En el Sermón del Monte, amado por los cristianos de todo el mundo, el Salvador ordenó a sus discípulos: “Sed, pues, vosotros perfectos, así como vuestro Padre que está en los cielos es perfecto” (Mateo 5:48). Una meta tan elevada no solo se siente fuera del alcance de muchos, sino que también puede ser desmoralizante para todos los que se esfuerzan imperfectamente por llevar una vida como la de Cristo. Como lo expresó el élder Jeffrey R. Holland en la Conferencia General de octubre de 2017: “Con ese final imperativo, queremos volver a la cama y cubrirnos hasta la cabeza. Esas metas celestiales parecen estar fuera de nuestro alcance. Sin embargo”, continuó el élder Holland, “el Señor nunca nos daría un mandamiento que Él supiera que no podríamos cumplir”.
El élder Holland continuó diciendo: “creo que Jesús no tenía la intención de que Su sermón sobre este tema fuera un martillo verbal para castigarnos por nuestras debilidades”. En cambio, el élder Holland enfatizó:
[C]omo hijos de Dios, no debemos menospreciarnos ni vilipendiarnos, como si el hecho de castigarnos a nosotros mismos de alguna manera va a convertirnos en las personas que Dios desea que seamos. ¡No! Con el deseo de arrepentirnos y de siempre ser más rectos en nuestro corazón, espero que procuremos mejorar personalmente de una manera que no incluya provocar úlceras o anorexia, depresión o destrucción de nuestra autoestima. Eso no es lo que el Señor quiere para los niños de la Primaria ni para ninguna otra persona que sinceramente cante: “Yo trato de ser como Cristo”.
Entonces, ¿cómo pueden los Santos de los Últimos Días y los discípulos cristianos de todas partes buscar la perfección que Cristo nos ha pedido a todos, a pesar de nuestras debilidades? Las diferencias importantes en la forma en que el Señor resucitado presentó este mismo mandamiento a los nefitas en 3 Nefi proporcionan pistas que pueden ayudarnos a responder esta pregunta.
Primero, en el Nuevo Testamento el Salvador “subió al monte” (Mateo 5:1, lo que deja perfectamente claro el contexto del templo en el discurso. Tanto en la ) para dar este discurso, un escenario que simbólicamente sugiere una conexión con el templo. Sin embargo, en el Libro de Mormón, el discurso análogo del Salvador se presenta deliberadamente en el templo, lo que deja perfectamente claro el contexto del templo en el discurso. Tanto en la antigüedad como en la época moderna, la función principal de los templos es servir como lugares para que los adoradores hagan convenios con Dios. Por lo tanto, como ha señalado John W. Welch, este y otros detalles colocan este discurso en un contexto de establecimiento de convenios1.
En segundo lugar, hay una diferencia importante en cómo el Señor resucitado expresó a sus discípulos del Nuevo Mundo el mandamiento de ser perfectos: “Por tanto, quisiera que fueseis perfectos así como yo, o como vuestro Padre que está en los cielos es perfecto” (3 Nefi 12:48). Al incluirse a sí mismo en el mandamiento, Jesús dejó claro que Él ahora era perfecto de una manera que no era antes, y que era de la misma forma en que el Padre era perfecto, y que era el mismo tipo de perfección que se esperaba de todos los discípulos cristianos.
Estos hechos añaden muchos niveles abundantes de significado a la comisión de ser “perfecto” emitida por el Salvador2. Uno de esos niveles de significado es aquel de la senda de los convenios. En su reciente libro, The Covenant Path in the Bible and the Book of Mormon (El camino del convenio en la Biblia y el Libro de Mormón), el erudito Santo de los Últimos Días Taylor Halverson señaló que al hacer el convenio con Abraham, el Señor se le apareció y le dijo: “Yo soy el Dios Todopoderoso; anda delante de mí y sé perfecto” (Génesis 17:1). “En el contexto del convenio”, explicó Halverson, “’perfecto’ es sinónimo de fidelidad, lealtad y confiabilidad”3. El Señor quería que Abraham le fuera leal y fiel.
Si además se considera el Sermón del Monte en el contexto de la elaboración de convenios del templo, entonces aquí la comisión de “ser perfecto” es la misma que se le dio a Abraham: Es el llamado a ser leales y fieles al nuevo convenio establecido por Jesucristo. Según Halverson, “Jesús nos pide que seamos leales. ¿Cuál es el convenio que celebramos voluntariamente para mostrar lealtad? … La Ley Mayor revelada a través de Jesús en el Sermón del Monte y sus otras revelaciones”4.
En Abundancia, hay una serie de razones por las que el Jesús resucitado y exaltado ahora podría incluirse a sí mismo como un ejemplo de tal perfección, incluido el hecho de que a través de su muerte como sacrificio, había demostrado su lealtad a Dios. Halverson señaló: “Debido a que Jesús había completado cabalmente la misión a la que Dios lo envió, Jesús era total y enteramente leal a Dios. Había sido perfecto para las expectativas del convenio” puestas en Él por el Padre5.
Entendido así, el encargo de ser “perfecto” ya no es la exigencia imposible de tener una vida sin fallas. Es la invitación a caminar por la senda de los convenios: Mostrar lealtad a Dios y a Cristo siendo fieles a los convenios hechos en el bautismo y en el templo. A cambio, Dios y Cristo también serán perfectamente leales a nosotros, permitiendo a que todas las personas alcancen a ser “perfectos en Cristo” mediante Su gracia expiatoria (Moroni 10:32). Como el élder Holland concluyó:
Hermanos y hermanas, todos nosotros aspiramos a una vida más cristiana de la que frecuentemente logramos vivir. Si admitimos con sinceridad que estamos tratando de mejorar, no somos hipócritas, somos humanos. Ruego que no dejemos que nuestras imprudencias humanas y las inevitables flaquezas de aun los mejores hombres y mujeres a nuestro alrededor nos vuelvan cínicos sobre las verdades del Evangelio, la veracidad de la Iglesia, nuestra esperanza por el futuro o la posibilidad de la divinidad. Si perseveramos, en algún momento de la eternidad nuestro refinamiento habrá terminado y será completo, que es lo que en el Nuevo Testamento significa la perfección.
1. Véase John W. Welch, Illuminating the Sermon at the Temple and the Sermon on the Mount ( Provo, UT: FARMS, 1999).
2. Véase Welch, Illuminating the Sermon, 74–78.
3. Taylor Halverson, The Covenant Path in the Bible and the Book of Mormon (Line of Sight Publishing, 2020), 36.
4. Halverson, Covenant Path, 132-133.
5. Halverson, Covenant Path, 300.
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