A los santos de los últimos días se les ha enseñado desde hace mucho tiempo que pueden encontrar gozo al servir en el templo. El élder Franklin D. Richards, del primer cuórum de los Setenta, contó sobre una experiencia en la que fue testigo de la gran alegría que recibió una trabajadora del templo como resultado de su servicio. Ella le dijo: “Me encanta mi servicio en el templo, y sé que no puedo ser feliz, realmente feliz, lejos de eso. Me trae gozo y satisfacción que no se encuentra en ningún otro lugar”.1
Al igual que esta mujer, muchos santos antiguos hablaron del gozo que experimentaron mientras estaban en o cerca del templo. Por ejemplo, el Salmo 16, que ha sido llamado “una oración para la admisión al templo”,2 declara que en la “presencia [de Dios] hay plenitud de gozo” (Salmos 16:11; cf. 21:6).3 El rey David habló del gozo que sintió al simplemente presenciar la voluntad de su pueblo para ayudar a construir el templo de Dios (1 Crónicas 29:17; cf. Esdras 6:16). Y el salmista exclamó: “Porque mejor es un día en tus atrios que mil fuera de ellos. Escogería antes estar a la puerta de la casa de mi Dios que habitar en las moradas de la maldad” (Salmo 84:10). En otras palabras, él creía que cualquier tipo de servicio en el templo, sin importar lo humilde de la posición, traería gozo y sería preferible a estar fuera en el mundo, entre los malvados.
Este gozo que se encuentra en el templo y sus enseñanzas también se enfatizan en los registros de la visita de Cristo a las Américas en el Libro de Mormón. En 3 Nefi 11, cuando Jesús descendió del cielo, Él se encontró con el pueblo en el templo de la tierra de Abundancia (3 Nefi 11:1). Fue en el entorno de este templo que presentó Sus sagradas enseñanzas y convenios al pueblo.4
En cierto punto durante Su ministerio, Jesús se arrodilló y oró ante el pueblo. Los testigos mencionan que “nadie puede conceptuar el gozo que llenó nuestras almas cuando lo oímos rogar por nosotros al Padre” (3 Nefi 17:17). Cuando Jesús terminó de orar, el “gozo de la multitud” fue tan grande que “fueron dominados” (v. 18). De manera conmovedora, en respuesta a su indescriptible gozo, Jesús declaró que Su gozo era “completo” (v. 20).
Más tarde, Jesús citaría de Isaías 52 con respecto al recogimiento de Israel y la redención de Sion, declarando que “prorrumpirán en gozo” (3 Nefi 20:34). Al final de Sus tres días de ministerio, Jesús finalizó Sus enseñanzas al expresar el gran gozo que Él, el Padre y los ángeles experimentaron por causa de la fidelidad del pueblo:
Y, he aquí, mi gozo es grande, aun hasta la plenitud, por causa de vosotros, y también de esta generación; sí, y aun el Padre se regocija, y también todos los santos ángeles, por causa de vosotros y los de esta generación; porque ninguno de ellos se pierde… y mi gozo es completo”. (3 Nefi 27:30–31)5
¿Por qué el templo, sus enseñanzas y la obra que ahí se hace, están fuertemente asociados con el sentimiento de gozo? Las Escrituras nos dan muchas razones, incluyendo:
Este último punto es tal vez una de las grandes razones por las que el gozo se encuentra en el templo y en la obra que se lleva a cabo allí. Como lo declaró el profeta Habacuc: “Jehová está en su santo templo” (Habacuc 2:20). Cuando entramos en la presencia del Señor en el templo, podemos recibir “una plenitud de gozo”. Jesús explicó a los tres discípulos nefitas por qué este era el caso. Él prometió que por causa de su deseo de hacer Su obra “vuestro gozo será completo, así como el Padre me ha dado plenitud de gozo; y seréis tal como yo soy, y yo soy tal como el Padre; y el Padre y yo somos uno” (3 Nefi 28:10). Esto, confirmó Jesús, es un gozo que “nadie os quitará” (Juan 16:22, 24).
En el templo, podemos estar unidos con nuestro Salvador y nuestro Padre Celestial, y experimentar este inefable e indescriptible gozo (1 Pedro 1:8; 4:13). Podemos ser llenos con el Espíritu Santo, que lleva sentimientos de alegría a nuestros corazones. En el templo, podemos hacer la obra que es aceptable y agradable a Dios. Allí, podemos darnos cuenta de que el gozo es nuestro propósito y nuestro destino. Después de todo, como el profeta Lehi del Libro de Mormón declaró, los hombres y mujeres existen “para que tengan gozo” al escoger libremente la vida eterna “por medio del gran Mediador de todos” (2 Nefi 2:25, 27).
John W. Welch, “Seeing Third Nephi as the Holy of Holies of the Book of Mormon“, Journal of the Book of Mormon and Other Restoration Scripture 19, no. 1 (2010): 36–55; también publicado en Third Nephi: An Incomparable Scripture, ed. Andrew C. Skinner y Gaye Strathearn (Salt Lake City y Provo, UT: Deseret Book y Neal A. Maxwell Institute for Religious Scholarship, 2012), 1–33.
John W. Welch, Illuminating the Sermon at the Temple and Sermon on the Mount (Provo, UT: FARMS, 1999).
John A. Tvedtnes, “That They Might Have Joy“, en The Most Correct Book: Insights from a Book of Mormon Scholar (Salt Lake City, UT: Cornerstone, 1999), 120–123.
Monte S. Nyman, “To Learn with Joy: Sacred Teaching, Great Revelation, Prophesying“, en The Book of Mormon: Jacob Through Words of Mormon, To Learn With Joy, editado por Monte S. Nyman y Charles D. Tate, Jr. (Provo, UT: BYU Religious Studies Center, 1990), 193–208.
1. Franklin D. Richards, “Happiness and Joy in Temple Work“, Ensign, November 1986, en línea en lds.org.
2. Véase, por ejemplo, The New Oxford Annotated Bible, College Edition (Oxford, UK: Oxford University Press, 2001), 786–787.
3. La “presencia” de Jehová se experimentó en Su santo templo (Salmo 11:4; 2 Crónicas 20:9), y el salmista comparó esa presencia con un sentimiento de gozo.
4. Véase Book of Mormon Central en Español, “¿Por qué Jesús enseñó una versión del Sermón del Monte en el templo de Abundancia? (3 Nefi 12:6)“, KnoWhy 203 (12 de septiembre de 2017); John W. Welch, Illuminating the Sermon at the Temple and the Sermon on the Mount (Provo, UT: FARMS, 1999), 26–30; Welch, “Seeing Third Nephi as the Holy of Holies of the Book of Mormon“, Journal of the Book of Mormon and Other Restoration Scripture 19, no. 1 (2010): 36–55; también publicado en Third Nephi: An Incomparable Scripture, ed. Andrew C. Skinner y Gaye Strathearn (Salt Lake City y Provo, UT: Deseret Book y Neal A. Maxwell Institute for Religious Scholarship, 2012), 1–33.
5. cf. Juan 3:29; 15:11.
Traducido por Central del Libro de Mormón
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