En junio de 1829, Oliver Cowdery, David Whitmer y Martin Harris llegaron a ser los testigos del Libro de Mormón. Testificaron que vieron a un ángel que les mostró las planchas de oro de las que se tradujo el Libro de Mormón. Ellos también testificaron que habían escuchado la voz de Dios declarar que la traducción del registro fue realizada por el don y el poder de Dios y que les ordenó dejar registro de ello1. Sin embargo, sin que la mayoría de quienes leen la declaración oficial de los testigos lo sepan, David Whitmer indicó al final de su vida que él y sus compañeros testigos se mostraron inicialmente reacios a publicar su testimonio al mundo.
De acuerdo con James H. Hart, David recordó en 1863: “Cuando se nos dijo por primera vez que publicáramos nuestra declaración, estábamos seguros de que las personas no lo creerían porque el Libro [de Mormón] hablaba de pueblos que eran sofisticados y que habitaban en grandes ciudades”2. Por esta razón, David dijo que él y Oliver en realidad “se opusieron y le dijeron al Señor que la gente no creería” en su testimonio. Aparentemente, ellos no pensaron que los montículos de tierra que eran familiares para cualquier persona que vivía en el norte del estado de Nueva York en esa época, ayudarían a dar testimonio del libro sobre “un pueblo que era educado y sofisticado, que habitaba en grandes ciudades”. En cambio, reflejaban los prejuicios comunes de aquellos días, ya que los testigos consideraban que los únicos “primeros habitantes de esta nación” conocidos eran “salvajes inmundos, perezosos, degenerados e ignorantes que deambulaban por la tierra”3.
En respuesta a estas preocupaciones, David mencionó: “[E]l Señor nos dijo que Él haría saber a las personas y que deberían descubrir las ruinas de las ciudades perdidas y evidencia abundante sobre la verdad de lo que está escrito en el Libro”4. Evidentemente tranquilizados por esta promesa, los testigos redactaron y firmaron una declaración en la que atestiguaron no solamente que habían visto al ángel y las planchas, sino también que sabían “con certeza que la obra es verdadera”5. El Libro de Mormón se imprimió unos meses después y el 26 de marzo de 1830 se pusieron a la venta los primeros ejemplares en la librería de E. B. Grandin en Palmyra, Nueva York.
Aproximadamente un año después, el diplomático anglo-irlandés Juan Galindo visitó las ruinas de Palenque en Chiapas, México6. Asombrado por las ruinas impresionantes que se extendían a lo largo de 32 kilómetros, y por las inscripciones con “símbolos cuidadosamente elaborados”, Galindo escribió una carta a The London Literary Gazette reportando que el descubrimiento “rescata[ba] a la antigua América de una acusación de barbarie”7. Galindo en realidad no fue el primer europeo que visitó Palenque. El capitán militar español José Antonio del Río y el artista Ricardo Almendáriz exploraron el sitio a finales del siglo XVIII. El reporte de del Río, escrito inicialmente en español, se publicó por primera vez en inglés en 1822, pero fue recibido con escepticismo y continuó siendo poco conocido8. Por lo tanto, a pesar del informe anterior de del Río, el editor de the Gazette consideró el relato de Galindo como una revelación de “un lugar totalmente desconocido para la geografía y las antigüedades europeas”9.
Es posible que los tres testigos hayan visto esto como el primer indicio de que la promesa del Señor hacia ellos se estaba cumpliendo. Bajo la dirección de W. W. Phelps y Oliver Cowdery, The Evening and Morning Star (el periódico oficial de la Iglesia de 1832 a 1834) informó sobre los hallazgos de Galindo, agregando los siguientes comentarios: “Estamos agradecidos de que las pruebas de los habitantes originales o antiguos de este continente comienzan a aparecer. Es un buen testimonio a favor del Libro de Mormón y el Libro de Mormón es un buen testimonio de que tales cosas como ciudades y civilizaciones … existieron en la América [precolombina]”10. A los testigos se les había asegurado que las evidencias de las ciudades perdidas saldrían a la luz para respaldar el relato del Libro de Mormón, por lo que el Evening and Morning Star enfatizó la manera en que el relato de Galindo respalda el testimonio del Libro de Mormón sobre “ciudades y civilizaciones”.
