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KnoWhy #82

¿Por qué el rey Benjamín se enfocó tanto en la sangre de Cristo?

abril 13, 2017
KnoWhy #82
Rogier van der Weyden, El Descenso de la Cruz. (c.1435) Museo del Prado, Madrid vía Wikipedia
“¡Oh, ten misericordia, y aplica la sangre expiatoria de Cristo para que recibamos el perdón de nuestros pecados, y sean purificados nuestros corazones…!”
Mosíah 4:2

El conocimiento

En una pausa ceremonial mientras el rey Benjamín daba su discurso de coronación, todo el pueblo exclamó al mismo tiempo: “¡Oh, ten misericordia, y aplica la sangre expiatoria de Cristo para que recibamos el perdón de nuestros pecados…!” (Mosíah 4:2). El hecho de que el pueblo invocó la sangre de Cristo no es una sorpresa, dado que el rey Benjamín, mientras retransmitía el mensaje del ángel, había mencionado la sangre expiatoria de Cristo cinco veces en sus palabras inmediatas anteriores (Mosíah 3:7, 11, 15, 16, 18). Este énfasis sobre la sangre está probablemente relacionado con el contexto del festival ritual del discurso del rey Benjamín.1

Los rituales sacerdotales israelitas del Día de la Expiación incluían el acto de embadurnar y rociar sangre para purificar varias partes del templo (Levítico 16:14-19, 27).2 Es quizás ritualmente significativo que Benjamín mencionara las palabras “expiar”, “expiación” o “expiatorio” siete veces (Mosíah 3:11, 15, 16, 18, 19; 4:6, 7), el mismo número de veces que la sangre era rociada sobre el propiciatorio y el altar (Levítico 16:14, 19).3

En algunos casos, el rociar sangre en los rituales de convenios en el antiguo Israel y Cercano Oriente pudo haber llevado la connotación de afinidad entre Dios y el hombre.4 Esto se refleja en Mosíah 5:7-8, donde el rey Benjamín conectó este grupo de ideas sobre la expiación “con una nueva relación de afinidad a través de hacer convenios”.5

Escuchar acerca de la sangre expiatoria de Cristo “podría difícilmente haber sido definida más vívidamente en las mentes de su pueblo” mientras atestiguaban el rociado de sangre sobre el altar.6 Tan vívido como probablemente lo fue ese contexto israelita, el lenguaje del rey Benjamín y el simbolismo de sangre se habría intensificado aún más por el entorno del nuevo mundo de los nefitas.

Los pueblos antiguos mesoamericanos también tenían festivales de la cosecha y coronaciones.7 La coronación de un rey estaba entre los ritos y rituales que a menudo se llevaban a cabo durante estas celebraciones.8 En tales ocasiones, había “una ceremonia de entronización donde el gobernante se sienta en una torre de madera o andamio para recibir los emblemas del gobierno”, como se representa en el mural de San Bartolo (ca. 100 a. C.).9

Desde su elevada posición en la cima de la torre, el rey realizaba un ritual de derramamiento de sangre, el cual “requería que la sangre [fuera] extraída de partes diferentes y específicas del cuerpo, dependiendo del ritual”.10 Para extraer sangre, se traspasaba a menudo una parte sensible, como la lengua. Estos rituales, también atestiguados en San Bartolo,11 se creían poder abrir las puertas que conectaban el mundo divino y el terrenal.12 Además, sirve para demostrar que el rey terrenal era divino [según la costumbre mesoamericana].

El porqué

Mientras que el derramamiento de sangre era un acto de la realeza divina, no quiere decir que Benjamín o su sucesor Mosíah hayan realizado el ritual de derramamiento de sangre, o que estos reyes del Libro de Mormón se vieran a ellos mismos como seres divinos. Benjamín específicamente niega ser divino (Mosíah 2:10, 26); en cambio, él enseñó sobre el verdadero rey divino, cuya sangre derramaría por su pueblo. “El Mesías se sacrificó a sí mismo por su pueblo”.13

La sensibilización cultural de estos rituales vívidos y a menudo gráficos habría impresionado aún más las mentes de quienes escuchaban a Benjamín mientras ellos aprendían de la “sangre expiatoria de Cristo”, especialmente al aprender de cómo el Mesías sangraría “de cada poro” (Mosíah 3:7). Brant A. Gardner explicó: “Para los mesoamericanos, un Mesías que sangra de cada poro habría indicado la medida de su sacrificio, que incluía, como fue, su propio cuerpo entero”.14

Gardner, sin embargo, dio una importante advertencia. “Mientras [la audiencia mesoamericana de Benjamín]… hubiera estado culturalmente dispuesto a atribuir poder místico a la sangre, la expiación no era parte de su comprensión”.15 Por esto, uno debe tomar en cuenta los rituales israelitas de la expiación y purificación a través de los rituales de sangre—y esto era exactamente lo que Benjamín hizo, declarando: “[L]a ley de Moisés nada logra salvo que sea por la expiación de su sangre” (Mosíah 3:15, énfasis añadido).

