Gracias a los esfuerzos diligentes y entusiastas de los hijos de Mosíah como emisores de la paz y buenas nuevas entre los lamanitas (Mosíah 27:37; 28:1–2)1, “miles llegaron al conocimiento del Señor” (Alma 23:5). Estos lamanitas convertidos se llamaron a sí mismos anti-nefi-lehitas (Alma 23:17)2. En un esfuerzo por arrepentirse de sus actos pecaminosos de asesinato y violencia, enterraron sus armas de guerra e hicieron un convenio de nunca más derramar la sangre de sus enemigos, ni siquiera en defensa propia (Alma 24:6–19). Después, en uno de los actos más conmovedores y valientes en todo el Libro de Mormón, se encontraron ante sus enemigos desarmados e indefensos, postrándose en oración ante el Señor mientras sus enemigos caían sobre ellos (Alma 24:21–22; cf. 27:1–3).
Ammón explicó que el amor por sus hermanos fue uno de los principales alicientes en el acto de abnegación de los anti-nefi-lehitas (Alma 26:31-34). Los anti-nefi-lehitas también estaban motivados por el fuerte deseo de arrepentirse de sus pecados y de los “muchos asesinatos” que habían cometido (Alma 24:9-11, 25; 27: 6, 8). Dado que esto parece referirse principalmente a la matanza de los nefitas durante los tiempos de guerra, algunos han concluido que los anti-nefi-lehitas se habían convertido en “pacifistas extremos”, que habían llegado a considerar todas las matanzas en tiempos de guerra como asesinatos, y por lo tanto, como algo ilegítimo3. La historia completa de los anti-nefi-lehitas (también conocidos como el pueblo de Ammón, véase Alma 27:26), sin embargo, “introduce ciertas dificultades para cualquiera que apele a los ammonitas como un modelo claro de pacifistas absolutos”4.
Por un lado, aunque los anti-nefi-lehitas se negaron a derramar sangre, ellos aceptaron la protección militar nefita (Alma 27:23-24) y apoyaron activamente los esfuerzos bélicos de los nefitas (Alma 27:24; 43:13) En un momento dado, incluso deseaban unirse a la guerra, aunque finalmente se convencieron de que Helamán se mantendría fiel a su convenio (Alma 53:13-15). Sin embargo, sus hijos quienes eran demasiado jóvenes en ese momento para unirse al convenio contra el derramamiento de sangre, se unieron a los ejércitos nefitas (Alma 53:17)5. Si el pueblo de Ammón realmente sentía que las muertes en tiempos de guerra eran asesinatos, es difícil imaginar por qué apoyarían a sus propios hijos para que fueran a la guerra6. Tal como Duane Boyce explicó: “Todas estas acciones son contradicciones directas de una renuncia completa y basada en principios de guerra”7.
En lugar de asumir una denuncia categórica de todos los aspectos de la guerra, parece que los anti-nefi-lehitas solamente habían llegado a ver su propia conducta y actitudes del pasado hacia la guerra como asesinatos. Boyce ha señalado que, históricamente, los lamanitas fueron los agresores, impulsados por su odio hacia los nefitas y su placer en derramar sangre. Esto hizo que su participación en las guerras y otros conflictos fuera verdaderamente sanguinaria8. Además, tal como Brant A. Gardner ha mencionado, es posible que ellos hayan participado en antiguas prácticas religiosas mesoamericanas bien conocidas donde glorificaban la guerra, el derramamiento de sangre y el sacrificio humano. Tales actos de matanza glorificada serían naturalmente entendidos como asesinatos para los recién convertidos discípulos de Cristo9.
Boyce observó: “Dada la dura realidad de su pasado y lo difícil de su arrepentimiento, no es una sorpresa que sintieran la necesidad de mantener el perdón al repudiar no solo el asesinato sino también cualquier cosa remotamente parecida a esto”10. Es comprensible que temieran y pensaran, si manchásemos otra vez nuestras espadas, “quizá ya no podrían ser limpiadas por medio de la sangre del Hijo de nuestro gran Dios, que será derramada para la expiación de nuestros pecados” (Alma 24:13). Los nefitas entendían el “temor [de los ammonitas] a empuñar las armas en contra de sus hermanos” para no cometer pecado (Alma 27:23). De acuerdo con las interpretaciones antiguas en Deuteronomio 20, los nefitas permitieron a los anti-nefi-lehitas una exoneración condicional de su deber militar11.
