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KnoWhy #539

¿Por qué Samuel dijo que las riquezas de algunos nefitas se volverían “deleznables”?

noviembre 27, 2019
KnoWhy #539
"Samuel the Lamanite" (Samuel el Lamanita) a través de thisweekinmormons.com
"Samuel the Lamanite" (Samuel el Lamanita) a través de thisweekinmormons.com
“Y he aquí, se acerca la hora en que maldecirá vuestras riquezas, de modo que se volverán deleznables, al grado que no las podréis conservar; y en los días de vuestra pobreza no las podréis retener”.
Helamán 13:31

El Conocimiento

Las famosas advertencias proféticas de Samuel el lamanita se encuentran en Helamán 13-15. Dichas advertencias comenzaron con una reprimenda masiva en contra del orgullo, la codicia, las iniquidades, la superchería sacerdotal, la ingratitud y la necedad de los nefitas malvados que estaban dispuestos a aceptar a los falsos profetas mientras rechazaban por completo a los justos (Helamán 13:25–29). Samuel fue muy directo. En este contexto, usó la palabra “deleznables” tres veces, y la palabra “escurrido” una vez (vv. 30–36).1 Mirando cuidadosamente, uno ve los siguientes detalles interesantes y complejidades significativas en el pensamiento y mensaje de Samuel:

  • Debido a las maldades y abominaciones, Samuel dijo que su propia tierra ahora sería una tierra maldita (Helamán 13:15-17, 23, 30). Alguna vez había sido una tierra prometida, pero un cambio amenazaba.
  • Debido a esta maldición sobre la tierra, esta misma actuaría como un receptáculo de este castigo reflejado: “[Q]uienes oculten sus tesoros en la tierra no los encontrarán más, por causa de la gran maldición de la tierra” (Helamán 13:18).
  • Esta maldición funcionaría justamente para mantener las riquezas lejos de las personas que las habían escondido en un esfuerzo por mantenerlas alejadas del Señor: “[Q]uienes oculten sus tesoros en la tierra no los encontrarán más… a menos que sea un hombre justo y los esconda para los fines del Señor” (Helamán 13:18).
  • Si las personas no le agradecieran al Señor por darles sus riquezas, Él mismo justificadamente se las quitaría (Helamán 13:21–22).
  • Debido a la iniquidad, esta maldición vendría sobre el pueblo y también sobre sus riquezas (Helamán 13:21, 31).
  • La maldición tomaría la forma de pérdidas inexplicables. La gente diría: “¡He aquí, dejamos aquí una herramienta, y para la mañana ya no está; y he aquí, se nos despoja de nuestras espadas el día en que las hemos buscado para la batalla!” (Helamán 13:34).
  • El castigo recíproco de aquellos que “han puesto sus corazones en las riquezas” sería que lloraran en vano al Señor en su pobreza (Helamán 13:21, 32).
  • Los desobedientes clamarían en vano por la ayuda del Señor, y lamentarían no haberse arrepentido (Helamán 13:32–34).
  • Irónicamente, si las personas ocultan sus tesoros para protegerlos de sus enemigos, el Señor mismo como retribución “ocultará sus tesoros cuando huyan de sus enemigos” (Helamán 13:20).
  • Aquellos que intentan asegurar sus riquezas descubrirán que no pueden mantenerlas ni retenerlas (Helamán 13:31, 36).
  • De hecho, para dejar perfectamente claro que la gente no podría superar las consecuencias de esta maldición simplemente al aferrarse firmemente a sus tesoros, Samuel advirtió que Dios maldeciría sus riquezas para que se volvieran “deleznables” (Helamán 13:31). Entonces la gente se lamentaría: “¡Oh, si nos hubiésemos acordado del Señor nuestro Dios el día en que nos dio nuestras riquezas, y entonces no se habrían vuelto deleznables para que las perdiéramos; porque he aquí, nuestras riquezas han huido de nosotros!” (Helamán 13:33). Estas personas finalmente admitirían: “Sí, hemos escondido nuestros tesoros, y se nos han escurrido por causa de la maldición de la tierra” (Helamán 13:35). Debido a que no se arrepintieron cuando la palabra del Señor vino a ellos, llegarían a decir: “[L]a tierra está maldita, y todas las cosas se han vuelto deleznables, y no podemos retenerlas” (Helamán 13:36).
  • Habiendo acusado una vez a Samuel de ser “del diablo” (Helamán 13:26), ahora culparían de su problema a los ángeles del diablo: “He aquí, nos rodean los demonios; sí, cercados estamos por los ángeles de aquel que ha tratado de destruir nuestras almas” (Helamán 13:37).
  • Y demasiado tarde, llorarían: “He aquí, grandes son nuestras iniquidades. ¡Oh Señor!, ¿no puedes apartar tu ira de nosotros?” (Helamán 13:37).

