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KnoWhy #676

¿Por qué Jesús fue juzgado y crucificado?

junio 23, 2023
KnoWhy #676
Jesús es juzgado ante Caifás y el Sanedrín
Jesús es juzgado ante Caifás y el Sanedrín en este fotograma de un vídeo de la Biblia sobre la vida de Jesucristo. Imagen cortesía por la Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días.
“Y muy temprano por la mañana, habiendo tenido consejo los principales sacerdotes con los ancianos, y con los escribas y con todo el concilio, llevaron a Jesús atado y lo entregaron a Pilato”.
Marcos 15:1

 

El conocimiento

Después de que Jesús sufrió por los pecados del mundo en Getsemaní, “llegó Judas, uno de los doce, y con él mucha gente con espadas y con palos, de parte de los principales sacerdotes y de los ancianos del pueblo” (Matthew 26:47). Al someterse voluntariamente a estas personas, Jesús soportó varios juicios inquietantes y apresurados. Estos incluyen la comparecencia ante el Sanedrín, Pilatos y Herodes.

Precisamente, los motivos que condujeron a estos procedimientos judiciales no están del todo claros en las Escrituras. Como ha señalado John W. Welch, “uno se topa directamente con varios problemas obstinados” cuando trata de determinar las motivaciones que subyacen a las acciones de los sumos sacerdotes y otros actores clave en estas actividades1. Por ejemplo, Mateo y Marcos afirman que el Sanedrín entregó a Jesús a Pilato “por envidia” (véase Marcos 15:10; Mateo 27:18), que Pilato malinterpretó por alguna motivación mezquina. Sin embargo, ni siquiera los sentimientos de envidia describen adecuadamente las reacciones mostradas por el Sanedrín en el juicio de Jesús2.

Por lo tanto, Welch concluyó que el miedo fue probablemente un factor impulsor mayor, “particularmente el miedo a los poderes milagrosos de Jesús”. En concreto, el miedo a lo oculto parece haber seguido de cerca a muchos de los milagros que Jesús realizó, ya que los fariseos lamentablemente malinterpretaron la fuente de los poderes divinos de Jesús3. Esto ayuda a explicar por qué a lo largo del ministerio de Jesús, sus milagros inspiradores de fe fueron casi siempre seguidos por una fuerte reacción de los fariseos, que lo acusaron de usar los poderes de Beelzebú y que en repetidas ocasiones trataron de quitarle la vida (véase Mateo 12:24-28). Así pues, como observó Welch, “detrás de todo esto se esconde un fuerte trasfondo de miedo equivocado a que Jesús fuera un mago malvado”4.

Cabe destacar que tanto la Biblia como el Libro de Mormón establecen un vínculo entre los milagros de Jesús y sus juicios. Juan escribió que antes de decidir dar muerte a Jesús, los principales sacerdotes y los fariseos preguntaron: “¿Qué haremos? Porque este hombre hace muchos milagros” (Juan 11:47-53). De la misma manera, tanto Jacob como el rey Benjamín relacionaron la realización de “grandes milagros” por parte de Jesús con Su muerte a manos de hombres malvados (2 Nefi 10:4-5; Mosíah 3:5, 9).

Como parte de estos juicios motivados por el miedo, se presentaron varios cargos contra Jesús en un esfuerzo por imponer el castigo romano. Incluían acusaciones como la blasfemia, y a menudo se basaban en testigos falsos o en interpretaciones forzadas de la ley. Varios de estos cargos se referían a las enseñanzas y actividades de Cristo relacionadas con el templo (véase Mateo 26:59-66). Aun así, el tema predominante entre estos cargos son los milagros de Jesús en lugar de cualquier doctrina que Él enseñó.

Después de los juicios, “los principales sacerdotes con los ancianos, y con los escribas y con todo el concilio, llevaron a Jesús atado y lo entregaron a Pilato” (Marcos 15:1) con la intención de que “declarase a Jesús igualmente culpable, según la ley romana, de sedición (crimen maiestatus) por obra de magia ilícita (maleficum)”5.