No hay duda de que los anti-nefi-lehitas “dieron lo que debe ser uno de los ejemplos más inspiradores de arrepentimiento, contrición, humildad y devoción sostenida al Señor que se pueda encontrar en cualquier parte de las Escrituras”12. Ellos reconocieron que la naturaleza extrema de sus pecados del pasado, requería que tomaran medidas igualmente extremas con el propósito de arrepentirse completamente y evitar repetir aquellos pecados en el futuro. Sin embargo, aunque su situación era única, esto no significa que las personas no puedan aprender de su ejemplo. Cualquiera que sea la naturaleza de los pecados y luchas personales, el ejemplo de los anti-nefi-lehitas puede inspirar a todos a arrepentirse sinceramente e incluso enterrar las transgresiones más arraigadas y atroces y volverse a Cristo.
Además, la historia de los anti-nefi-lehitas proporciona dos pruebas ejemplares de cómo el evangelio de Jesucristo puede brindar paz y superar la violencia. Primero, su decisión de no tomar las armas, inclusive en defensa propia, llevó a algunos de los lamanitas que los atacaban a tener compasión, a arrepentirse y a entregar sus armas de guerra y unirse a los anti-nefi-lehitas, mientras que el resto de los lamanitas cesaron sus ataques por la frustración. Algunos del pueblo de Ammón fueron asesinados, pero un número aún mayor de lamanitas se unieron a ellos en la paz del evangelio, y el conflicto terminó antes de que se produjera una mayor pérdida de vidas (Alma 24:21–26; 25:1).
En una segunda ocasión el pueblo de Ammón fue atacado, y de nuevo se negaron a tomar sus armas en defensa propia y esta vez sus atacantes fueron implacables (Alma 27:1-3). Sin embargo, los nefitas se compadecieron de ellos y les ofrecieron una tierra por herencia y les proporcionaron protección militar, a pesar “de sus muchos asesinatos y su terrible iniquidad” del pasado (Alma 27:22-23). Por lo tanto, los nefitas que previamente habían querido tomar “las armas contra [los lamanitas] para [destruirlos]” debido a que vivían “en la más vil iniquidad” (Alma 26:24-25) ahora estaban dispuestos a perdonar a estos lamanitas que se arrepintieron de sus pecados más graves y a unirse a ellos en paz y proporcionarles protección. Es difícil apreciar cuán grande debió haber sido ese acto de perdón.
Esto no significa que la guerra y la violencia puedan evitarse siempre. Por trágica y horrorosa que sea, la guerra en ocasiones es necesaria y justificada (Alma 43:45–47; 48:14–16, 23–25)13. Sin embargo, la historia de los anti-nefi-lehitas es un ejemplo de cómo “la predicación de la palabra” verdaderamente tiene “un efecto más potente en la mente del pueblo que la espada” (Alma 31:5). El élder L. Tom Perry comentó: “Si bien el mensaje de la historia no es insistir en el pacifismo universal, aprendemos que al no devolver las agresiones de otros podemos tener un profundo efecto en ellos. Literalmente, podemos cambiar sus corazones cuando seguimos el ejemplo de Cristo y ponemos la otra mejilla. Nuestros ejemplos como pacíficos seguidores de Cristo inspiran a otros a seguirlo”14.
Duane Boyce, “The Ammonites Were Not Pacifists“, Interpreter: A Journal of Mormon Scripture 20 (2016): 293–313.
Brant A. Gardner, Traditions of the Fathers: The Book of Mormon as History (Salt Lake City, UT: Greg Kofford Books, 2015), 305–307.
J. David Pulsipher, “The Ammonite Conundrum”, en War and Peace in Our Times: Mormon Perspectives, ed. Patrick Q. Mason, J. David Pulsipher y Richard L. Bushman (Salt Lake City, UT: Greg Kofford Books, 2012), 1–12.
Duane Boyce, “Were the Ammonites Pacifists?” Journal of Book of Mormon and Restoration Scripture 18, no. 1 (2009): 32–47.
John W. Welch, “Exemption from Military Duty“, en Reexploring the Book of Mormon: A Decade of New Research, ed. John w. Welch (Salt Lake City y Provo, UT: Deseret Book y FARMS, 1992), 189–192.
1. John A. Tvedtnes, “The Sons of Mosíah: Emissaries of Peace“, en Warfare in the Book of Mormon, ed. Stephen D. Ricks y William J. Hamblin (Salt Lake City y Provo, UT: Deseret Book y FARMS, 1990), 118–123.