 

Samuel emitió aquí lo que los eruditos bíblicos han llamado un complejo “juicio profético”.2 El oráculo de juicio de Samuel entrelaza a Dios, humanos, el diablo, demonios, ángeles destructores, tierras, riquezas o tesoros, profetas verdaderos y falsos, enemigos militares, causas naturales y consecuencias espirituales. Como parte de esta imagen, todo se vuelve “deleznable” debido a que Dios maldice la tierra, la tierra obedece a Dios y la gente oculta desobedientemente sus tesoros en lugar de esconderlos para los fines de Dios.

Años más tarde, al redactar los registros nefitas, Mormón consideró útil escribir un prólogo a la profecía de Samuel. Para que sus lectores comprendieran la cosmovisión detrás de la profecía de Samuel, Mormón insertó en su resumen del libro de Helamán una explicación espléndida. Detalla la paciencia del Señor, la insensata insolencia del hombre, la obediencia incluso del mismo polvo de la tierra y la incapacidad del hombre de esconder cualquier cosa de Dios (Helamán 12:4–22). Mormón insertó esta explicación, sabiendo lo que contenía la profecía de Samuel. Por lo tanto, Mormón dijo: “[S]i un hombre oculta un tesoro en la tierra, y el Señor dijere: Maldito sea, por motivo de la iniquidad de aquel que lo ha escondido, he aquí, será maldito” por el Señor durante el tiempo que Él lo considere (vv. 18–19). Esto se debe a que la tierra, las aguas de las profundidades, las montañas y el polvo obedecen a Dios, moviéndose aquí o allá, “partiéndose por la mitad según el mandato de nuestro gran y sempiterno Dios” (v. 8). Esta visión cósmica era común en los tiempos bíblicos y a lo largo de la antigüedad.3

Mormón también registró un cumplimiento final de la profecía de Samuel en los días de Mormón. Después de inscribir 3 Nefi y 4 Nefi en sus planchas, Mormón se dedicó a componer su propio registro autobiográfico. Cuando era joven, había presenciado personalmente lo que veía como el cumplimiento de varias de las palabras de Samuel. Esta catástrofe debió haber dejado una poderosa impresión en él. Mormón escribió:

Y estos ladrones de Gadiantón, que se hallaban entre los lamanitas, infestaban la tierra, a tal grado que los habitantes empezaron a ocultar sus tesoros en la tierra; y se hicieron deleznables, porque el Señor había maldecido la tierra, de tal manera que no podían conservarlos ni recuperarlos. Y aconteció que hubo sortilegios, y hechicerías, y encantamientos; y el poder del maligno se extendió por toda la faz de la tierra, hasta cumplirse todas las palabras de Abinadí y también de Samuel el Lamanita. (Mormón 1:18–19, énfasis añadido)

Si bien Mormón se aferró firmemente al espíritu de la profecía de Samuel, vale la pena señalar aquí cuatro diferencias sutiles.

Primero, en los días de Mormón, los nefitas escondieron sus tesoros porque estaban tratando de protegerlos de los gadiantones sin huir de ellos. Si bien Samuel había hablado de personas que enterraban sus tesoros mientras huían ante sus enemigos (Helamán 12:20), el pueblo de Mormón estaba ocultando sus riquezas y no usaba los recursos que Dios le había dado para defenderse de sus oponentes.

