Cuando Jesús fue bautizado al comienzo de Su ministerio, varias manifestaciones divinas confirmaron a todos los presentes que Él era “el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo” (Juan 1:29). Estas manifestaciones tan significativas incluyeron la apertura de los cielos, el Espíritu Santo descendiendo sobre Jesús y la voz del Padre hablando desde el cielo.
Marcos y Lucas citan a Dios hablando directamente a Jesús: “Y vino una voz de los cielos que decía: Tú eres mi Hijo Amado; en ti me complazco” (Marcos 1:11, énfasis añadido; cf. Lucas 3:22). Mateo registra a Dios hablando al público que presenció el bautismo de Jesús. En cualquier investidura real, las palabras se dirigían naturalmente tanto al que era elevado al trono como al pueblo que entonces honraría a ese gobernante como su líder divinamente designado.
Los tres Evangelios, conocidos comúnmente como los Evangelios Sinópticos, parecen citar o aludir al Salmo 2:7, que a menudo se considera un importante salmo real asociado a la coronación de los antiguos reyes israelitas: “Yo publicaré el decreto: Jehová me ha dicho: Mi hijo eres tú; yo te he engendrado hoy” (énfasis añadido).
En el antiguo Cercano Oriente, era habitual que se hiciera referencia a los reyes como hijos de una deidad y que pasaran por un proceso ritual de iniciación para recibir poder y autoridad para actuar en nombre de ese dios1. En este sentido, se consideraba que los reyes tenían cualidades divinas. De esta manera, como ha señalado Jasmin Gimenez Rappleye, “en el fondo, ser hijo de Dios es heredar la divinidad y asumir una forma de deidad. La proclamación de la filiación de Jesús es una confirmación tácita de su divinidad”2.
Matthew B. Brown ha observado que la iniciación de los reyes estaba directamente relacionada con el recinto del templo e implicaba la admisión de los reyes en la presencia de Dios3. Es significativo que muchos elementos del templo israelita aparezcan entonces en el bautismo de Jesús, cuando inició su ministerio y se manifestó la presencia de los tres miembros de la Divinidad. Por ejemplo, recibir un nuevo nombre—específicamente, la identidad del Hijo de Dios—va unido a recibir las ordenanzas del lavamiento y la unción. El rito de lavado se correlaciona fácilmente con el hecho de que Jesús fue sumergido y, por lo tanto, lavado con agua en su bautismo.
En cuanto a la unción, se produjo simbólicamente cuando el Espíritu Santo vino en “forma de paloma” y se posó sobre Jesús4. En el Antiguo Testamento, Isaías relacionó específicamente el Espíritu con la unción (Isaías 61:1), y Pedro más tarde vincularía este concepto aún más directamente con la experiencia de Jesús en el Jordán: “[E]n cuanto a Jesús de Nazaret: cómo le ungió Dios con el Espíritu Santo y con poder” (Hechos 10:38; énfasis añadido)5. José Smith relacionó además la “señal de la paloma” en el bautismo de Jesús con la identificación adecuada de los ángeles—otro tema relacionado con el templo6.
Por último, cuando Jesús salió del agua en Su bautismo, es digno de mención que los cielos se “abrieron”, según la traducción literal griega de Marcos 1:10. En esta apertura o separación del velo celestial, Jesús fue admitido en presencia de dos miembros de la Divinidad, siendo Él mismo el tercer miembro encarnado. Así pues, su bautismo desembocó en un tipo de confirmación o encuentro divino, muy similar a las llamadas proféticas del Antiguo Testamento7.
El bautismo de Jesús fue la inauguración del ministerio y la obra salvífica de Jesús. La identidad de Jesús como Hijo Unigénito de Dios quedó confirmada de forma dramática al rasgarse el velo entre el cielo y la tierra y manifestarse la presencia de los tres miembros de la Trinidad. Una experiencia tan monumental sienta un precedente que cada uno de nosotros debe seguir. Como Nefi expresó cerca del final de su vida, “si el Cordero de Dios, que es santo, tiene necesidad de ser bautizado en el agua para cumplir con toda justicia, ¡cuánto mayor es, entonces, la necesidad que tenemos nosotros, siendo impuros, de ser bautizados, sí, en el agua!”8
El élder Bruce R. McConkie enseñó: “Cumplir toda justicia es efectuar toda ordenanza, guardar todo mandamiento y hacer toda obra necesaria para alcanzar la vida eterna”9. Estas ordenanzas, mandamientos y obras incluyen los que se efectúan en el santo templo, los cuales están prefigurados por la ordenanza del bautismo.
Al hacer convenios con el Señor, nosotros también podemos tomar sobre nosotros el nombre del Hijo de Dios y seguir el camino que Jesús marcó. En cuanto a nuestros propios viajes por este camino del convenio, Rappleye ha observado: “Jesucristo promete a sus seguidores que aquellos que se arrepientan de sus pecados y abracen el Evangelio tendrán acceso conjunto a la identidad de Jesús como Hijo”10. En otras palabras, siguiendo el ejemplo que Jesús estableció, todos los individuos pueden finalmente acercarse al Señor y ser admitidos en su presencia como hijos e hijas del convenio de Dios.
Jasmin Giminez Rappleye, “The Messianic Sacred, Not Secret: The Son as a Hidden Name in the Gospel of Mark”, en The Temple: Past, Present, & Future: Proceedings of the Fifth Interpreter Matthew B. Brown Memorial Conference, “The Temple on Mount Zion”, 7 November 2020, ed. Stephen D. Ricks y Jeffrey M. Bradshaw (Orem, UT: Interpreter Foundation; Salt Lake City, UT: Eborn Books, 2021), 171–196.
