Una forma de leer el relato de Alma y Amulek en Ammoníah es como una historia de dos “órdenes en conflicto”: la orden de Nehor por un lado, representada por Zeezrom y Antiona (Alma 14:16-18; 15:15), y el orden sagrado del Hijo de Dios, representado por Alma y Amulek (véase Alma 13)1. A la luz de esta colisión de afirmaciones contrapuestas sobre el sacerdocio, los lectores modernos pueden ver cómo las enseñanzas profundas y sublimes de Alma acerca de “los misterios de Dios” en Alma 12-13 responden directamente a las cinco enseñanzas principales de Nehor, como se resume en Alma 1:3-4.
Nehor enseñó que sus sacerdotes debían “hacerse popular[es]; y que no debían trabajar con sus manos, sino que el pueblo debía sostenerlos” (Alma 1:3). Esto estaba en directa oposición con las enseñanzas del orden del convenio de Alma padre, quien enseñó que “los sacerdotes no habían de depender del pueblo para su sostén” (Mosíah 18:26). No es de extrañar, entonces, que al enfrentarse a los seguidores de Nehor, Alma enseñara sobre el verdadero orden del sacerdocio (Alma 13). Alma enseñó específicamente que los sacerdotes según el orden del Hijo de Dios no eran elegidos por popularidad, sino que eran llamados por Dios desde la fundación del mundo, de acuerdo con su fe y humildad (Alma 13:1–13). Se basó en el ejemplo de Melquisedec, quien ejerció “una fe poderosa” y “predicó el arrepentimiento a su pueblo” (Alma 13:18). En contraste con la práctica nehorita de apoyarse en las donaciones del pueblo, Melquisedec recibía diezmos justos ofrecidos al Señor por Abraham (Alma 13:15), en el almacén de Dios y para el beneficio de los pobres (TJS Génesis 14:37–38).
Nehor también enseñó que “todo el género humano se salvaría en el postrer día”, y por lo tanto, las personas “no tenían por qué temer ni temblar” (Alma 1:4). En contraste, Alma enseñó a los nehoritas en Ammoníah que, en el postrer día, los hombres serían “llevados ante el tribunal de Dios para ser juzgados según [sus] obras” (Alma 12:12). Por lo tanto, para los malvados que no se arrepientan, hay razones para temer y temblar, como el mismo Zeezrom estaba logrando entender (Alma 12:1). Alma afirmó que el Señor “tiene todo poder para salvar a todo hombre”, pero aclaró que su poder salvador solo puede ser activado para una persona que “crea en su nombre y dé fruto digno de arrepentimiento” (Alma 12:15).
En lugar de que el pueblo temiera o temblara o sintiera remordimiento por sus pecados, Nehor insistió en que todos los hombres podían y debían “levantar la cabeza y regocijarse” porque no había nada de qué preocuparse, ya que el Señor salvaría a todos (Alma 1:4). Los nehoritas, al estar a menudo relacionados con Amulón y los sacerdotes de Noé, podrían haber obtenido este conocimiento de una interpretación errónea de Isaías 52, que los sacerdotes pidieron a Abinadí que les explicara. En este capítulo, Isaías enseñó que “el Señor ha consolado a su pueblo, ha redimido a Jerusalén” (Mosíah 12:23, énfasis añadido)2. En contraste, Alma enseñó que solo aquellos que en este tiempo se arrepientan, recibirán “alegres nuevas de gran gozo” y muchas razones para regocijarse en el día en que el Señor venga en su gloria (Alma 13:21–25). En cambio, sintió “gran angustia” por aquellos que no desechan sus pecados y que postergan el día de su arrepentimiento (Alma 13:27).
El punto crucial de la lógica de la doctrina de Nehor era que, debido a que el Señor “había creado a todos los hombres… también los había redimido a todos” (Alma 1:4). Esto expone el malentendido fundamental de Nehor sobre el plan de redención, y explica por qué Alma dedicó tanto tiempo a explicar ese mismo plan a los seguidores de Nehor en Ammoníah (véase Alma 12:12–35). Para corregir su malentendido, Alma menciona repetidamente “el plan de redención” enfatizando los requisitos de fe y arrepentimiento con el propósito de ser redimidos (Alma 12:25, 26, 30, 32, 33). Alma explica que después de la creación, toda la humanidad llegó a ser un pueblo “perdido y caído” debido a la transgresión (Alma 12:22). Por tal motivo, el plan de Dios requiere que todos puedan “esperar anhelosamente a su Hijo para recibir la redención” (Alma 13:2). Aquellos que no lo hagan, “se hallarán como si no se hubiese hecho ninguna redención; porque no pueden ser redimidos de acuerdo con la justicia de Dios” (Alma 12:18).