Alrededor de una década después, John Lloyd Stephens y Fredrick Catherwood publicaron un relato vívidamente ilustrado y dramáticamente narrado de sus viajes entre las ruinas de Centroamérica11. Pese a los primeros informes, como los de Galindo, fue la publicación de los relatos de Stephen y Catherwood en la década de 1840 la que dio al mundo su primera visión real de la civilización avanzada que alguna vez existió en el continente americano12.
Al igual que otros norteamericanos de aquel tiempo, los santos de los últimos días estaban fascinados por los hallazgos13. John Bernhisel, un recién converso de Nueva York, regaló una copia de los libros de Stephens y Catherwood al profeta José Smith14. Wilford Woodruff los leyó mientras los trasladaba de Nueva York a Nauvoo y resaltó: “Me sentí verdaderamente interesado en esta obra porque sacó a luz un torrente de testimonios como prueba del Libro de Mormón”15. Del mismo modo, José Smith respondió a Bernhisel declarando: “He leído los volúmenes con el mayor interés”, agregando que el relato “se corresponde con el testimonio del Libro de Mormón y lo respalda”16.
Desde junio de 1841 hasta diciembre de 1844, Stephens y Catherwood fueron citados en 10 diferentes ocasiones, incluyendo 5 veces cuando José Smith era el editor, como evidencia del Libro de Mormón en el periódico principal de la Iglesia, el Times and Seasons17. Varias referencias adicionales a Stephens y Catherwood aparecieron en otros escritos de los Santos de los Últimos Días durante este mismo período de tiempo18. A lo largo del siglo XIX, los Santos de los Últimos Días continuaron valorando las evidencias que Stephens y Catherwood proveyeron sobre las grandes ciudades y la avanzada civilización en la América antigua19.
En 1875, un escritor del Chicago Times recordó a David Whitmer “referiéndose a las evidencias innumerables, en forma de ruinas de grandes ciudades existentes en este continente, de su antigua ocupación por habitantes de una raza altamente civilizada” al testificar sobre el Libro de Mormón20. Sin embargo, en 1829, existía poca evidencia de tan avanzada civilización y esto causó cierta preocupación a David y Oliver, aun cuando fueron testigos de que un ángel les mostró las planchas. Fue como el Señor lo dijo: Tenían que confiar en su palabra (DyC 17:1; cf. DyC 5:12).
Pero el Señor también prometió que “se verificará [Su] palabra” (DyC 5:20) y que “dar[á] a conocer” las “obras maravillosas” de sus “otras ovejas” (DyC 10:60–61). David recordó que el Señor prometió que otros serían divinamente dirigidos a “descubrir las ruinas de las grandes ciudades y que tendrían evidencia abundante de la verdad de lo que está escrito en el libro”. En el ocaso de su vida, David dijo que todo “se había cumplido al pie de la letra”21.
Para los lectores de hoy, este aspecto poco conocido, pero inspirador, de la historia de los Tres Testigos puede enseñar muchas lecciones. La primera y más importante, sirve como un recordatorio de que el Señor cumple Sus promesas. Ese cumplimiento no siempre viene de inmediato, algunas veces pasan muchos años, décadas e incluso generaciones antes de que se cumplan las promesas del Señor. Cuando este es el caso, los fieles deben tener paciencia y confiar en la palabra de Dios, tal como los testigos del Libro de Mormón lo hicieron.
La segunda, muestra por qué incluso aquellos que ven visiones de ángeles finalmente deben tener fe. David y Oliver vieron a un ángel, vieron las planchas de oro y escucharon la voz de Dios, pero aún así tuvieron que ejercer la fe en el Señor para testificar de la veracidad del relato del Libro de Mormón sobre las ciudades y grandes civilizaciones en la América antigua, de la cual había poca evidencia en ese tiempo.
Tercera, demuestra que los primeros santos de los últimos días, incluyendo al mismo José Smith, no se oponían a considerar que los eventos del Libro de Mormón habían tenido lugar fuera de los Estados Unidos. A lo largo de la historia de la Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días, sus líderes y miembros han mantenido una diversidad de opiniones con respecto a los asuntos de la geografía del Libro de Mormón22. Hoy en día, la Iglesia no tiene ninguna postura específica en cuanto a las ubicaciones geográficas de los eventos ocurridos en el Libro de Mormón”, aparte de que ocurrieron en algún lugar “de las antiguas Américas”23.
