Cuando Pablo escribió sus epístolas a Timoteo y Tito, ofreció muchas instrucciones sobre las cualificaciones de los que iban a ser llamados a ser líderes locales y poseedores del sacerdocio en la Iglesia. En cuanto a los diáconos, Pablo instruyó a Timoteo que, además de ser morales, debían guardar “el misterio de la fe con limpia conciencia” (1 Timoteo 3:8-9)1
Esta fe, o pistis, se utilizaba a menudo para describir una relación de confianza y fidelidad entre Dios y la humanidad2. Además, mientras que los lectores modernos pueden ver el término misterio y sacar la conclusión de que la fe en sí misma es misteriosa o incognoscible por naturaleza, no era así en el contexto antiguo de Pablo ni para sus antiguos lectores. La palabra griega mystērion, por ejemplo, se entendía mejor como un rito o enseñanza secreta que a menudo estaba relacionada con costumbres y ceremonias que no debían revelarse al público3. Como tal, muchos usos de mystērion parecen referirse a ordenanzas o consejos sagrados de Dios que no deben revelarse a quienes no son dignos de recibirlos.
De igual manera, en todo el mundo antiguo la relación común de pistis podía formalizarse mediante acciones rituales, y el misterio mencionado por Pablo parece entenderse en este contexto4. De hecho, Brent J. Schmidt ha señalado que pistis también se entendía en la época de Pablo como “un convenio, juramento o garantía que creaba confianza, en la que se confiaba para obtener seguridad a través de la ley sagrada”. Junto con este juramento de convenio, pistis también podía adoptar la forma de “signos dados a los fieles que ya confiaban en Dios”. Estos signos se daban para actuar como evidencia y conducir al santo fiel a “un mayor conocimiento y verdad” y podían persuadir aún más a “individuos, grupos y sociedades helenísticas de la certeza de lo que comúnmente experimentaban”5.
Estos convenios y signos acabaron encontrando su lugar en el templo. Esto es especialmente cierto en el caso de la frase “misterio de la fe” utilizada por Pablo, que Schmidt ha señalado que “significaba promesas rituales, a menudo asociadas antiguamente con la revelación en los templos” en el siglo I. Además, “puesto que pistis significaba comúnmente ‘promesa’ o ‘seguridad’, es muy probable que pistis también significara ‘convenio’ para el primer siglo. Como tales, los misterios de Dios, incluido el “misterio de la fe”, se entienden mejor como algo “revelado a través de Jesús y los escritos proféticos sobre su sacrificio y resurrección” que evoca la obediencia típica de un convenio pistis y podría formalizarse mediante una acción ritual u ordenanza6.
Uno de los misterios para los primeros cristianos era la primera ordenanza necesaria para entrar en la comunidad del convenio: el bautismo. Schmidt ha observado que los primeros cristianos “asociaban los misterios con rituales religiosos, como el bautismo”, considerando que la fe y la realización de convenios con Dios permitían a los discípulos “comprender el ‘misterio’ de su Evangelio”. Pistis también estaba estrechamente vinculada a las ordenanzas cristianas, ya que a menudo incluía promesas rituales que los iniciados debían pronunciar, como una fórmula bautismal conservada en las Constituciones Apostólicas que incluía la renuncia al diablo y la promesa de ser fieles a Dios durante toda la vida7. Los primeros escritores cristianos también describieron otras ordenanzas en términos similares.
Si Pablo tenía en mente el bautismo y su promesa ritual, entonces “en este contexto antiguo, se estaba exhortando a los diáconos a que se aferraran a las promesas del convenio del bautismo, que eran misteriosas solo para el mundo exterior”8. Independientemente de si se está refiriendo o no a esta ordenanza en particular, Pablo está informando claramente a Timoteo que todos los diáconos ordenados deben ser fieles a los convenios que han hecho, manteniéndolos con “limpia conciencia”. Habiendo sido iniciados en el mystērion, u ordenanzas, del evangelio, tenían que honrar la naturaleza sagrada de lo que habían experimentado.
En todas las Escrituras se encuentran mandatos similares para que nos aferremos a las enseñanzas y ordenanzas sagradas y no las revelemos a los no iniciados. Por ejemplo, Jesús dijo a sus discípulos: “No deis lo santo a los perros ni echéis vuestras perlas delante de los cerdos, no sea que las pisoteen y se vuelvan y os despedacen” (Mateo 7:6). Los eruditos, entre ellos John W. Welch, han observado que lo santo que se menciona en este versículo es probablemente un conocimiento especial y sagrado, “algo que se les exige que mantengan sagrado y confidencial—una implicación coherente con otras interesantes conclusiones de Jeremías sobre la existencia de enseñanzas y prácticas sagradas y secretas en el cristianismo antiguo”9.
El Libro de Mormón comienza con la declaración de Nefi de que tenía “un conocimiento grande de […] los misterios de Dios”, que aparentemente fue la base sobre la cual Nefi hizo su registro de “las cosas más sagradas”, un registro que comenzó en relación con la construcción de un templo10. El registro de Nefi culmina con una orden de “hablar con lengua de ángeles” (2 Nefi 32:2), que “puede representar el traspasar el velo para entrar en la presencia del Señor, volviéndose divino y, por lo tanto, uniéndose al consejo divino”11. Al igual que el misterio de la fe, esto reflejaba claramente las ordenanzas sagradas o el conocimiento que solo debía compartirse en espacios sagrados.
