 3 (2005): 1–41; Wayne A. Larsen, Alvin C. Rencher, y Tim Layton, “Who Wrote the Book of Mormon? An Analysis of Wordprints”, BYU Studies Quarterly 20, no. 3 (1980): 229.
9. Lectures on Faith 7:17; véase Hebrews 11:6.
Traducido por Central del Libro de Mormón
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