En segundo lugar, hablando de su época, Mormón menciona “sortilegios, y hechicerías, y encantamientos… por toda la faz de la tierra” (Mormón 1:19). Si bien Samuel había predicho que las personas malvadas en sus días se quejarían de que los “rodean los demonios” (Helamán 13:37), Samuel no indicó que ninguno de esos nefitas impenitentes utilizara prácticas ocultas o mágicas. En los días de Mormón, sin embargo, el pueblo estaba utilizando este estándar de prácticas indígenas,4 supuestamente, para maldecir al pueblo o las propiedades, para evitar desastres o enfermedades o para intentar contrarrestar la maldición que Dios había puesto sobre la tierra.

Tercero, en los días de Samuel, las personas inicuas decían: “[S]í, cercados estamos por los ángeles de aquel que ha tratado de destruir nuestras almas” (Helamán 13:37). En la época de Mormón, estas desgracias eran vistas explícitamente como la obra directa del Diablo, del mismo “maligno” (Mormón 1:19).5

Cuarto, en Mormón 1:18, los tesoros se volvieron “deleznables porque el Señor había maldecido la tierra”. Samuel, con la esperanza de que el pueblo aún se arrepintiera, mencionó muchos factores humanos que llevaron a Dios a maldecir la tierra, así como a las personas y sus riquezas. En cualquier caso, esa maldición sobre la tierra fue duradera y poderosa.

Esta cosmovisión no era rara en las primeras civilizaciones. Muchas personas antiguas compartieron todo o parte de la cosmovisión de Samuel y Mormón. Por ejemplo, bajo las Doce Tablas Romanas VIII-8a (de alrededor de 450 a. C.), era una ofensa mayor para una persona lanzar una maldición o un encantamiento mágico en la tierra o los cultivos de un vecino.6 Esto era porque las personas creían en la existencia de dioses, espíritus o fuerzas que las personas podían mover con eficacia ya sea para propósitos buenos o malos.

Los antecedentes bíblicos también ayudan a explicar la advertencia de Samuel acerca de que los tesoros se vuelven deleznables. Tal como Blake Ostler señaló:

[El Libro de Mormón] se interpreta mejor a partir de una comprensión del convenio deuteronómico que requería obediencia y pronunciaba las maldiciones y bendiciones resultantes en la tierra por incumplimiento u obediencia al respectivo convenio (Deut. 11:26-29)… La ética prominente en todo el Libro de Mormón [es] que buscar riquezas mientras se ignora a los pobres es aborrecible para Dios. La capacidad de obtener riquezas y conservarlas dependía de la obediencia al convenio deuteronómico: “[Y] digas en tu corazón: Mi poder y la fuerza de mi mano me han traído esta riqueza. Sino acuérdate de Jehová tu Dios, porque él te da poder para hacer riquezas, a fin de confirmar el convenio que juró a tus padres, como en este día. Mas acontecerá que, si llegas a olvidarte de Jehová tu Dios… de cierto pereceréis” (Deut. 8:17-19).7

Además de Deuteronomio, Miqueas 5:11–13, citado por Jesús en 3 Nefi 21:16–17, condena el uso de la brujería,8 adivinos, e imágenes grabadas. El relato bíblico de la rebelión de Coré describe gráficamente cómo un sacerdote levítico rebelde, junto con sus hijos y todos sus bienes y hogares, fueron tragados por la tierra. “Y abrió la tierra su boca y los tragó”, y “descendieron vivos al Seol, y los cubrió la tierra, y perecieron de en medio de la congregación” (Números 16:31–35). Reflexionando sobre esta historia, la cual se vuelve a mencionar en el Corán (28:76–82), el poeta turco otomano Isa Necati (quien murió a principio del siglo XVI) describió las pertenencias tragadas de los aliados rebeldes de Coré como literalmente “‘el tesoro en movimiento’… llamado así, se dice por motivo del hundimiento profundo al corazón de la tierra”.9 Una leyenda judía posterior describe el terrible destino de Coré y sus aliados cuando fueron tragados por el infierno, torturados y arrojados cerca de la superficie de la tierra solamente para repetir el proceso perpetuamente hasta la resurrección final. (Se dice que los gemidos audibles de Coré y sus cómplices son ligeramente perceptibles para cualquiera que ponga su oído cerca del suelo).10