Cuarta, esto demuestra la necesidad de tener paciencia cuando el conocimiento actual de la arqueología o la historia antigua entra en conflicto con las Escrituras. Además de la existencia de ciudades y grandes civilizaciones en la antigua América, poco conocidas en 1829, pero aceptadas ampliamente el día de hoy, docenas de otros detalles que alguna vez se consideraron anacrónicos en el Libro de Mormón, han sido confirmados por los descubrimientos arqueológicos24. Aunque algunas cosas permanecen sin confirmar, la evidencia arqueológica tiende a ser favorable para el Libro de Mormón.
Esta tendencia continua demuestra que la promesa de Dios a los Tres Testigos sigue cumpliéndose hasta el día de hoy y que la creciente evidencia arqueológica confirma el Libro de Mormón. También ofrece a las personas de hoy una razón para ejercitar la fe al confrontar preguntas que, por ahora, permanecen sin respuesta sobre las Escrituras antiguas.
Matt Roper y Kirk Magleby, “Time Vindicates the Prophet”, Presentación de la conferencia FairMormon de 2019, agosto de 2019, en línea en fairmormon.org.
Matthew Roper, “John Bernhisel’s Gift to a Prophet: Incidents of Travel in Central America and the Book of Mormon”, Interpreter: A Journal of Mormon Scripture 16 (2015): 207–253.
Neal Rappleye, “‘War of Words and Tumult of Opinions’: The Battle for Joseph Smith’s Words in Book of Mormon Geography”, Interpreter: A Journal of Mormon Scripture 11 (2014): 37–95.
Matthew Roper, Paul J. Fields y Atul Nepal, “Joseph Smith, the Times and Seasons, and Central American Ruins”, Journal of Book of Mormon Studies 22, no. 2 (2013): 84–97.
John E. Clark, “Archaeological Trends and Book of Mormon Origins”, en The Worlds of Joseph Smith: A Bicentennial Conference at the Library of Congress, ed. John W. Welch (Provo, UT: BYU Press, 2006), 83–106.
1. El Testimonio de Tres testigos, preámbulo del Libro de Mormón.
2. Véase James H. Hart Interview, August 21, 1883, James H. Hart Notebook, en David Whitmer Interviews: A Restoration Witness, ed. Lyndon W. Cook (Orem, UT: Grandin Book Co., 1991), 96.
3. James H. Hart para Editor, August 23, 1883, en Deseret Evening News, 4 de septiembre de 1883, en David Whitmer Interviews, 98.
4. Hart Interview, en David Whitmer Interviews, 96.
5. El Testimonio de Tres testigos, portada del Libro de Mormón.
6. Véase David Drew, The Lost Chronicles of the Maya Kings (Berkeley y Los Angeles, CA: University of California Press, 1999), 50–52.
7. Jaun Galindo para Editor, The London Literary Gazette y Journal of Belles Lettres, Arts, Sciences, etc. 769 (October 15, 1831): 665.
8. Véase José Antonio del Río, Description of the Ruins of an Ancient City, Discovered near Palenque, in the Kingdom of Guatemala, in Spanish America, trad. Paul Felix Cabrera (London: Henry Berthoud, 1822). Una reseña del libro de del Río en The London Literary Gazette y Journal of Belles Lettres, Arts, Sciences, etc. 303 (November 9, 1822): 705 declaró “una hipótesis anticuaria tan fantasiosa como la que hemos conocido”. La reseña continúa diciendo: “Hablar de medallones, figuras en estuco, relieves, artefactos, etc., etc., en el período asignado, es poco menos que el más burdo absurdo”. Drew, Lost Chronicles, 45–46 señala que, tras la publicación del informe de del Río en inglés, “el interés por el libro tardó en aumentar”.
9. Nota editorial, Galindo para Editor, 665.
10. “Discovery of Ancient Ruins in Central America”, en The Evening and Morning Star 1, no. 9 (February 1833): 142. El periódico fue publicado por “W. W. Phelps & Co.”, el nombre corporativo de la imprenta de la Iglesia en Misuri, que incluía a W. W. Phelps, John Whitmer y Oliver Cowdery. Véase “W. W. Phelps & Co.”, en josephsmithpapers.org. Oliver Cowdery ayudó a Phelps “a dirigir [las] operaciones de impresión de la iglesia en Jackson Co., Misuri, 1832–1833”. Véase “Cowdery, Oliver”, en josephsmithpapers.org. Después de que la imprenta de Phelps fue destruida en Misuri, Oliver y Frederick G. Williams reimprimieron cada publicación del Evening and Morning Star en Kirtland, por lo que este artículo apareció impreso dos veces, una en Independence y otra en Kirtland.
