Cuando Samuel advertía a los nefitas con sus profecías, declaró que su propio pueblo, los lamanitas, eran un pueblo al que el Señor “[había] aborrecido… porque sus obras [habían] sido continuamente malas, y esto por motivo de la iniquidad de la tradición de sus padres” (Helamán 15:4). Este comentario aparentemente duro puede ser difícil de comprender para los lectores modernos. Sin embargo, en las sociedades antiguas, de acuerdo con Raymond Westbrook, “los términos de afecto como ‘amar’ [y ‘aborrecer’] se mencionaban en relaciones de siervo-maestro/vasallo-señor”.1
David Bokovoy explicó:
Investigadores en décadas recientes han demostrado que en el mundo bíblico la palabra amar a menudo representaba un convenio de devoción a un superior, mientras que lo opuesto, es decir, aborrecer, en ocasiones significaba una situación donde una persona estaba fuera de esta afiliación. Mientras que el significado de estas palabras para los occidentales suele significar una intensa carga emocional, en el antiguo Cercano Oriente, amor y odio a menudo llevaban la mencionada connotación particular de convenios.
Bokovoy concluyó: “Por lo que, las palabras amar y aborrecer en el mundo bíblico a menudo llevaban una connotación deliberada de alianza política (o la falta de ella)”.2
Ejemplos de este uso de palabras se puede encontrar en todo el Antiguo y Nuevo Testamento.3 En el tiempo de Salomón, por ejemplo, Hiram, que era rey de un estado vecino, se le describe como una persona que “siempre había amado a David” (1 Reyes 5:1), cuando Hiram era simplemente su siervo.4 Jesús enseñó: “Ningún hombre puede servir a dos señores, porque o aborrecerá al uno y amará al otro, o se allegará al uno y despreciará al otro. No podéis servir a Dios y a las riquezas” (Mateo 6:24; 3 Nefi 13:24). Este escenario se aclara cuando Dios y las riquezas se identifican como soberanos que son rivales y que hacen demandas competitivas sobre un vasallo.5 El vasallo solamente puede ser leal a uno solo (mostrar “amor”), lo cual necesariamente traicionará su convenio con el otro (mostrar “odio”).6
Como otro ejemplo de este concepto en el Antiguo Testamento, Bokovoy hizo referencia a los efrainitas, de quienes el Señor declaró: “[L]es tomé aversión; por la maldad de sus obras… [y] no los amaré más” (Oseas 9:15). Bokovoy señaló que “en el contexto del antiguo Cercano Oriente, estos actos equivalían a una insurrección política”, por lo que “los efrainitas fueron quitados de la casa o familia del convenio de Dios”.7
Samuel claramente colocó a los lamanitas—su propio pueblo—en el lado de los “aborrecidos”, señalando que sus “obras han sido continuamente malas” debido a la “iniquidad de la tradición de sus padres” (Helamán 15:4). “Significativamente”, comentó Bokovoy, “Samuel utilizó el verbo aborrecer en el mismo contexto en el cual aparece en el libro de Oseas. Dios aborrecía a los lamanitas de una manera similar en la que aborrecía a los efrainitas: Sus malos actos los habían colocado fuera de los límites de la relación de convenio”.8
El reconocer que las palabras de amar y aborrecer eran términos técnicos usados en las declaraciones antiguas de convenios, y darse cuenta que el aborrecimiento de Dios, en el contexto de las escrituras, se trataba de la lealtad a la alianza del convenio (o su opuesto) provee una clarificación importante para la declaración de Samuel. Como explicó Bokovoy, “el mensaje de Samuel se relaciona perfectamente con el contexto de ‘amor’ y ‘odio’ en el sentido antiguo de alianza”.9
Además, cuando las palabras de Samuel se leen en su totalidad, es claro que en realidad él estaba intentando demostrar el amor supremo hacia los lamanitas, quienes aún eran un pueblo de convenio. Samuel describe la manera en que “les ha llegado la salvación” (Helamán 15:4), “se esfuerzan por guardar sus mandamientos” (v. 5), “con infatigable diligencia se están esforzando” en predicar el evangelio (v. 6), ellos “[creen en] las Santas Escrituras” (v. 7), “son firmes e inmutables en la fe” (v. 8), “han enterrado sus armas de guerra… a causa de su fe en Cristo” (v. 9) y ahora “el Señor los bendecirá y prolongará sus días a pesar de su iniquidad” (v. 10).
En resumen, los lamanitas habían renovado su estado de convenio con el Señor, y Samuel esperaba que ellos pudieran inspirar a los nefitas recaídos a que hicieran lo mismo.
Finalmente, el Señor extiende su amor, lealtad y fidelidad a todos aquellos que vengan a Él. De hecho, el Libro de Mormón repetidamente enfatiza el amor y la misericordia eterna de Dios a todos sus hijos, incluyendo a los lamanitas.10 Tanto en el antiguo como en el nuevo mundo, Jesús mandó a sus discípulos a hacer lo mismo que hace Dios: “Y he aquí, está escrito también que amarás a tu prójimo, y aborrecerás a tu enemigo; mas he aquí, yo os digo: Amad a vuestros enemigos, bendecid a los que os maldicen, haced bien a los que os aborrecen, y orad por los que os ultrajan y os persiguen” (3 Nefi 12:43-44; compare con Mateo 5:43-44).