En los conceptos mesoamericanos de derramar sangre, la sangre de los reyes ungidos divinamente servía como conducto para conectar lo humano con lo divino. En los rituales israelitas, la sangre de los sacrificios de animales representaba al que expiaría los pecados y purifica a la comunidad que se está comprometiendo al Señor a través de un convenio. En el discurso de Benjamín, la sangre del divino Mesías—”el ungido”— expía y purifica a su pueblo, reconciliando a los humanos con lo divino y creando una relación de convenio entre ellos y Cristo como “sus hijos y sus hijas” (Mosíah 5:7).

Por lo tanto, Gardner observó: “Benjamín deliberadamente invoca la imagen de la sangre expiatoria del Mesías, no solamente creando asociaciones con los conceptos mesoamericanos del sacrificio de sangre sino también con los sacrificios de sangre de la ley mosaica”.16 La perspectiva combinada del contexto nefita tanto del viejo como el nuevo mundo se unen en el discurso de Benjamín para poderosamente comunicar el poder eficaz y redentor de la sangre de Cristo.

Otras lecturas

T. Benjamin Spackman, “The Israelite Roots of Atonement Terminology,” BYU Studies Quarterly 55, no. 1 (2016): 39–64.

Mark Alan Wright, “Axes Mundi: Ritual Complexes in Mesoamerica and the Book of Mormon,” Interpreter: A Journal of Mormon Scripture 12 (2014): 79–96.

Brant A. Gardner, Second Witness: Analytical and Contextual Commentary on the Book of Mormon, 6 vols. (Salt Lake City, UT: Greg Kofford Books, 2007–2008), 3:111–115, 151–156.

Terrence L. Szink and John W. Welch, “King Benjamin’s Speech in the Context of the Ancient Israelite Festivals,” in King Benjamin’s Speech: “That Ye May Learn Wisdom”, ed. John W. Welch and Stephen D. Ricks (Provo, UT: FARMS, 1998), 147–223.

Allen J. Christenson, “Annual FARMS lecture: Maya Harvest Festivals and the Book of Mormon,” Review of Books on the Book of Mormon 3, no. 1 (1991): 1–31.

 