Además, un texto egipcio conocido como las Instrucciones de Amenemope, que es anterior por muchos siglos a la salida de Lehi de Jerusalén, advierte:

No pongas tu corazón en buscar riquezas,
porque no hay nadie que pueda ignorar el Destino y la Fortuna;…
Si las riquezas te llegan por robo,
no pasarán la noche contigo;
Tan pronto como amanezca, no estarán en tu hogar;
Aunque se puede ver su lugar, no están allí.
Cuando la tierra abre su boca, lo nivela y lo traga.
Se sumergirán en lo profundo;
Se harán un gran agujero donde quepan.
Y se hundirán en el inframundo;
O se harán alas como gansos,
y volarán hacia el cielo.11

Se ha reconocido ampliamente que la obra Instrucciones de Amenemope es semejante a algunos de los conceptos y el lenguaje que se encuentran en el libro bíblico de Proverbios, y de hecho pueden haber sido la fuente o inspiración de algunos de sus axiomas.12 Como Nili Shupak ha argumentado,

La mayoría de las obras de sabiduría egipcias, incluida Amenemope, sirvieron como material de estudio en la escuela de escribanos y otros marcos educativos. Uno puede suponer, incluso si no hay evidencia directa, que durante el período del primer templo tales instituciones dedicadas a educar a funcionarios de alto rango existieron en la corte real [de Judá]. Estos sirvieron simultáneamente como la base para el desarrollo de la literatura de sabiduría bíblica y la asimilación de elementos culturales tanto egipcios como extranjeros. Es probable que al menos parte de los libros de sabiduría en la Biblia y selecciones de obras famosas de sabiduría egipcias, en el original o traducción, hayan sido estudiados aquí. En este contexto, el hecho de que Proverbios muestre semejanzas literales con Amenemope, así como conceptos, temas y expresiones conocidos de otras obras egipcias compuestas siglos antes, no debería sorprendernos.13

Esto es igualmente significativo para el Libro de Mormón. Kevin Barney ha observado que “parece más que una coincidencia, aunque no sorprendente, que el concepto de tesoros deleznables y desaparecidos se encuentre tanto en un texto egipcio conocido por los antiguos israelitas como en el Libro de Mormón, un registro con raíces culturales, lingüísticas y literarias en el antiguo Cercano Oriente”. 14

Hugh Nibley y Blake Ostler también han llamado la atención sobre la condena de la autocompasión de los ricos en 1 Enoc como otro paralelo antiguo potencial para las maldiciones de Samuel en Helamán 13:31–36. 15 1 Enoc 94:8 dice: “Desgracia para vosotros ricos porque habéis confiado en vuestras riquezas, de vuestras riquezas seréis despojados a causa de que vosotros no os habéis acordado del Más Alto en la época de vuestra riqueza” (énfasis agregado).16 “¡Desgracia para vosotros que adquirís el oro y la plata con la injusticia!… porque vuestras riquezas no permanecerán sino que rápidamente ascenderán de ti;… y sereís entregados a una gran maldición” (1 Enoc 97:8–10, énfasis añadido).17 Tal como con el Libro de Mormón, este concepto de riquezas que se convierte en una maldición en contra de los malvados en el texto de 1 Enoc se deriva probablemente, en última instancia, de un trasfondo bíblico.

El por qué

Ahora llega a ser comprensible por qué Samuel predijo que las riquezas de las personas inicuas se volverían “deleznables”. Dijo esto por varias razones.

Por un lado, realmente quería que el pueblo se arrepintiera. Si bien sus riquezas pasarían de su alcance, sus riquezas no serían destruidas. Todavía podrían ser reclamadas. Todavía no era demasiado tarde. El aceite hace que las sustancias sean resbaladizas, pero el aceite se puede lavar. No se puede confiar en una “promesa deleznable”, pero el convenio del Señor es firme e inquebrantable. Las condiciones deleznables son inestables e inciertas, como lo es un “truco resbaladizo”, 18 pero la fe y obediencia a los mandamientos de Dios restaura la confianza, la certeza y la estabilidad. Su mensaje tenía un tono urgente de graves consecuencias.