De esta manera, cuando se toma en cuenta el contexto antiguo de la propia escritura, la advertencia profética de Samuel en realidad demuestra la preeminencia del amor eterno de Dios por todos sus hijos—especialmente Su voluntad de perdonar a aquellos que, como los lamanitas, han cometido graves pecados. Como el presidente Thomas S. Monson enseñó:
De hecho, el amor es la esencia misma del Evangelio, y Jesucristo es nuestro Ejemplo. Su vida fue un legado de amor: Sanó al enfermo, elevó al oprimido y salvó al pecador. Al final, la multitud enfurecida le quitó la vida; y sin embargo, desde la colina del Gólgota resuenan las palabras: “Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen”, la expresión máxima de compasión y amor en la tierra.11
RoseAnn Benson and Stephen D. Ricks, “Treaties and Covenants: Ancient Near Eastern Legal Terminology in the Book of Mormon,” Journal of Book of Mormon Studies 14, no. 1 (2005): 48–61, 128–129.
David E. Bokovoy, “Love vs. Hate: An Analysis of Helaman 15: 1–4,” Insights: A Window on the Ancient World 22, no. 2 (2002): 2–3.
1. Raymond Westbrook, “Patronage in the Ancient Near East,” Journal of the Economic and Social History of the Orient 48, no. 2 (2005): 213. Para más información sobre la relación entre soberanos y vasallos en el Libro de Mormón, véase Book of Mormon Central en Español, “¿Qué significa ser “rey de toda la tierra”?(Alma 20:8)”, KnoWhy 128 (6 de junio, 2017); Book of Mormon Central en Español, “¿Por qué los lamanitas convertidos se llamaron anti-nefi-lehitas?(Alma 23:17)”, KnoWhy 131 (9 de junio, 2017). RoseAnn Benson and Stephen D. Ricks, “Treaties and Covenants: Ancient Near Eastern Legal Terminology in the Book of Mormon,” Journal of Book of Mormon Studies 14, no. 1 (2005): 48–61, 128–129.
2. David E. Bokovoy, “Love vs. Hate: An Analysis of Helaman 15:1–4,” Insights: A Window on the Ancient World 22, no. 2 (2002): 2. Esto fue aclarado en 1963, cuando un erudito del antiguo Oriente Medio llamado William L. Moran estaba leyendo un texto llamado Tratados de vasallaje de Asarhaddón. El rey asirio Asarhaddón quería estar seguro de que los que él gobernaba continuaban siendo leales a su sucesor, Asurbanipal, por lo que les dijo: “Amarán a Asurbanipal como a ustedes mismos”. Para Moran, esto parecía algo extraño. Como lo resume el estudioso bíblico James Kugel: “¿Amor? ¡Seguramente a los vasallos no se les estaba diciendo que se enamoraran de la personalidad triunfadora de su futuro rey! A Moran le pareció que aquí el amor tenía menos que ver con los sentimientos que con la lealtad, una lealtad política”. Véase James L. Kugel, How to Read the Bible: A Guide to Scripture, Then and Now (New York, NY: Free Press, 2007), 353.
3. Véase también Deuteronomio 10:12; 11:1, 13, 22; 30:19-20, en donde el amor equivale el servicio a Dios, tal como el servicio del vasallo a su soberano.
4. Kugel, How to Read the Bible, 354.
5. Véase también Malaquías 1:2-3, donde la palabra hebrea “amor” se puede entender refiriéndose a una alianza política. Compare esto a una declaración similar en Moisés 7:20 donde aclara el tema aún más: “Mas el Señor le dijo a Enoc: He bendecido a Sion, pero he maldecido al resto de la gente”. Quienes están en el convenio son bendecidos, aquellos que están fuera del convenio no lo son.
6. Así, un antiguo gobernador que estaba sirviendo bajo las órdenes del Faraón pudo escribir y decir: “Mi señor, tal como yo amo al rey mi señor, así [mismo] el rey de Nuhasse [lo ama, y] el rey de Ni’i… –¬todos estos reyes son sirvientes de mi señor”. Esta carta relaciona directamente el amar al rey con ser el siervo del rey. Otra carta de este tipo describe una guerra civil al decir: “¡He aquí la ciudad! La mitad ama a los hijos de ‘Abd-Asirta, la otra mitad [ama] a mi señor”. Estos ejemplos demuestran la cercana relación entre el amor y la lealtad que había en la antigüedad. Véase Kugel, How to Read the Bible, 354.
7. Bokovoy, “Love vs. Hate,” 2.
8. Bokovoy, “Love vs. Hate,” 2.
9. Bokovoy, “Love vs. Hate,” 2.
10. Para una pequeña muestra de este tema, véase 1 Nefi 17:35; 2 Nefi 26:33; Jacob 3:5-8 ; Enós 1:13; Mosíah 2:21-22; Alma 26:23-26; Helamán 11:9-17; 3 Nefi 10:5-6; Mormón 6:17; Éter 12:33-34; y Moroni 7:45-48.
11. Thomas S. Monson, “El amor: La esencia del Evangelio,” Liahona, abril 2014, 91, en línea en lds.org.
Traducido por Central del Libro de Mormón
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