En el Libro de Omni, se presenta a los lectores “la gente de Zarahemla” quienes “había[n] salido de Jerusalén en la época en que Sedequías, rey de Judá, fue llevado cautivo a Babilonia” (Omni 1:15). Mosíah 25:2 explica que Zarahemla era un “descendiente de Mulek, y de aquellos que salieron con él al desierto”. Sin embargo, no es hasta el Libro de Helamán que los lectores aprenden que Mulek era “hijo de Sedequías” (Helamán 6:10) y que él era el único hijo que no había sido asesinado cuando Jerusalén fue destruida por los babilonios (Helamán 8:21).1
Estos versículos muestran que la identidad del pueblo de Zarahemla no es inmediatamente clara en el texto. Su identidad solo se puede reconstruir por pasajes aislados. La falta de claridad puede causar que los lectores se confundan en asumir que los descendientes de Mulek (a menudo referidos como “mulekitas)2 eran de poca preocupación en la amplia historia de los nefitas y lamanitas. Una lectura cuidadosa, sin embargo, sugiere que los mulekitas fueron enormemente influyentes tanto política como religiosamente entre los pueblos del Libro de Mormón.
Primero, la historia de los mulekitas ayuda a resolver un conflicto fundamental entre los nefitas y los lamanitas. Lamán y Lemuel rechazaron las visiones de Lehi, se negaron a creer que Jerusalén sería destruida y afirmaron que Lehi había acusado erróneamente a los malvados judíos.3 Estas quejas fueron usadas como una justificación para su odio y pasaron esa tradición a su posteridad lamanita.4
La historia de los mulekitas, sin embargo, apoya directamente la historia original nefita debilitando la tradición lamanita. Nefi, hijo de Helamán, llamó la atención de esto cuando estaba predicando en la torre de su jardín en Zarahemla:
¿Y negaréis ahora que la ciudad de Jerusalén fue destruida? ¿Diréis que los hijos de Sedequías no fueron muertos, todos salvo Mulek? Sí, ¿y no veis que la posteridad de Sedequías está con nosotros, y que fue echada de la tierra de Jerusalén? (Helamán 8:21)5
Con el propósito de alinearse a la tradición lamanita, los disidentes mulekitas habrían necesitado rechazar el propio origen de la historia de su pueblo, lo cual seguramente los habría colocado en una posición incómoda. Los testigos mulekitas de la destrucción de Jerusalén probaron que Lehi y Nefi fueron verdaderos profetas y por lo tanto, que Lamán y Lemuel se habían revelado injustificadamente en contra de ellos.6
Los mulekitas también tuvieron una función contrastada importante con el rol de los nefitas. En tan solo algunos años, ambos grupos dejaron Jerusalén y navegaron hacia el nuevo mundo. Sin embargo, solamente los nefitas trajeron consigo un registro de las Escrituras. Debido a que los nefitas tenían las planchas de bronce, pudieron preservar las sagradas historias y tradiciones correctas de sus ancestros israelitas.7
Los mulekitas, por otro lado, sufrieron un declive espiritual importante después de habitar solo algunas generaciones en el nuevo mundo. Su “idioma se había corrompido” porque “no habían llevado anales consigo” (Omni 1:17). Peor aún, sin las Escrituras que los mantuvieran recordando al Señor “negaban la existencia de su Creador” (v. 17).
Estas desfavorables circunstancias pueden ayudar a explicar por qué los mulekitas estaban dispuestos a unirse a los nefitas en primer lugar y por qué permitieron que Mosíah, un rey nefita, los gobernara. Al hacerlo, ellos inmediatamente obtuvieron acceso a una abundante información religiosa e histórica acerca de sus ancestros. Ellos solidificaron su identidad religiosa y cultural al fusionarse con otra colonia israelita que de alguna manera probablemente estaba más avanzada que la suya.8
Esta fusión favorable seguramente trajo ventajas políticas, económicas y militares para ambos grupos. Sin embargo, mezclar con éxito pueblos diversos rara vez es un proceso tranquilo. Aunque los autores del Libro de Mormón no lo dicen de manera abierta, parece probable que algunos de los mulekitas nunca les gustó la idea de tener reyes nefitas o que jueces los gobernaran. Varios eruditos del Libro de Mormón han sugerido que los disidentes “nefitas” que instigaron varias guerras y disturbios civiles posiblemente eran de ascendencia mulekita.9 Si es cierto, entonces los mulekitas eran tanto una bendición como una carga para los nefitas.
El tener una mayor conciencia de los mulekitas puede ayudar a los lectores de varias maneras. Su historia demuestra cómo los acontecimientos de un grupo de personas pueden ayudar a verificar o falsificar la historia o tradiciones de otro. El relato de Mulek y su escape de Jerusalén ayudaron a validar la tradición nefita y confirman que Lehi y Nefi fueron profetas verdaderos. De manera similar, el Libro de Mormón—el cual ofrece un registro adicional histórico y espiritual de la realidad de Jesucristo—establece la verdad de la Biblia y confirma que José Smith realmente fue un profeta de Dios.10
Los mulekitas también nos demuestran por qué las Escrituras son tan importantes. Con el paso del tiempo, aquellos que descuidan la palabra de Dios a menudo olvidan las verdades eternas e incluso pueden perder la fe en la existencia de Dios.11 Desafortunadamente y como es lógico, la ausencia de las Escrituras o el estudio de las mismas puede tener un efecto ondulante a lo largo de las generaciones, tal como lo hizo para los mulekitas. Por esta razón, los profetas y apóstoles modernos han invitado a las personas y familias que estudien las Escrituras, particularmente el Libro de Mormón, cada día.12 El hacerlo ayudará a encender y entonces continuamente llenar el fuego de fe en Dios y en Cristo.