1. Véase Book of Mormon Central en Español, “¿Por qué es el tema de la realeza tan prominente en el discurso del rey Benjamín? (Mosíah 1:10),” KnoWhy 79 (10 abril, 2017); Book of Mormon Central en Español, “¿Por qué los nefitas permanecieron en sus tiendas durante el discurso del rey Benjamín? (Mosíah 2:6),” KnoWhy 80, (11 de abril, 2017).
2. Véase la discusión por Terrence L. Szink y John W. Welch, “King Benjamin’s Speech in the Context of the Ancient Israelite Festivals,” in King Benjamin’s Speech: “That Ye May Learn Wisdom”, ed. John W. Welch and Stephen D. Ricks (Provo, UT: FARMS, 1998), 174–177.
3. Szink and Welch, “King Benjamin’s Speech,” 174–175: “La hipótesis de que el discurso de Benjamín se celebró en o tiene conexión con el Día de la Expiación encuentra una plausibilidad inicial en las siete referencias explícitas de Benjamín sobre la expiación. El número siete puede haber sido mera coincidencia, pero hacer algo siete veces es característico de los rituales efectuados en el Día de la Expiación y durante otras ceremonias bíblicas de purificación prescritas en el libro de Levítico”.
4. T. Benjamin Spackman, “The Israelite Roots of Atonement Terminology,” BYU Studies Quarterly 55, no. 1 (2016): 53–57, esp. 55 n.53.
5. Spackman, “The Israelite Roots,” 59.
6. Szink and Welch, “King Benjamin’s Speech,” 176.
7. Allen J. Christenson, un historiador con especialización en arte y lenguaje maya, rastreó el origen del festival de la cosecha de los mayas de las tierras altas a los tiempos preclásicos, encontrando diseños de arte que datan de 500-300 a. C. Allen J. Christenson, “Maya Harvest Festivals and the Libro de Mormón,” Review of Books on the Libro de Mormón 3, no. 1 (1991): 1–31.
8. Christenson, “Maya Harvest Festivals,” 26: “Se ha demostrado que a través de la historia de los mayas, el festival más importante del calendario anual consistentemente tomó lugar a mediados de noviembre cuando el sacrificio y resurrección de su dios de la vida era ceremonialmente representado. Este festival fue aparentemente conectado al principal periodo de la cosecha, así como también al Día del Año Nuevo y la acompañada renovación del poder de la realeza. … Antiguamente, la inauguración de un nuevo rey era el tema central del rito del Año Nuevo”. Tal como Christenson ha señalado, estos motivos están claramente presentes en el mensaje ceremonial del rey Benjamín, donde habló de la muerte y resurrección de Cristo (Mosíah 3:8–10), y coronó a su hijo como rey (Mosíah 2:30). “El mensaje de Benjamín tiene una similitud cercana al patrón antiguo mesoamericano del festival de la cosecha en donde el dios de la vida, o su representante terrenal, desciende al submundo y es superado por poderes malignos de la muerte y sacrificio” (p. 28)
9. Mark Alan Wright, “Axes Mundi: Ritual Complexes in Mesoamerica and the Book of Mormon,” Interpreter: A Journal of Mormon Scripture 12 (2014): 85. En el pie de nota, Wright señaló: “La fecha del mural de San Bartolo cae directamente en el tiempo de Mosíah II, quien reinó desde ca. 124-91 a. C., y cuyo reino fue pronunciado desde una torre por su padre Benjamín” (p. 85 n. 15; cf. Mosíah 2:7–8, 30). Wright también señaló: “Benjamín presenta a Mosíah ritualmente con la parafernalia real: las planchas de bronce, las planchas de Nefi, la espada de Labán y la Liahona (Mosíah 1:16), (p. 84).
10. Brant A. Gardner, Second Witness: Analytical and Contextual Commentary on the Book of Mormon, 6 vols. (Salt Lake City, UT: Greg Kofford Books, 2007), 3:152. Para el derramamiento de sangre como parte de las coronaciones, véase la descripción del ritual de sucesión real de Chan-Bahlum II ( d. C. 684–702) Linda Schele y David Freidel, A Forest of Kings: The Untold Story of the Ancient Maya (New York, NY: William Morrow, 1990), 233–234. Curiosamente describe que “[u]n gran clamor de angustia surgió de la multitud reunida… al verlo emerger, la sangre de su blanco taparrabo claramente visible en la luz oblicua del sol poniente” (p. 234), aunque no queda claro si esta es su propia licencia narrativa. Este gran clamor de angustia es obviamente muy diferente al llanto del pueblo en Mosíah 4:2, pero es interesante que ambos están conectados al sacrificio de sangre.
11. Michael D. Coe y Stephen Houston, The Maya, 9th edition (New York, NY: Thames and Hudson, 2009), 89, notó que el derramamiento de sangre es representado en San Bartolo, fechado cerca de los siglos I o II a. C. Ellos también mencionan la atestiguación de derramadores de sangre del tiempo de los olmecas. Robert J. Sharer with Loa P. Traxler, The Ancient Maya, 6th edition (Stanford, CA: Standford University Press, 2006), 197 describieron “un lujoso ritual que incluía un banquete, derramamiento de sangre y quema de incienso” del “final del periodo Preclásico Medio”, ca. 800-500 a. C. Por lo que el derramamiento de sangre parece ser claramente atestiguado en los tiempos del Libro de Mormón.
12. Schele and Freidel, A Forest of Kings, 68–71.
13. Gardner, Second Witness, 3:152.
14. Gardner, Second Witness, 3:152. Es interesante que mientras Benjamín menciona que Cristo sería crucificado y levantado al tercer día (consistente con los temas de las fiestas de la cosecha maya, como fue señalado por Christenson), no obstante, nunca relaciona la sangre expiatoria a la muerte de Cristo, en cambio, lo relaciona con el derramamiento de sangre en el Getsemaní, donde Él “sufrirá… aún más de lo que el hombre puede sufrir sin morir” (Mosíah 3:7),pero en ese momento, Él mismo no moriría. Esto habría resonado con la audiencia mesoamericana, donde los reyes sangraban como sacrificio, pero sin morir. Esto también adicionalmente subraya la grandeza del sacrificio: el Mesías perdería tanta sangre, que pudo haber matado a cualquier otro humano.
15. Gardner, Second Witness, 3:152.
16. Gardner, Second Witness, 3:154.

Traducido por Central del Libro de Mormón