John W. Welch, “Matthew 1–4“, en New Testament Minute: Matthew, ed. Taylor Halverson (Springville, UT: Scripture Central, 2023).
John S. Thompson y Jackson Abhau, “Mark 1“, en New Testament Minute: Mark, ed. John W. Welch (Springville, UT: Scripture Central, 2023).
S. Kent Brown, “Luke 3“, en New Testament Minute: Luke, ed. John W. Welch (Springville, UT: Scripture Central, 2023).
1. Un ejemplo bíblico de esto se puede encontrar a través de Salomón, de quien el Señor declaró: “Yo seré para él padre, y él será para mí hijo” (2 Samuel 7:14). Para más estudios sobre la naturaleza divina de la realeza en el antiguo Cercano Oriente, véase Nicole Brisch, ed., Religion and Power: Divine Kingship in the Ancient World and Beyond (Chicago, IL: Oriental Institute, University of Chicago, 2008).2. Jasmin Gimenez Rappleye, “The Messianic Sacred, Not Secret: The Son as a Hidden Name in the Gospel of Mark”, en The Temple: Past, Present, and Future: Proceedings of the Fifth Interpreter Matthew B. Brown Memorial Conference, “The Temple on Mount Zion”, 7 November 2020, ed. Stephen D. Ricks y Jeffrey M. Bradshaw (Orem, UT: Interpreter Foundation; Salt Lake City, UT: Eborn Books, 2021), 181.
3. Véase Matthew B. Brown, “The Handclasp, the Temple, and the King“, en Temple Insights: Proceedings of the Interpreter Matthew B. Brown Memorial Conference, “The Temple on Mount Zion”, 22 de septiembre de 2012, ed. William J. Hamblin y David Rolph Seely (Orem, UT: Interpreter Foundation; Salt Lake City: Eborn Books, 2014), 5–10; reimpreso en Interpreter: A Journal of Latter-day Saint Faith and Scholarship 42 (2021): 421–426.
4. El bautismo se ha entendido durante mucho tiempo como un símbolo de muerte y resurrección, y el signo de la paloma que se manifestó en el bautismo de Jesús puede haber tenido vínculos con “el signo de Jonás”, sobre todo porque el nombre Jonás significa “paloma”. Véase Central del Libro de Mormón, “¿Cuál es la señal de Jonás? (Mateo 12:39–40)”, KnoWhy 652 (1 de diciembre de 2022).5. Un texto pseudoepigráfico conocido como el Evangelio de Felipe también vincula el bautismo de Jesús y la recepción del Espíritu Santo a una ordenanza de lavado y unción, aunque el texto está fragmentado: “Jesús apareció […] en Jordán, la plenitud [del] reino de los cielos. El que [nació] antes de todas las cosas renació; el ungido en el principio fue reungido”. The Gospel of Philip 70:34–71:3, en Bentley Layton y David Brakke, trans., The Gnostic Scriptures, 2da. ed. (New Haven, CT: Yale University Press, 2021), 486–487. John Tvedtnes señaló que la unción con aceite de olivo—otra práctica atestiguada en las primeras ordenanzas judías y cristianas—también podría ser un símbolo de la unción del Espíritu Santo en el pensamiento cristiano primitivo. Véase John A. Tvedtnes, “Olive Oil: Symbol of the Holy Ghost“, en The Allegory of the Olive Tree: The Olive, the Bible, and Jacob 5, ed. Stephen D. Ricks y John W. Welch (Salt Lake City, UT: Deseret Book; Provo, UT: Foundation for Ancient Research and Mormon Studies, 1994), 447. Esto se analiza con más detalle en Rappleye, “Messianic Sacred, Not Secret”, 185.
6. Véase, por ejemplo, Doctrina y Convenios 129; “Discourse, circa 21 March 1841, as Reported by Martha Jane Knowlton Coray“, pág. [25], The Joseph Smith Papers. Véase también Rappleye, “Messianic Sacred, Not Secret”, 185–186, para una discusión sobre las enseñanzas de José Smith sobre la señal de la paloma.7. Véase Rappleye, “Messianic Sacred, Not Secret”, 183–185. Véase también Evidence Central, “Book of Mormon Evidence: Lehi’s Prophetic Calling (Divine Confrontation)“, marzo 29, 2022.
8. 2 Nefi 31:5; véase también 1 Nefi 10:9–10; 11:27–28. John W. Welch analiza las razones que Nefi da para el bautismo de Jesús de la siguiente manera: “(1) Se humilló ante el Padre; (2) hizo convenio de ser obediente y guardar los mandamientos del Padre; (3) tuvo que ser bautizado para poder entrar en el reino celestial; y (4) dio ejemplo a todos para que lo siguieran (2 Nefi 31:4-11)”. John W. Welch, “Matthew 1–4“, en New Testament Minute: Matthew, ed. Taylor Halverson (Springville, UT: Scripture Central, 2023), 15.
9. Bruce R. McConkie, Doctrinal New Testament Commentary, 3 vols. (Salt Lake City, UT: Deseret Book, 2002), 1:123.
10. Rappleye, “Messianic Sacred, Not Secret”, 183. Véase también Mosíah 5:7; Romanos 8:16–17.
Traducido por Central del Libro de Mormón
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