Finalmente, los mulekitas nos demuestran que el Libro de Mormón fue escrito por personas reales con desafíos sociales reales. El combinar a sociedades diferentes, tal como lo hicieron los nefitas y los mulekitas, toma paciencia y humildad. La lucha social entre estos grupos, que a menudo se insinúa a lo largo del Libro de Mormón, provee una advertencia para los lectores modernos. No debemos permitir que nuestras diferencias nos dividan de Cristo o Su evangelio verdadero.
En su lugar, podemos permitir que nuestras diferencias divinamente inspiradas se complementen y nos refinen unos a otros. Al unirnos con fe en Cristo, podemos ampliar nuestras fortalezas y reconocer mejor nuestras debilidades (véase Éter 12:27). Como el presidente Dieter F. Uchtdorf ha enseñado, la “diversidad de personas y pueblos alrededor del mundo es la fortaleza de esta Iglesia” para todos los que luchan por seguir a Jesucristo.13
Jeffrey R. Chadwick, “Has the Seal of Mulek Been Found?” Journal of Book of Mormon Studies 12, no. 2 (2003): 72–83, 117–18.
John L. Sorenson, “The ‘Mulekites’“, BYU Studies Quarterly 30, no. 3 (1990): 6–22.
Gary R. Whiting, “The Testimony of Amaleki“, en Jacob Through Words of Mormon, To Learn With Joy, Book of Mormon Symposium Series, Volume 4, ed. Monte S. Nyman y Charles D. Tate (Provo, UT: Religious Studies Center, Brigham Young University, 1990), 299–301.
Garth A. Wilson, “The Mulekites“, Ensign, marzo de 1987.
1. Véase Book of Mormon Central en Español, “¿Se ha encontrado un artefacto relacionado con el Libro de Mormón? (Mosíah 25:2)“, KnoWhy 103, (8 de mayo de 2017).
2. “Mulekitas” es un término usado por los eruditos y comentaristas del Libro de Mormón, pero esa palabra no se encuentra en el libro.
3. Véase 1 Nefi 2:12–13; 17:19–22. Véase también, Neal Rappleye, “The Deuteronomist Reforms and Lehi’s Family Dynamics: A Social Context for the Rebellions of Laman and Lemuel“, Interpreter: A Journal of Mormon Scripture 16 (2015): 87–99.
4. Véase Alma 3:8; 9:17; 20:13; 37:9; 54:17.
5. Se debe notar que Zarahemla originalmente era una ciudad mulekita y por lo tanto el comentario de Nefi habría sido particularmente relevante. Véase también Book of Mormon Central en Español, “¿Por qué Nefi profetizó cerca ‘del camino real que conducía al mercado principal’? (Helamán 7:10)“, KnoWhy 178, (8 de agosto de 2017).
6. Véase Gary R. Whiting, “The Testimony of Amaleki“, en Jacob Through Words of Mormon, To Learn With Joy, Book of Mormon Symposium Series, Volume 4, ed. Monte S. Nyman y Charles D. Tate (Provo, UT: Religious Studies Center, Brigham Young University, 1990), 299–301.
7. Véase Whiting, “The Testimony of Amaleki“, 299–301.
8. Para conocer más información cultural y política sobre esta fusión entre los nefitas y los lamanitas, véase John L. Sorenson, “The ‘Mulekites’“, BYU Studies Quarterly 30, no. 3 (1990): 6–22. Para conocer las implicaciones espirituales de la fusión, véase Garth A. Wilson, “The Mulekites“, Ensign, marzo de 1987, en línea en lds.org.
9. Véase, por ejemplo, A. Keith Thompson, “Apostate Religion in the Book of Mormon“, Interpreter: A Journal of Mormon Scripture 25 (2017): 191–226; Dan Belnap, “‘And it came to pass . . .’: The Sociopolitical Events in the Book of Mormon Leading to the Eighteenth Year of the Reign of the Judges”, Journal of Book of Mormon Studies 23 (2014): 101–139; Val Larsen, “In His Footsteps: Ammon₁ and Ammon₂“, Interpreter: A Journal of Mormon Scripture 3 (2013): 85–113; John W. Welch, The Legal Cases in the Book of Mormon (Provo, UT: BYU Press y Neal A. Maxwell Institute for Religious Scholarship, 2008), 212–215.
10. Véase 2 Nefi 3:12.
11. Véase Ronald A. Rasband, “Para que no te olvides“, Liahona, octubre de 2016, en línea en lds.org.
12. Véase Russell M. Nelson, “El Libro de Mormón: ¿Cómo sería su vida sin él?” Liahona, noviembre de 2017, en línea en lds.org; Thomas S. Monson, “El poder del Libro de Mormón“, Liahona, mayo de 2017, 86–87, en línea en lds.org; Book of Mormon Central en Español, “¿Por qué debemos leer el Libro de Mormón diariamente? (2 Nefi 4:15)“, KnoWhy 368, (28 de mayo de 2018).
13. Dieter F. Uchtdorf, “Vengan, únanse a nosotros“, Liahona, noviembre de 2013, en línea en lds.org.
Traducido por Central del Libro de Mormón
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