Después de escapar de la corte del rey Noé, Alma padre estableció una comunidad del convenio de creyentes en el desierto cerca de las aguas de Mormón (Mosíah 18). Esta comunidad, al guardar los convenios que habían hecho al bautizarse, “No estima[ban] a una carne más que a otra” y “ni un hombre se considerará mejor que otro” (Mosíah 23:7). Cada miembro era paciente para “[amar] a su prójimo como a sí mismo” (Mosíah 23:15; cf. Levítico 19:18). Ellos consagraron líderes, sacerdotes, maestros y todos ellos eran “hombre[s] justo[s]” (Mosíah 23:17). No eran un pueblo que temieran (Mosíah 23:27), y oraron por sus enemigos (Mosíah 23:28).
Pero en este registro, la vida era relativamente buena al principio para los miembros de la incipiente iglesia de Alma. Eventualmente, aunque Alma y su pueblo llegaron a ser esclavos de Amulón, el líder de los ahora exiliados sacerdotes del rey Noé quien había unido fuerzas con los lamanitas (Mosíah 23:35). Después de romper un tratado con Alma y su pueblo, Amulón les puso “guardias alrededor de la tierra de Helam, sobre Alma y sus hermanos” (Mosíah 23:37).
No pasó mucho tiempo hasta que “Amulón empezó a imponer su autoridad sobre Alma y sus hermanos; y comenzó a perseguirlos y a hacer que sus hijos persiguieran a los hijos de ellos.” (Mosíah 24:8). A medida que Mormón vuelve a contar el relato de Alma, Amulón “les impuso tareas y les fijó capataces. Y aconteció que fueron tan grandes sus aflicciones, que empezaron a clamar fervorosamente a Dios” (Mosíah 24:9-10). En respuesta, Amulón “les mandó que cesaran sus clamores, y les puso guardias para vigilarlos, a fin de que al que descubriesen invocando a Dios fuese muerto” (Mosíah 24:11).
Alma y sus seguidores soportaron una amarga persecución y sometimiento debido a la traición de Amulón. Sin embargo, aunque “no alzaron la voz [vocalmente] al Señor su Dios”, pero Alma y su pueblo “sí le derramaron sus corazones; y él entendió los pensamientos de sus corazones” (Mosíah 24:12). En respuesta a estas oraciones, el Señor dijo:
Alzad vuestras cabezas y animaos, pues sé del convenio que habéis hecho conmigo; y yo haré convenio con mi pueblo y lo libraré del cautiverio. Y también aliviaré las cargas que pongan sobre vuestros hombros, de manera que no podréis sentirlas sobre vuestras espaldas, mientras estéis en servidumbre; y esto haré yo para que me seáis testigos en lo futuro, y para que sepáis de seguro que yo, el Señor Dios, visito a mi pueblo en sus aflicciones. (Mosíah 24:13-14).
La narrativa continúa, detallando un acontecimiento milagroso para Alma y su pueblo. “Y aconteció que las cargas que se imponían sobre Alma y sus hermanos fueron aliviadas; sí, el Señor los fortaleció de modo que pudieron soportar sus cargas con facilidad, y se sometieron alegre y pacientemente a toda la voluntad del Señor” (Mosíah 24:15). Esto fue seguido por otro milagro que permitió a Alma y sus seguidores escapar de su esclavitud y huir a la tierra de Zarahemla y encontrar protección bajo el rey Mosíah (Mosíah 24:16-25).
Así como el Señor había librado a los israelitas de la esclavitud en Egipto, Él solo liberó a Alma y a su pueblo de la esclavitud bajo sus capataces. También, como los hijos de Israel, Alma y su pueblo tuvieron que soportar grandes pruebas antes de su eventual liberación por la milagrosa intervención del Señor.
Como los hijos de Israel, la comunidad del convenio de Alma acampó y viajó por el desierto por un tiempo después de su liberación bajo la guía de su profeta y líder. Ellos confiaron en el Señor y les “fortaleció de modo que pudieron soportar sus cargas con facilidad, y se sometieron alegre y pacientemente a toda la voluntad del Señor” (Mosíah 24:15).
En nuestras vidas individuales, podemos encontrar fortaleza en tiempos de prueba al invocar al Señor. Al igual que con el pueblo de Alma, no siempre puede aliviar inmediatamente nuestras cargas, pero nos fortalecerá en nuestros tiempos de necesidad. Él puede aliviar nuestras cargas, fortaleciéndonos con Su Espíritu, enviando gente que nos pueda ayudar con nuestros problemas o aliviar nuestro dolor, o realizando grandes y pequeños milagros.
Al mismo tiempo, estamos obligados a ayudar a que las cargas de los demás también sean ligeras. Recientemente, por ejemplo, los líderes de la iglesia han instado a los Santos de los Últimos Días a ayudar a aliviar las cargas de los refugiados y otras personas desplazadas que buscan refugio de disturbios políticos y civiles.1
En última instancia, la resurrección y la exaltación de Jesucristo aseguran que todos vencerán los efectos de este mundo caído.2 Como enseñó el élder David A. Bednar, del Cuórum de los Doce Apóstoles:
Las cargas particulares de nuestra vida personal nos ayudan a confiar en los méritos, la misericordia y la gracia del Santo Mesías (véase 2 Nefi 2:8). Testifico y prometo que el Salvador nos ayudará a soportar nuestras cargas con facilidad (véase Mosíah 24:15). Al atarnos a Él por medio de convenios sagrados y recibir el poder habilitador de Su expiación en nuestra vida, procuraremos cada vez más comprender y vivir de acuerdo con Su voluntad. Además, oraremos por la fuerza para aprender de nuestras circunstancias, o para cambiar o aceptarlas, en vez de orar incesantemente para que Dios las cambie según nuestra voluntad. Llegaremos a ser agentes que actúan, en vez de objetos sobre los que se actúa (véase 2 Nefi 2:14).3
David A. Bednar, “Soportar sus cargas con facilidad“, Liahona, abril 2014, págs. 87-90.
L. Whitney Clayton, “Para que vuestras cargas sean ligeras,” Liahona, octubre 2009, 12–14. Disponible también en: https://liahonasud.files.wordpress.com/2013/11/liahona_2009-11.pdf .
Ardeth G. Kapp, “Pray Not for Light Burdens but for Strong Backs,” BYU Devotional, April 29, 2004.
1. Linda K. Burton, “‘Fui forastero’,” Liahona, abril 2016, 13–15; Patrick Kearon, “Refugio de la tempestad,” Liahona, abril 2016, 111–113.
2. Véase Elder Paul V. Johnson, “Y ya no habrá más muerte,” Abril 2016, Conferencia General.
3. David A. Bednar, “Soportar sus cargas con facilidad,” Liahona, abril 2014, 90.
Traducido por Central del Libro de Mormón
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