2. Central del Libro de Mormón, “¿Por qué los lamanitas convertidos se llamaron anti-nefi-lehitas? (Alma 23:17)”, KnoWhy 131 (junio 9, 2017).
3. Véase, por ejemplo, Hugh Nibley, Since Cumorah, 2a ed. (Salt Lake City y Provo, UT: Deseret Book y FARMS, 1988), 295–296; Hugh Nibley, The Prophetic Book of Mormon (Salt Lake City y Provo, UT: Deseret Book y FARMS, 1989), 356, 466, 487, 517; Eugene England, “Hugh Nibley como Cassandra“, BYU Studies 30, no. 4 (1990): 112; Patrick Q. Mason, “The Possibilities of Mormon Peacebuilding“, Dialogue: A Journal of Mormon Thought 37, no. 1 (2004): 14–18; Grant Hardy, Understanding the Book of Mormon: A Reader’s Guide (Nueva York, NY: Oxford University Press, 2010), 118; Mack C. Stirling, “Violence in the Scripture: Mormonism and the Cultural Theory of René Girard”, Dialogue: A Journal of Mormon Thought 43, no. 1 (2010): 84–85. Véase también los documentos de F. R. Rick Duran (pág. 61), Loyd Ericson (págs. 182–183) y Gordon Conrad Thomasson (pág. 214) en War and Peace in Our Times: Mormon Perspectives, ed. Patrick Q. Mason, J. David Pulsipher y Richard L. Bushman (Salt Lake City, UT: Greg Kofford Books, 2012). Para un relato de interpretación de esta historia, haciendo énfasis en cómo se ha utilizado para apoyar la ética pacifista y la no violencia, véase J. David Pulsipher, “Buried Swords: The Shifting Interpretive Ground of a Beloved Book of Mormon Narrative”, Journal of Book of Mormon Studies 26 (2017): 1–48. Para un análisis de lo que constituye el pacifismo, véase Duane Boyce, Even Unto Bloodshed: An LDS Perspective on War (Salt Lake City, UT: Greg Kofford Books, 2015), 17–45.
4. J. David Pulsipher, “The Ammonite Conundrum”, en War and Peace in Our Times, 3. No obstante, Pulsipher, “Buried Swords”, 4–12 argumenta que algunas partes de la historia representan una “sensibilidad pacifista” (pág. 5) y una “forma de pacifismo absoluto” (pág. 6).
5. Véase Boyce, Even Unto Bloodshed, 49–71; Duane Boyce, “Were the Ammonites Pacifists?” Journal of Book of Mormon and Restoration Scripture 18, no. 1 (2009): 32–47; Duane Boyce, “The Ammonites Were Not Pacifists“, Interpreter: A Journal of Mormon Scripture 20 (2016): 293–313.
6. Véase Boyce, “Were the Ammonites Pacifists?” 43–44.
7. Boyce, “The Ammonites Were Not Pacifists“, 298.
8. Boyce, “The Ammonites Were Not Pacifists“, 302–308.
9. Brant A. Gardner, Traditions of the Fathers: The Book of Mormon as History (Salt Lake City, UT: Greg Kofford Books, 2015), 305–307.
10. Boyce, “The Ammonites Were Not Pacifists“, 308.
11. Véase Central del Libro de Mormón, “¿Por qué el pueblo de Ammón fue eximido del deber militar? (Alma 27:24)”, KnoWhy 274 (diciembre 20, 2017). John W. Welch, “Law and War in the Book of Mormon”, en Warfare in the Book of Mormon, 62–65; John W. Welch, “Exemption from Military Duty“, en Reexploring the Book of Mormon: A Decade of New Research, ed. John W. Welch (Salt Lake City y Provo, UT: Deseret Book y FARMS, 1992), 189–192.
12. Boyce, Even Unto Bloodshed, 71.
13. Véase Boyce, Even Unto Bloodshed, 213–278 para una conexión de la teoría de la guerra justificada basada en las enseñanzas y los principios de las Escrituras Santos de los Últimos Días. Véase también Morgan Deane, “Offensive Warfare in the Book of Mormon and a Defense of the Bush Doctrine”, en War and Peace, 29–39.
14. L. Tom Perry, Living with Enthusiasm (Salt Lake City, UT: Deseret Book, 1996), 128.
Traducido por Central del Libro de Mormón
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