Un día después de que Jesús limpiara el templo, los sumos sacerdotes y los ancianos vinieron a Él y le reclamaron por qué realizaba tales cosas, preguntando: “¿Con qué autoridad haces esto? ¿Y quién te dio esta autoridad?” (Mateo 21:23). En respuesta, Jesús planteó una pregunta: ¿De dónde recibió autoridad Juan el Bautista para bautizar?, la cual los sacerdotes y ancianos no pudieron responder. Jesús respondió: “Tampoco yo os digo con qué autoridad hago esto” (Mateo 21:27).
Luego entonces, Jesús enseñó varias parábolas, comenzando con la parábola del hijo dispuesto y el indispuesto. Si bien el cambio que hizo Jesús de enseñar con parábolas en este caso puede parecer raro, John y Jeannie Welch han señalado que la parábola del hijo dispuesto y el hijo indispuesto es bastante pertinente al contexto. Si bien Jesús no expondría sobre Su autoridad en algún término explícito, Él habría “contestado a las dos preguntas calculadas”1. Solamente aquellos que estuvieran espiritualmente sintonizados podrían discernir Su respuesta.
Finalmente, esta “parábola abarca tres elementos del plan de salvación: (1) que el plan fue establecido por el Padre en el concilio premortal en los cielos, (2) que Jesús fue elegido por el Padre en el concilio premortal en los cielos, y (3) que el Padre había conferido en Jesús la autoridad que era de suma importancia para actuar en el nombre del Padre de acuerdo con Su voluntad”2. Esto es especialmente evidente cuando uno examina el texto griego subyacente.
Cuando el Padre se acerca al primer hijo, la versión King James registra la interacción de esta manera: “Hijo, ve hoy a trabajar en mi viña. Y respondiendo él, dijo: No quiero; pero después, arrepentido, fue” (Mateo 21:28–29). Esta traducción es ambigua “en parte porque el griego en sí es deliberadamente ambiguo”, y los lectores del inglés modernos pueden entender que el hijo parece estar “rechazando rotundamente ir”3. Sin embargo, el texto griego no implica esto; más bien, “debería ser traducido más como que no es (ou) mi voluntad o mi deseo (thelō) ir“4.
Cuando se entiende en este contexto, llega a ser más claro la manera en que este primer hijo tipifica a Cristo. A lo largo de Su ministerio mortal, Jesús a menudo dijo que Él vino no a ser Su propia voluntad sino la voluntad del Padre: “Porque he descendido del cielo, no para hacer mi voluntad, sino la voluntad del que me envió”5. Incluso en el Getsemaní, cuando Jesús sufría por los pecados del mundo, Su oración era para reconciliar Su voluntad con la voluntad del Padre: “Padre mío, si es posible, pase de mí esta copa; pero no sea como yo quiero, sino como tú”6.
De la misma manera, el primer hijo en esta parábola se reconcilió con la voluntad de su padre y fue a la viña. John y Jeannie Welch señalan que la traducción de la versión King James como “se arrepintió” es desafortunada, ya que el griego emplea una palabra con un significado similar “pero no con el mismo significado”7. Entender al hijo como reconciliando su voluntad con la de su padre nos permite comprender más profundamente cómo Jesús sufrió voluntariamente por nosotros.
El segundo hijo de esta parábola también deseaba ir a la viña, pero por razones muy distintas. Mientras que la versión King James dice que este hijo afirma con entusiasmo: “Sí, señor, voy”, el texto griego dice simplemente “yo” (Mateo 21:30)8. Sin embargo, este hijo no hizo la voluntad del padre. John y Jeannie Welch señalan las similitudes entre esta parábola y los relatos del Concilio premortal en el Cielo que se encuentran en Moisés y Abraham.
