En el Antiguo Testamento, a menudo se advertía a las personas que si no se arrepentían, morirían y sus cuerpos, en lugar de ser sepultados apropiadamente, serían devorados por animales salvajes1. Tal destino era visto por muchos pueblos antiguos no solo como una tragedia, considerado así en nuestros tiempos, sino como una desgracia y una señal del juicio divino2. Ese juicio se trasladaría a la vida venidera, donde se pensaba que la función y la identidad de la persona se determinaba y facilitaba por el lugar y la forma en que era enterrado su cuerpo3. Tal como Matthew Suriano explicó: “En la Biblia hebrea, la vida venidera ideal estaba ligada a la tumba… La muerte estaba relacionada, y la tumba era un componente crítico para definir las relaciones y establecer la identidad de los muertos”4.
Por lo que, la falta de un entierro podría resultar en la expulsión y el desplazamiento en la vida venidera, dejando a la persona vagar sin rumbo, sin un rol o identidad y sin alguna conexión con el mundo de los vivos. Tal como John Walton explicó: “En Mesopotamia, la importancia de la sepultura del cuerpo estaba relacionada con la creencia de que, sin esta, el etemmu (fantasma) del difunto no encontraría su lugar natural entre la comunidad de los muertos y, por lo tanto, no tendría descanso”5. Además, se esperaba que los vivos cuidaran de sus muertos a través de ceremonias mortuorias y comidas comunales continuas6. La falta de un entierro adecuado impedía que estas cosas sucedieran, y por lo tanto, “deshacía la sociedad entre los vivos y los muertos”7.
Si el cuerpo era devorado por animales, podría empeorar aún más el destino de los muertos. “En tal caso, algunos textos mesopotámicos sugieren que la persona fallecida era remitida a una realidad sin forma, caótica y tal vez incluso al mundo de los demonios”8.
A medida que los jareditas se dirigían cada vez más rápido hacia su sombrío destino, “aquel cuadro de efusión de sangre y mortandad” llegó a ser “tan grande y tan larg[o]… que toda la superficie de la tierra se hallaba cubierta de cadáveres” (Éter 14:21). El libro de Éter consideró este punto tan importante que enfatizó que estaban tan agotados por la guerra que “no quedaba nadie para sepultar a los muertos”, y en vez de eso “los cadáveres, tanto de hombres como de mujeres y de niños” estaban “tirados a flor de tierra, para convertirse en presa de los gusanos de la carne” (Éter 14:22). Este hecho también fue notablemente mencionado por el grupo de exploradores de Limhi, y se registró en el relato final de su descubrimiento de “una región llena de huesos de hombres y bestias” (Mosíah 8:8), donde también encontraron las veinticuatro planchas de oro de Éter.
No es de extrañar, continuó Moroni, que “el pueblo se [sintiera] molesto de día y de noche”. No fue solo que el hedor se extendió por la faz de la tierra (Éter 14:23). Los cuerpos de los muertos que no fueron sepultados, eran una clara señal para este pueblo caído de que “el Señor Dios ejecut[ó] juicio contra ellos hasta su completa destrucción” de tal manera que vino “una maldición muy grande sobre esa tierra, y también sobre el pueblo… y sus huesos [fueron] como montones de tierra sobre la faz del país” todo porque se negaron a “arrepinti[rse] de sus iniquidades” (Éter 11:6,12,20). Lo que es más, habrían sabido que el juicio de Dios tenía consecuencias eternas en la vida venidera.
Hoy en día, la revelación moderna aporta más conocimiento sobre la vida postmortal, y está claro que la falta de una sepultura no tendrá consecuencias negativas sobre los espíritus que han partido9. Por lo tanto, el triste destino de estos jareditas no enterrados es de naturaleza simbólica, una representación de la totalidad de su aniquilación física, generacional y espiritual, para ser separados de la presencia de Dios en esta vida y en la venidera10. Afortunadamente, tal destino no es inevitable. El final de los jareditas es una historia con moraleja: si las personas escuchan las advertencias de los profetas y se arrepienten completamente de sus pecados, pueden estar seguras de que su lugar de descanso final será con Dios y Cristo.
Joseph Fielding McConkie, “Spiritual Death”, en Book of Mormon Reference Companion, ed. Dennis Largey (Salt Lake City, UT: Deseret Book, 2003), 738.
Richard M. Romney, “Spiritual Death”, en Encyclopedia of Mormonism, 4 vols., ed. Daniel H. Ludlow (New York, NY: Macmillan, 1993), 3:1407–1408.
Central del Libro de Mormón, “¿Por qué habrá escogido Jacob el símbolo de un “monstruo” para describir la muerte y el infierno? (2 Nefi 9:10)”, KnoWhy 34 (febrero 11, 2017).
Central del Libro de Mormón, “¿Qué enseña el Libro de Mormón sobre la vida venidera? (Alma 40:11)”, KnoWhy 315 (febrero 19, 2018).
1. Véase Deuteronomio 28:26; 1 Reyes 16:3–4; 21:24; 2 Reyes 9:10, 30–37; Jeremías 8:1–3; 14:16; 16:4–6; 22:19; 25:33; Eclesiastés 6:3–5.
2. Philip J. King y Lawrence E. Stager, Life in Biblical Israel (Louisville, KY: Westminster John Knox, 2001), 363: “El que un cuerpo permaneciera sin enterrar era un deshonor y una señal del juicio divino”. Los griegos también consideraban que era un deber de los comandantes militares velar por que sus soldados o marineros caídos recibieran una sepultura apropiada; y los romanos construían santuarios y monumentos familiares para sus muertos que debían ser conservados por las generaciones venideras.
3. Rachel S. Hallote, Death, Burial, and Afterlife in the Biblical World (Chicago, IL: Ivan R. Doe, 2001), 29–45; Matthew J. Suriano, A History of Death in the Hebrew Bible (New York, NY: Oxford University Press, 2018), 177–216.
4. Suriano, History of Death, 215.
5. John H. Walton y Craig S. Keener, eds., NIV Cultural Backgrounds Study Bible (Grand Rapids, MI: Zondervon, 2016), 632–633, mayúsculas discretamente alteradas. Hallote, Death, Burial, and Afterlife, 102–112 analiza la notable superposición entre las creencias israelitas y mesopotámicas sobre los muertos.
6. Véase Hallote, Death, Burial, and Afterlife, 54–68.
7. Walton y Keener, Cultural Backgrounds, 633.
8. Walton y Keener, Cultural Backgrounds, 633–634.
9. Para una enseñanza profunda sobre la vida después de la muerte, véase “Muerte física”, “Vida eterna”, “Reinos de gloria”, “Resurrección”, “Espíritu,” y “Mundo de los espíritus”, en la sección de Temas del Evangelio de churchofjesuschrist.org.
10. Para obtener ayuda de las enseñanzas de las Escrituras de los Últimos Días sobre la muerte espiritual, véase “Muerte espiritual” en la sección de Temas del Evangelio en churchofjesuschrist.org. Véase también Joseph Fielding McConkie, “Spiritual Death”, en Book of Mormon Reference Companion, ed. Dennis Largey (Salt Lake City, UT: Deseret Book, 2003), 738; Richard M. Romney, “Spiritual Death”, en Encyclopedia of Mormonism, 4 vols., ed. Daniel H. Ludlow (New York, NY: Macmillan, 1993), 3:1407–1408.
Traducido por Central del Libro de Mormón
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