Además, Samuel quería hablar a su audiencia en términos que ellos entendieran. Su cosmovisión, sin duda, aceptaba la presencia de espíritus, seres y fuerzas de la naturaleza que influyeron en el mundo que los rodeaba. Al decir que su maldad traería la maldición de Dios sobre ellos, sobre su tierra y sobre sus tesoros codiciados, Samuel esperaba que su advertencia atravesara los corazones de su audiencia. Quería que sus palabras sonaran verdaderas, para que el pueblo las tomara en serio. El espectro de las cosas que se “han escurrido” (Helamán 13:35) les sonaría física y naturalmente verdadero.

Además, Samuel declaró el juicio divino de Dios sobre estas personas. Sus palabras fueron consistentes con la ley de justicia recíproca de Dios: “ojo por ojo”, “lo que de ti salga, volverá otra vez a ti, y te será restituido” (Alma 41:15).19 En varios puntos, sus advertencias fueron redactadas en términos de esta comprensión recíproca o taliónica del juicio justo. Por lo tanto, el castigo adecuado por retener injustamente los tesoros de uno es precisamente que se volverán deleznables y nadie podrá sostenerlos o retenerlos (Helamán 13:31, 36), y su tierra prometida se convertiría recíprocamente en una tierra maldita. En su antiguo mundo legal, todo esto era, en última instancia, justo y equitativo.

Usando la palabra “deleznable”, Samuel también habló en términos culturales y bíblicos de los que su audiencia habría sabido algo. El destino bíblico de Coré y su familia, así como la sabiduría de los Proverbios y de las antiguas fuentes tradicionales bien pueden haber sido traídas a la mente de sus oyentes por el uso nuevo y deslumbrante de Samuel de la palabra inusual “deleznable”. Cuando se menciona junto con “demonios” (Helamán 13:37) y más tarde con “sortilegios, hechicerías, y encantamientos” (Mormón 1:19), esta palabra trajo consigo la sanción, advertencia y oprobio de la ley (en Éxodo, Números y Deuteronomio) y de los profetas (en Miqueas y Nahúm).

Finalmente, dentro de las tradiciones religiosas probablemente conocidas por Samuel, la pérdida de riquezas o tesoros no se debió a espíritus traviesos que jugaban a los buscadores de tesoros, sino a la maldad y el orgullo. Desde el comienzo de la predicación nefita en la tierra de Nefi, la pérdida de prosperidad fue el resultado del desagrado divino y una señal de cuál sería su destino final si no se arrepentían. “[S]us corazones están en sus tesoros”, advirtió el profeta Jacob, “por tanto, su tesoro es su dios. Y he aquí, su tesoro perecerá con ellos también” (2 Nefi 9:30). En contraste con el tesoro terrenal, que, a pesar de los mejores esfuerzos de los mortales, puede resbalarse fácilmente de sus dedos, Helamán les enseñó a sus hijos Lehi y Nefi, que bien podrían haber sido los dos misioneros que convirtieron a Samuel, que deberían buscar un tesoro eterno intangible que no se desvanece: “[S]ino que hagáis estas cosas para haceros un tesoro en el cielo; sí, el cual es eterno y no se desvanece; sí, para que tengáis ese precioso don de la vida eterna” (Helamán 5:8).