11. John L. Stephens y Frederick Catherwood, Incidents of Travel in Central America, Chiapas, and Yucatan, 2 vols. (New York City, NY: Harper and Brothers, 1841). Véase también William Carlsen, Jungle of Stone: The True Story of Two Men, Their Extraordinary Journey and the Discovery of the Lost Civilization of the Maya (New York, NY: William Morrow, 2016).
12. Véase Drew, Lost Chronicles, 2; Carlsen, Jungle of Stone, ix–xi.
13. La primera referencia documentada de Stephens y Catherwood en defensa del Libro de Mormón por un Santo de los Últimos Días es Erastus Snow, “E. Snow’s Reply to the Self-Styled Philanthropist of Chester County”, ca. noviembre de1840, 2–3. Unos pocos meses después, el Times and Seasons, bajo la dirección de Don Carlos Smith y Robert B. Thompson, citó a Stephens y Catherwood como evidencia para el Libro de Mormón (véase n.17).
14. John M. Bernhisel to Joseph Smith, September 8, 1841, en Brent M. Rogers et al., Joseph Smith Papers—Documents, volume 8: February–November 1841 (Salt Lake City, UT: Church Historian’s Press, 2019), 261. Véase también Matthew Roper, “John Bernhisel’s Gift to a Prophet: Incidents of Travel in Central America and the Book of Mormon”, Interpreter: A Journal of Mormon Scripture 16 (2015): 207–253.
15. Wilford Woodruff Journal, 13 September, 1841, en Scott G. Kenney, ed., Wilford Woodruff’s Journal (Salt Lake City, UT: Signature Books, 1983), 2:126.
16. Joseph Smith to John M. Bernhisel, November 16, 1841, en Rogers et al., JSP–D 8:367. Algunos que apoyan el punto de vista de que José Smith sabía por revelación que el Libro de Mormón tuvo lugar en el “corazón” de América, afirman que José Smith en realidad no fue el autor de este escrito, debido a que es la letra de John Taylor. Sin embargo, esta opinión no tiene fundamento. José Smith regularmente dictaba sus cartas a sus escribas quienes hacían los escritos por él, pero esto no lo hace menos responsable por el contenido de las cartas. Este escrito es parte de una extensa correspondencia que tuvo con Bernhisel y continúa analizando asuntos de negocios que se mencionan en cartas anteriores, incluyendo detalles que Taylor (quien no era el escriba de otras cartas), probablemente no habría conocido. Por lo tanto, es muy poco probable que José Smith no fuera responsable del contenido de este escrito. Véase Matthew Roper, “Joseph Smith, Central American Ruins, and the Book of Mormon”, en Approaching Antiquity: Joseph Smith and the Ancient World, ed. Lincoln H. Blumell, Matthew J. Grey y Andrew H. Hedges (Salt Lake City y Provo, UT: Deseret Book y BYU Religious Studies Center, 2015), 142–143; Matthew Roper, “Joseph Smith, Revelation, and Book of Mormon Geography”, FARMS Review 22, no. 2 (2010): 74 para conocer más información sobre este tema.