Como señala Welch, la supuesta práctica mágica era “un delito grave según la ley romana en la época de Jesús, especialmente cuando amenazaba de algún modo la seguridad del emperador”6. Por este motivo, los sumos sacerdotes dijeron que Jesús “a César se opone”, además de otras acusaciones de traición (Juan 19:12; cf. Lucas 23:2). Estas formas proscritas de profecía y realización de milagros “recientemente se habían convertido en castigables con la muerte” por un decreto de Augusto César en el año 11 d. C., que impedía a cualquier persona hablar en contra, profetizar en contra o realizar cualquier acción ritual contra el emperador7. Pilato, por supuesto, no encontró a Jesús culpable de tal cargo, pero aun así los sumos sacerdotes presionaron para la ejecución de Jesús, ya que la falsa profecía y la realización de milagros estaban igualmente prohibidas por la ley judía.

Claramente, el miedo a los milagros de Jesús no terminó con Su crucifixión. Preocupados de que Jesús “de alguna manera pareciera resucitar después de tres días como profetizó que haría”, los fariseos pusieron un guardia en la tumba de Jesús para asegurarse de que nada de eso pudiera suceder. Curiosamente, estos individuos llamaron a Jesús “embaucador” o “engañador”, utilizando la misma palabra griega (planos) para describir a “uno que engaña por seducción a través de poderes o espíritus malignos”. Esta misma palabra se utilizaba en la literatura y las escrituras judías y cristianas antiguas para describir a Satanás, los demonios y los falsos profetas, especialmente los que hacían milagros como “levantar montañas, agitar el mar [y] resucitar a los muertos”8.

Por último, ver el juicio de Jesús en el contexto del miedo a los poderes demoníacos también ayuda a “explicar los enigmas legales de la Crucifixión y la falta de formalidades legales”. Después de todo, como atestigua el propio Nuevo Testamento, “la forma normal de ejecución por blasfemia según la ley judía era la lapidación; y varias veces la gente cogió piedras pensando en apedrear a Jesús por blasfemo”9. Sin embargo, gracias al descubrimiento de los Rollos del Mar Muerto, “los eruditos reconocen ahora que colgar de un madero (o crucifixión) en los tiempos de Jesús… podía servir como una manera de ejecución según la ley judía imperante”10.

De igual manera, tal método de ejecución se utilizó justo un siglo antes de la época de Jesús. En ese notorio caso, “ochenta brujas fueron colgadas o crucificadas en Ascalón sin juicios apropiados porque el tribunal consideró el asunto como una cuestión de emergencia”. Aunque los escritores talmúdicos posteriores condenaron este juicio como un acto ilegal de un tribunal malvado, este caso es importante para mostrar que los juicios apresurados (incluso inexistentes) eran llevados a cabo por líderes judíos atemorizados, lo que resultaba en la crucifixión de los condenados11. El juicio y la ejecución apresurados de Jesús reflejan este evento12.

El porqué

A medida que los juicios de Jesús avanzaban durante la noche, el miedo parecía aparecer en todos los frentes. Los propios discípulos de Jesús huyeron de Getsemaní, y Pedro —quizá por miedo—negó su asociación con Jesús mientras era interrogado implacablemente por los servidores del Sumo Sacerdote13. Incluso Pilato y Herodes demostraron miedo en algún momento de este juicio: Pilato, que ya temía un alboroto violento, recibió advertencias de su esposa a causa de los sueños que había tenido con respecto a Jesús (véase Mateo 27:19, 24). De la misma manera, Herodes pudo haberse asustado inicialmente del poder milagroso de Jesús, al igual que había temido a Juan el Bautista y a la multitud que le seguía (Mateo 14:5; Marcos 6:20).

También es tristemente irónico que lo mismo que demostró tan claramente la divinidad de Jesús—sus obras buenas y milagrosas—influyera tanto en su martirio. Los temores multifacéticos de los gobernantes judíos los cegaron para discernir la bondad y el poder de Dios manifestados a través de Jesucristo. Eran demasiado orgullosos, estaban demasiado seguros de sus propias conclusiones y tenían demasiado miedo de perder su poder, influencia y control.

Pero ahí no acaba la historia. Jesús no se dejó crucificar en última instancia por esos temores equivocados, sino que se sacrificó voluntariamente por nosotros: “[P]orque yo pongo mi vida, para volverla a tomar. Nadie me la quita, sino que yo la pongo de mí mismo” (Juan 10:17-18). El sacrificio infinito y eterno de Jesús fue siempre el plan de Dios, que nos permite superar todos nuestros miedos cuando acudimos a Él.