Aunque se ha argumentado que el lenguaje y las representaciones del “tesoro deleznable” en el Libro de Mormón deben ser un guiño a la excavación del tesoro del siglo XIX,20 que incluía la creencia en “demonios guardianes [que] movían tesoros enterrados a diferentes lugares cuando la gente cavaba para ellos”21 hay, de hecho, semejanzas antiguas más convincentes para este lenguaje y representaciones. “Si bien el vocabulario y el concepto [del tesoro deleznable] son claramente paralelos a los primeros conceptos americanos de búsqueda de tesoros, tales ideas no eran exclusivas de ese período de tiempo”, y no explican la idea dominante de la profecía de Samuel en Helamán 13 o el mensaje general del resto del Libro de Mormón.22

En las mentes de Samuel y Mormón, lo “deleznable” del tesoro en el Libro de Mormón no se debe a que un buscador del tesoro haya sido frustrado por un espíritu guardián, sino porque “la tierra [y sus habitantes están] tan lejos de la protección de Yahweh que las leyes de la naturaleza son violadas; las cosas no se quedarán. Esta revocación de expectativas presagiaba la destrucción del pueblo. Lo deleznable en el Libro de Mormón no es que se pierda la riqueza; es que se pierda una nación”.23 A pesar de las similitudes a nivel superficial, “está claro que la visión del mundo asociada con la excavación de dinero tuvo poca influencia en el Libro de Mormón”.24

Al leer correctamente cualquier escritura sagrada, uno debe profundizar más allá de lo superficial, tener paciencia, ser cuidadoso, leer en contexto completo y tratar de aplicar personalmente sus mensajes divinos. Conocer todos estos puntos fundamentales ayuda a los lectores modernos a comprender con seguridad las riquezas y las profundidades del Libro de Mormón.

Este KnoWhy fue posible gracias a las generosas contribuciones de Welch Family Trust.

Otras lecturas

David A. Grandy, “Why Things Move: A New Look at Helaman 12:15”, BYU Studies Quarterly 51 no. 2 (2012), 99-128.

Kevin L. Barney, “‘Slippery Treasures’ in the Book of Mormon: A Concept from the Ancient World”, Insights, junio de 2000, 2.

Brant A. Gardner, Second Witness: Analytical and Contextual Commentary on the Book of Mormon (Salt Lake City, UT: Greg Kofford Books, 2007), 5:185–189.

 