17. Véase “American Antiquities—More Proofs of the Book of Mormon”, Times and Seasons 2, no. 16 (June 15, 1841): 440–442; “Traits of the Mosaic History”, Times and Seasons 3, no. 16 (June 15, 1842): 818–820; “American Antiquities”, Times and Season 3, no. 18 (July 15, 1842): 858–860; “Extract from Stephens’ ‘Incidents of Travel in Central America’”, Times and Seasons 3, no. 22 (September 15, 1842): 911–915; “Facts Are Stubborn Things”, Times and Seasons 3, no. 22 (September 15, 1842): 921–922; “Zarahemla”, Times and Seasons 3, no. 23 (October 1, 1842): 927–928; “Letter of Orson Spencer”, November 17, 1842, en Times and Seasons 4, no. 4 (January 2, 1843): 51; “Ancient Records”, Times and Seasons 4, no. 12 (May 1, 1843): 185–186; “Stephens’ Work on Central America”, Times and Seasons 4, no. 22 (October 1, 1843): 346; “Ancient Ruins”, Times and Seasons 5, no. 1 (January 1, 1844): 390–391; William Smith to W. W. Phelps, November 10, 1844, Times and Seasons 5, no. 23 (December 15, 1844): 755–757. La autoría de las redacciones publicadas durante la dirección de José Smith, así como también el nivel de participación de José como editor, es discutida por aquellos que creen que el Profeta sabía por revelación que el Libro de Mormón tuvo lugar en el “corazón” de América. Sin embargo, la mejor evidencia histórica y lingüística disponible indica que José Smith participó como editor del Times and Seasons y ayudó a escribir estas redacciones. Véase Matthew Roper, Paul J. Fields y Atul Nepal, “Joseph Smith, the Times and Seasons, and Central American Ruins”, Journal of Book of Mormon Studies 22, no. 2 (2013): 84–97; Neal Rappleye, “‘War of Words and Tumult of Opinions’: The Battle for Joseph Smith’s Words in Book of Mormon Geography”, Interpreter: A Journal of Mormon Scripture 11 (2014): 37–95; Matthew Roper, Paul Fields y Larry Bassist, “Zarahemla Revisited: Neville’s Newest Novel”, Interpreter: A Journal of Mormon Scripture 17 (2016): 13–61.
18. Véase “Ruins in Central America”, Latter-day Saints’ Millennial Star 2, no. 11 (marzo de 1842): 161–165; John E. Page, “Mormonism – Concluded”, Morning Chronicle (Pittsburgh, PA) 1, no. 290 (julio de 20, 1842).
19. Véase, por ejemplo, Orson Pratt, “Divine Authority; or the Question, Was Joseph Smith Sent of God?” (Liverpool: R James, September 30, 1848); George Q. Cannon, “Buried Cities of the West”, Later-day Saints’ Millennial Star 19, no. 2 (January 10, 1857); Edward Stevenson, Reminiscences of Joseph, the Prophet, and the Coming Forth of the Book of Mormon (Salt Lake City, UT: Publicado por el autor, 1893), 16.
20. “David Whitmer”, Chicago Times, August 7, 1875, en David Whitmer Interviews, 5.
21. Hart para Editor, en David Whitmer Interviews, 98.
22. Véase John L. Sorenson, The Geography of Book of Mormon Events: A Source Book (Provo, UT: FARMS, 1992); Matthew Roper, “Limited Geography and the Book of Mormon: Historical Antecedents and Early Interpretations”, FARMS Review 16, no. 2 (2004): 225–276.
23. Véase “Book of Mormon Geography”, Gospel Topics, en línea en churchofjesuschrist.org. Esto significa que aunque muchos de los primeros líderes de la Iglesia, incluyendo a José Smith, consideraban que las ruinas de Mesoamérica eran relevantes para el contexto del Libro de Mormón, sus opiniones no se consideran como autorizadas ni obligatorias para los miembros de la Iglesia en la actualidad. Lo mismo ocurriría con cualquier declaración u opinión de los líderes anteriores que pareciera respaldar cualquier otro modelo o escenario geográfico. Esto simplemente no es un asunto que pueda resolverse apelando a la autoridad profética o a la revelación. Como se declara en los Temas del Evangelio de la Iglesia sobre este asunto: “Los individuos pueden tener sus propias opiniones con respecto a la geografía del Libro de Mormón y otros asuntos similares sobre los que el Señor no ha hablado. Sin embargo, la Primera Presidencia y el Cuórum de los Doce Apóstoles instan a los líderes y a los miembros a que no defiendan esas teorías personales en ningún entorno o manera que implique un apoyo profético o de la Iglesia a esas teorías”.
24. Véase John E. Clark, “Archaeological Trends and Book of Mormon Origins”, en The Worlds of Joseph Smith: A Bicentennial Conference at the Library of Congress, ed. John W. Welch (Provo, UT: BYU Press, 2006), 93–95; Matt Roper y Kirk Magleby, “Time Vindicates the Prophet”, 2019 presentación de la conferencia de FairMormon, agosto de 2019, en línea en fairmormon.org.
Traducido por Central del Libro de Mormón
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