“En el amor no hay temor”, escribió el apóstol Juan, “sino que el perfecto amor echa fuera el temor” (1 Juan 4:18). El amor puro de Cristo se manifiesta a todos los hijos de Dios y nos ayuda a superar nuestros miedos, preocupaciones y ansiedades. Estos temores que nos frenan pueden ser sustituidos por la fe, permitiéndonos “acercarnos con confianza al trono de la gracia para alcanzar misericordia”, que está a nuestra disposición gracias al sufrimiento, la muerte y la resurrección de Cristo (Hebreos 4:16).

Otras lecturas

John W. Welch, “Miracles, Maleficium, and Maiestas in the Trial of Jesus”, en Jesus and Archaeology, ed. James H. Charlesworth (Grand Rapids, MI: Eerdmans, 2006), 349–383.

John W. Welch, “The Legal Cause of Action Against Jesus in John 18:29–30”, en Celebrating Easter: The 2006 BYU Easter Conference, ed. Thomas A. Wayment y Keith J. Wilson (Provo, UT: Religious Studies Center, Brigham Young University), 157–175.

John W. Welch, “The Factor of Fear in the Trial of Jesus”, en Jesus Christ: Son of God, Savior, ed. Paul H. Peterson, Gary L. Hatch y Laura D. Card (Provo, UT: Religious Studies Center, Brigham Young University; Salt Lake City, UT: Deseret Book, 2002), 284–312.

Bernard S. Jackson, “The Trials of Jesus and Jeremiah”, BYU Studies Quarterly 32, no. 4 (1992): 63–77.

1. John W. Welch, “The Factor of Fear in the Trial of Jesus”, en Jesus Christ: Son of God, Savior, ed. Paul H. Peterson, Gary L. Hatch y Laura D. Card (Provo, UT: Religious Studies Center, Brigham Young University; Salt Lake City, UT: Deseret Book, 2002), 286.
2. Véase Welch, “Factor of Fear”, 288–289.
3. Welch, “Factor of Fear”, 285, 297.
4. Welch, “Factor of Fear”, 299.
5. John W. Welch, “Miracles, Maleficium, and Maiestas in the Trial of Jesus”, en Jesus and Archaeology, ed. James H. Charlesworth (Grand Rapids, MI: Eerdmans, 2006), 350.
6. Welch, “Miracles, Maleficium, and Maiestas”, 369–370.
7. Welch, “Miracles, Maleficium, and Maiestas”, 370.
8. Welch, “Factor of Fear”, 301; cf. Welch, “Miracles, Maleficium, and Maiestas”, 364.
9. Welch, “Factor of Fear”, 306, citando a Juan 8:59; cf. Welch, “Miracles, Maleficium, and Maiestas”, 381.
10. Welch, “Factor of Fear”, 307; cf. Welch, “Miracles, Maleficium, and Maiestas”, 381–382.
11. Welch, “Factor of Fear”, 307; cf. Welch, “Miracles, Maleficium, and Maiestas”, 382.
12. La idea de que Jesús era un hacedor de milagros ilícito es tan prominente que incluso persiste hasta nuestros días. Los que afirman esto hoy en día a menudo malinterpretan los poderes divinos y el sacerdocio de Jesús y, del mismo modo, malinterpretan los relatos en los evangelios sobre la vida de Jesús, así como las primeras representaciones cristianas de Jesús. Para respuestas breves a estas afirmaciones de que Jesús no era más que un mago, véase Barry Crawford, “Review of Jesus the Magician by Morton Smith”, Journal of the American Academy of Religion 47, no. 2 (1979): 321–322; Lee M. Jefferson, “Jesus the Magician? Why Jesus Holds a Wand in Early Christian Art”, Biblical Archaeology Review 46, no. 4 (2020): 41–47.
13. Véase Central del Libro de Mormón, “¿Por qué Pedro negó conocer a Jesús? (Mateo 26:34)”, KnoWhy 673 (junio 1, 2023).

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Referencia a las escrituras

Traducido por Central del Libro de Mormón