En última instancia, los juramentos, convenios y ordenanzas pistis aportan fuerza y milagros a quienes los cumplen fielmente y se aferran a ellos. Como señala Schmidt, “el conocimiento de la propia naturaleza divina y la fe en ella, expresados a través de la acción, produjeron milagros” a muchas personas del Nuevo Testamento a las que Jesús identificó como sanadas o capaces de sanar a otros por el poder de su fe12. Entre ellos, seguramente se encontraban muchos que habían realizado ordenanzas y eran fieles a los convenios que habían hecho con el Señor.
Como señala Schmidt, “los antiguos matices de la fe (pistis) traen bendiciones que conducen a la conversión, en contraste con el pecado que resulta en infelicidad”13. Estos matices, incluidos los juramentos, convenios y ordenanzas, son igualmente esenciales hoy en nuestra propia conversión al Evangelio.
Al leer el Nuevo Testamento, descubrimos que la fe está estrechamente asociada a acciones destinadas a desarrollar “una relación patrón-cliente con Dios, que se confirma por la confianza, seguida de un milagro”. Acceder a todos los poderes de esta relación requiere que actuemos, que hagamos convenios y que seamos fieles a ellos: “Una vez establecida una relación de fidelidad”, observa Schmidt, “basta con actuar, y se producirán grandes experiencias espirituales”14.
A medida que mantengamos nuestra relación con Dios, nos veremos impulsados a arrepentirnos más plenamente y trataremos de aferrarnos a los misterios de la fe para que también nosotros podamos ser considerados dignos de la relación que hemos establecido. Estos misterios comienzan a revelársenos en el bautismo, cuando entramos en el camino del convenio, y continúan a medida que progresamos en las ordenanzas del templo y nos preparamos para entrar de nuevo en la presencia de Dios—verdaderamente el mayor milagro que podamos experimentar algún día.
Brent J. Schmidt, Relational Faith: The Transformation and Restoration of Pistis as Knowledge, Trust, Confidence, and Covenantal Faithfulness (Provo, UT: BYU Studies, 2022), 67–85.
Neal Rappleye, “‘With the Tongue of Angels’: Angelic Speech as a Form of Deification”, Interpreter: A Journal of Latter-day Saint Faith and Scholarship 21 (2016): 303–323.
1. La palabra griega diácono literalmente significa “siervo”. Como tal, la designación utilizada por Pablo puede no estar describiendo el mismo oficio en el sacerdocio llamado por ese nombre hoy en día. Independientemente de si se trata del mismo oficio, debe tenerse en cuenta que algunos requisitos para la ordenación de diáconos en la antigüedad incluían el estado civil y lo bien que educaban a sus hijos (véase 1 Timoteo 3:11-12). Estas cualificaciones no se requieren para los diáconos en La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días y pueden ser una necesidad oportuna para la generación de Pablo en lugar de un principio atemporal para todos.
2. Véase Central del Libro de Mormón, “¿Cómo entendió Pablo la fe? (Romanos 9:30)”, KnoWhy 684 (25 de agosto de 2023).3. Véase Frederick William Danker et al., A Greek-English Lexicon of the New Testament and Other Early Christian Literature, 4ta. ed. (Chicago, IL: University of Chicago Press, 2021), 586, s.v. “μυστήριον”.
4. Para el uso de fidelidad, o pistis, en un ritual de apretón de mano derecha, véase Central del Libro de Mormón, “¿Cómo se conectan la fidelidad y la gracia con la diestra en señal de compañerismo? (Gálatas 2:9)”, KnoWhy 690 (29 de septiembre de 2023).5. Brent J. Schmidt, Relational Faith: The Transformation and Restoration ofPistis as Knowledge, Trust, Confidence, and Covenantal Faithfulness (Provo, UT: BYU Studies, 2022), 68, 73–74.
6. Schmidt, Relational Faith, 80–81.
7. Véase Schmidt, Relational Faith, 69–71, 81.
8. Schmidt, Relational Faith, 82.
9. John W. Welch, Illuminating the Sermon at the Temple and Sermon on the Mount(Provo, UT: Foundation for Ancient Research and Mormon Studies, 1999), 111. Como Welch muestra a lo largo de su libro, el Sermón del Monte recogido en Mateo 5-7 está impregnado de la antigua tradición del templo.
10. Nefi 1:1; 19:5; 2 Nefi 5; Neal Rappleye, “‘With the Tongue of Angels’: Angelic Speech as a Form of Deification”, Interpreter: A Journal of Latter-day Saint Faith and Scholarship 21 (2016): 305–308.
11. Rappleye, “‘With the Tongue of Angels,’” 305. Véase también Central del Libro de Mormón, “¿Qué significa hablar con lengua de ángeles? (2 Nefi 32:2)”, KnoWhy 60 (15 de marzo de 2017). Algunos de los primeros cristianos, entre ellos Clemente de Alejandría, relacionaban el hablar o cantar con los ángeles con los misterios y ordenanzas del Evangelio preparatorios para ver el rostro de Dios. Véase Clement of Alexandria, Exhortations to the Heathen, chapter 12.
12. Schmidt, Relational Faith, 83. Véase, por ejemplo, Mateo 9:20–22; 15:22, 28; 17:18–20.13. Schmidt, Relational Faith, 85.
14. Schmidt, Relational Faith, 83.
Traducido por Central del Libro de Mormón
Construimos una fe duradera en Jesucristo al hacer que el Libro de Mormón sea accesible, comprensible y defendible para todo el mundo.
Copyright 2017-2022 Book of Mormon Central: A Non-Profit Organization. All Rights reserved. Registeres 501(c)(3).EIN:20-5294264