En Moisés 4:1, se registra a Lucifer dando una respuesta al Padre muy similar a la que este segundo hijo da al suyo. La respuesta de Lucifer se centra desmesuradamente en el hombre mismo, buscando llamar la atención de los presentes: “Heme aquí, envíame a mí. Seré tu hijo y redimiré a todo el género humano, de modo que no se perderá ni una sola alma, y de seguro lo haré; dame, pues, tu honra”. Tan elevada respuesta contrasta con la respuesta de Jesucristo: “Padre, hágase tu voluntad, y sea tuya la gloria para siempre” (Moisés 4:1-2, énfasis añadido; cf. Abraham 3:27).
Por lo tanto, esta parábola ofrece una declaración directa de que Jesucristo es el primer hijo, que fue a hacer la voluntad de Su Padre, tal como acordó en el concilio premortal. Tal declaración tampoco habría pasado desapercibida para su audiencia. John y Jeannie Welch señalan que “los jefes de los sacerdotes sabían lo suficiente acerca de los concilios celestiales por sus propias tradiciones proféticas hebreas, así como por las declaraciones abiertas de Jesús en el templo acerca de venir a hacer la voluntad del Padre que lo había enviado (véase Juan 5:30), como para haber entendido bien de qué estaba hablando Jesús”9.
Jesucristo es nuestro ejemplo perfecto. Desde el principio, reconoció la voluntad del Padre y procuró hacer todo lo que se necesitaba de Él. Al buscar seguir el ejemplo de Jesús, entonces, podemos aprender cómo debemos reconciliar continuamente nuestra voluntad con la de Dios, arrepintiéndonos de nuestros pecados y buscando la presencia del Espíritu Santo en nuestras vidas.
Del mismo modo, podemos ver esta parábola como una invitación a seguir el ejemplo de Jesús. Como Jesús mismo enseñó, cuando los publicanos y las rameras oyeron a Juan el Bautista predicar en el desierto, creyeron en sus palabras y se arrepintieron de sus pecados. En otras palabras, reconciliaron su voluntad con la del Padre, permitiendo que sus deseos fueran absorbidos por los de Él. Por ello, Cristo les aseguró que tendrían un lugar en el reino del Padre (véase Mateo 21:31-32).
Esa bendición prometida de paz y de disfrutar el reino del Padre está igualmente abierta a todos los que se arrepienten y siguen a Jesucristo como Sus discípulos. Nunca es demasiado tarde, no importa dónde estemos en el camino de la vida, para dejar atrás nuestros deseos mundanos y seguirle. Al hacerlo, podemos tener la misma mentalidad que tenía Jesús y prometerle al Señor: “Padre, hágase tu voluntad, y sea tuya la gloria para siempre” (Moisés 4:2).
John W. Welch y Jeannie S. Welch, The Parables of Jesus: Revealing the Plan of Salvation (American Fork, UT: Covenant Communications, 2019), 44–49.
John W. Welch, “Symbolism in the Parable of the Willing and Unwilling Two Sons in Matthew 21”, en Let Us Reason Together: Essays in Honor of the Life’s Work of Robert L. Millet, ed. J. Spencer Fluhman y Brent L. Top (Provo, UT: Religious Studies Center, Brigham Young University; Salt Lake City, UT: Deseret Book, 2016), 97–116.
1. John W. Welch y Jeannie S. Welch, The Parables of Jesus: Revealing the Plan of Salvation (American Fork, UT: Covenant Communications, 2019), 45.
2. Welch y Welch, Parables of Jesus, 44.
3. Welch y Welch, Parables of Jesus, 45.
4. Welch y Welch, Parables of Jesus, 45.
5. Juan 6:38; cf. Juan 4:34; 5:30.6. Mateo 26:39; cf. Marcos 14:36; Lucas 22:42.7. Welch y Welch, Parables of Jesus, 46.
8. Véase Welch y Welch, Parables of Jesus, 46.
9. Welch y Welch, Parables of Jesus, 46.
Traducido por Central del Libro de Mormón
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