Finalmente, habiendo enseñado que Dios había redimido a todos, por lo que todos se salvarían en el postrer día, Nehor evidentemente insistió que “al fin todos los hombres tendrían vida eterna” (Alma 1:4). Una vez más, Alma enseñó a los seguidores de Nehor en Ammoníah que esto simplemente no es así. Para aquellos que no se arrepienten, sino que mueren en sus pecados, hay “una segunda muerte, la cual es una muerte espiritual” (Alma 12:17). En lugar de recibir la vida eterna, aquellos que sufren la segunda muerte enfrentarán “una sempiterna destrucción, según el poder y cautividad de Satanás” (Alma 12:18; cf. 12:36–37). Alma concluyó su explicación general a los ammonitas, instándolos de esta manera: “[N]o demoréis el día de vuestro arrepentimiento” para que tengan “la esperanza de que recibiréis la vida eterna” (Alma 13:27–30).
Alma 12:9-13:30, contiene algunas de las más profundas enseñanzas acerca del plan de redención y el verdadero orden del sacerdocio que se encuentran en cualquier parte de las Escrituras3. Sin embargo, el pueblo al que se le dio esta enseñanza fue uno de los más inicuos y corruptos que se mencionan en todo el Libro de Mormón, y por sus iniquidades, la ira de Dios los destruyó completamente4. Cuando se examinan las enseñanzas de Nehor, queda claro el porqué Alma enseñó estas profundas verdades a un pueblo tan inicuo, fue porque Nehor había distorsionado o malinterpretado seriamente estas mismas doctrinas del sacerdocio y el plan de redención de Dios. Por lo tanto, era necesario enseñar al pueblo de Ammoníah la manera correcta de entender estos principios eternos para tener alguna esperanza de alejarlos con éxito de sus creencias, de la orden de Nehor y de sus objetivos políticos resultantes.
Es significativo que, aunque Alma tiene claras las terribles consecuencias a las que se enfrentará el impenitente en el postrer día, y en las eternidades posteriores, sus palabras no condenan directamente al pueblo de Ammoníah. En su lugar, se entrelazan con apasionadas súplicas de que el pueblo se arrepienta, para que pueda evitar tanto la “total destrucción” que venía para ellos en esta vida, como la “destrucción eterna” de la segunda muerte en los mundos venideros. Claramente, Alma no deseaba ninguna de estas destrucciones sobre el pueblo de Ammoníah, a pesar de la hostilidad con la que lo habían tratado, la falta de ética con la que habían intentado sobornar a Amulek y la atrocidad con la que tratarían a las mujeres y a los niños de los creyentes. En cambio, Alma esperaba que tuvieran prosperidad y la salvación eterna a través del arrepentimiento, y respondió de esa manera.
Desafortunadamente, la esperanza de Alma fue en vano. Incluso las enseñanzas correctas detrás de estas sublimes verdades no fueron suficientes. Aunque algunos se convirtieron, la mayoría de las personas y sus líderes continuaron con su dureza ante las hermosas verdades del plan de redención. Sin embargo, al mantener la esperanza, Alma proporciona un maravilloso ejemplo de amor a los enemigos, un ejemplo que podría usarse fructíferamente incluso en nuestros días. A lo largo de su vida, Alma creyó con optimismo que la predicación de la palabra de Dios podría provocar un cambio poderoso en los corazones y las mentes de las personas, y que literalmente podría cambiar el curso de la historia (cf. Alma 31:5). Al responder de esa manera, Alma estableció un ejemplo de amor y generosidad para que todo su pueblo lo siguiera. Que todos aprendamos a mantener la esperanza, incluso aquellos que pensamos que no la tienen, y ofrecer nuestra compasión y las bendiciones del plan de redención aún a los que nos injurian.
Thomas R. Valletta, “Conflicting Orders: Alma and Amulek in Ammonihah”, en The Temple in Time and Eternity, ed. Donald W. Parry y Stephen D. Ricks (Provo, UT: FARMS, 1999), 183–231.
John W. Welch, “The Trial of Alma and Amulek“, en The Legal Cases in the Book of Mormon (Provo, UT: BYU Press, 2008), 238–271.
1. Véase Thomas R. Valletta, “Conflicting Orders: Alma and Amulek in Ammonihah”, en “The Temple in Time and Eternity”, ed. Donald W. Parry y Stephen D. Ricks (Provo, UT: FARMS, 1999), 183–231.
2. Véase Central del Libro de Mormón, “¿Por qué los sacerdotes de Noé le habrán hecho preguntas de Isaías a Abinadí? (Mosíah 12:20–21)”, KnoWhy 89 (abril 21, 2017).
3. Véase Central del Libro de Mormón, “¿Por qué enseñó Alma a sus oponentes sobre el templo? (Alma 12:30)”, KnoWhy 119 (mayo 26, 2017); Central del Libro de Mormón, “¿Por qué Alma habló de Melquisedec? (Alma 13:14)”, KnoWhy 120 (mayo 27, 2017).
4. Para conocer material adicional sobre la maldad en Ammoníah, véase John W. Welch, “The Legal Cases in the Book of Mormon” (Provo, UT: BYU Press, 2008), 238–271; Central del Libro de Mormón, “¿Por qué la ciudad de Ammoníah fue destruida y desolada? (Alma 16:9–11)”, KnoWhy 123 (mayo 31, 2017); Central del Libro de Mormón, “¿Por qué un ángel envió a Alma de vuelta a Ammoníah? (Alma 8:17)”, KnoWhy 565 (junio 11, 2020).
Traducido por Central del Libro de Mormón
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