1. Estas cuatro, además de una en Mormón 1:18, son las únicas ocasiones en el Libro de Mormón que la palabra “deleznables” aparece.
2. Véase Kirsten Nielsen, Yahweh as Prosecutor and Judge (Sheffield, England: JSOT, 1978).
3. David A. Grandy, “Why Things Move: A New Look at Helaman 12:15”, BYU Studies Quarterly 51 no. 2 (2012), 99-128.
4. Véase también Mormon 2:10 (“las artes mágicas, y las brujerías que había en la tierra”). “La presencia de estos fenómenos en las culturas mesoamericanas en muchos períodos es tan obvia que no es necesario citar documentación”. John L. Sorenson, Mormon’s Codex: An Ancient American Book (Salt Lake City y Provo, UT: Deseret Book y the Neal A. Maxwell Institute for Religious Scholarship, 2013), 494.
5. Quizás haciendo eco del eufemismo que Jesús utilizó en 3 Nefi 13:12 para referirse al Diablo: “[L]íbranos del [maligno]”, compárese con Mateo 6:13.
6. Véase Clyde Pharr, “The Interdiction of Magic in Roman Law”, Transactions and Proceedings of the American Philological Association 63 (1932): 269–295; Matthew Dickie, Magic and Magicians in the Greco-Roman World (London: Routledge, 2001), 137–140; Naomi Janowitz, Magic in the Roman World: Pagans, Jews, and Christians (London: Routledge, 2001), 11; Derek Collins, Magic in the Ancient Greek World (Oxford: Blackwell, 2008), 142–145.
7. Blake T. Ostler, “The Book of Mormon as a Modern Expansion of an Ancient Source”, Dialogue: A Journal of Mormon Thought 20, no. 1 (Spring 1987): 71–72.
8. Véase también Nahúm 3:4.
9. E. J. W. Gibb, A History of Ottoman Poetry (London: Luzac & Co., 1902), 2:117.
10. Louis Ginzberg, The Legends of the Jews, trans. Paul Radin (Philadelphia, Penn.: The Jewish Publication Society of America, 1911), 3:298–300.
11. William Kelly Simpson, trans., “The Instruction of Amenemope”, en The Literature of Ancient Egypt, ed. William Kelly Simpson (New Haven, Conn.: Yale University Press, 2003), 230 (énfasis añadido).
12. Adolf Erman, “Eine ägyptische Quelle der »Sprüche Salomos«”, Sitzungsberichte der preussischen Akademie der Wissenschaften 15 (1924): 86–93; D. C. Simpson, “The Hebrew Book of Proverbs and the Teachings of Amenophis”, Journal of Egyptian Archaeology 12, no. 3/4 (oct. 1926): 232–239; Glendon E. Bryce, A Legacy of Wisdom: The Egyptian Contribution to the Wisdom of Israel (Lewisburg: Bucknell University, 1979); Bernd U. Schipper, “Die Lehre des Amenemope und Prov 22, 17–24,22”, Zeitschrift für die Alttestamentliche Wissenschaft 117 (2005): 53–72; Michael V. Fox, “From Amenemope to Proverbs: Editorial Art in Proverbs 22,17–22,11”, Zeitschrift für die Alttestamentliche Wissenschaft 126 (2014): 76–91; Nili Shupak, “The Contribution of Egyptian Wisdom Literature”, en Was There a Wisdom Tradition? New Prospects in Israelite Wisdom Studies, ed. Mark R. Sneed (Atlanta, GA: Society of Biblical Literature, 2015), 265–304, esp. 291–297; cf. más generalmente con Bernd U. Schipper, “Egypt and Israel: The Ways of Cultural Contacts in the Late Bronze Age and Iron Age (20th–26th Dynasty)”, Journal of Egyptian Interconnections 4, no. 3 (2012): 30–47.
13. Shupak, “The Contribution of Egyptian Wisdom to the Study of Biblical Wisdom Literature”, 296–297.
14. Kevin L. Barney, “‘Slippery Treasures’ in the Book of Mormon: A Concept from the Ancient World”, Insights, junio de 2000, 2.
15. Hugh Nibley, Enoch the Prophet (Salt Lake City y Provo, UT: Deseret Book y FARMS, 1986), 8; Ostler, “The Book of Mormon as a Modern Expansion of an Ancient Source”, 72.
16. Traducción en R. H. Charles, The Apocrypha and Pseudepigrapha of the Old Testament (Oxford: The Clarendon Press, 1913), 2:266.
17. Charles, The Apocrypha and Pseudepigrapha of the Old Testament, 2:268.
18. Noah Webster, American Dictionary of the English Language (New York: Converse, 1828), s.v. “slippery”.
19. Sobre la justicia taliónica en el Libro de Mormón, véase John W. Welch, The Legal Cases in the Book of Mormon (Provo: Brigham Young University Press y the Neal A. Maxwell Institute for Religious Scholarship, 2008), 338–348.
20. Robert N. Hullinger, Mormon Answer to Skepticism: Why Joseph Smith Wrote the Book of Mormon (St. Louis, MO: Clayton Publishing House, 1980), 105; D. Michael Quinn, Early Mormonism and the Magic World View, 2nd ed. (Salt Lake City, UT: Signature Books, 1998), 61, 196–197.
21. Barney, “‘Slippery Treasures’ in the Book of Mormon”, 2.
22. Brant A. Gardner, Second Witness: Analytical and Contextual Commentary on the Book of Mormon (Salt Lake City, UT: Greg Kofford Books, 2007), 5:186. Incluso Quinn, Early Mormonism and the Magic World View, 197 finalmente está de acuerdo en que el lenguaje del “tesoro deleznable” en el Libro de Mormón es un “eco del mundo social del traductor, no como una clave para comprender una narrativa histórica y religiosa muy compleja”.
23. Gardner, Second Witness, 6:56.
24. “Por ejemplo, el Libro de Mormón no dice nada sobre el encantamiento de los espíritus, las varitas de adivinación, los círculos mágicos, los espíritus guardianes, los sacrificios para apaciguar a los espíritus u otros rituales necesarios para obtener tesoros escondidos, toda una parte necesaria de la visión mágica del mundo asociada con la excavación de dinero”. Ostler, “The Book of Mormon as a Modern Expansion of an Ancient Source”, 71.

Traducido por Central del Libro de Mormón